La pesca eléctrica, símbolo de una Europa en descomposición

La influencia de los lobbies en las decisiones de las instituciones europeas, como en el caso flagrante de la pesca eléctrica, alimenta la desconfianza de los ciudadanos hacia la Unión, denuncia en este foro la ONG Bloom, que lucha por preservar los océanos y sus recursos.

Publicado en 28 noviembre 2018 a las 10:41

Mientras que los populistas toman a Europa por asalto, las instituciones europeas atentan contra el interés general en beneficio de algunas industrias, haciendo caso omiso de los procesos democráticos. Los escándalos se acumulan – perturbadores endocrinos, glifosato, diesel, pesca eléctrica, etc – alimentando la desconfianza de los ciudadanos hacia la Unión Europea.

Cuando se trata de la pesca eléctrica, pensábamos como todo el mundo que solo se trataba de un simple programa de investigación científica, restringido y muy controlado, hasta que la Comisión Europea propuso levantar la prohibición de este método de pesca destructiva en 2016. Estábamos lejos de figurarnos la amplitud del escándalo y su naturaleza explosiva, apenas dos años antes de las elecciones europeas.

Gracias a un trabajo de investigación profundo, que ninguna ONG había realizado hasta entonces, hemos descubierto con gran sorpresa que la Comisión Europea había decidido conceder un primer conjunto de 22 derogaciones en 2006, en contra de la opinión de sus propios científicos. En 2010, veinte licencias suplementarias fueron concedidas en virtud de una supuesta “investigación científica”. Más tarde, en 2014, 42 licencias adicionales fueron otorgadas para “proyectos piloto”. Estas 62 derogaciones suplementarias, concedidas con la bendición de la Comisión Europea, están en infracción total respecto al marco reglamentario europeo. Actualmente, en total son 84 barcos pesqueros holandeses los que practican la pesca eléctrica.

Mientras que la Comisión Europea no tiene ninguna vergüenza en proclamar públicamente que la pesca eléctrica es el tipo de pesca más estudiado en el mundo, el Consejo Internacional de la Exploración Marina (CIEM) ha hecho sonar la alarma desde 2015, afirmando que su desarrollo era puramente comercial. Bajo la presión de BLOOM, de sus socios, y de los escasos periodistas holandeses que siguieron concienzudamente el asunto, la ministra holandesa de Pesca, Carola Schouten, ha reconocido que la investigación no era más que una cortina de humo. En cuanto a las empresas interesadas, para nada se esconden: han incluso reconocido, en un documento técnico, haberse adelantado al marco reglamentario para poder desarrollar la pesca eléctrica mucho más allá de lo que estaba autorizado.

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El desarrollo injustificable e ilegal de un método de pesca prohibido ha sido (¡sorpresa!) facilitado por fondos públicos, cuya existencia fue ocultada durante mucho tiempo por el Gobierno holandés: más de 21 millones de euros fueron concedidos a la pesca eléctrica desde 2007, financiación que contraviene una vez más los reglamentos europeos y los objetivos internacionales.

Estos hallazgos han motivado dos denuncias de BLOOM contra los Países Bajos ante la Comisión Europea, así como la petición de apertura de una investigación por uso indebido de dinero público ante la Oficina Europea de la Lucha contra el Fraude (OLAF). En ausencia de respuesta de estos dos órganos, a pesar de la necesidad de clarificar la situación, BLOOM ha recurrido a la mediadora europea Emily O’Reilly para que se pronuncie sobre la gestión catastrófica del asunto por la Comisión Europea.

A la luz del escándalo revelado durante nuestra campaña, el Parlamento Europeo ha decidido, en enero de 2018, poner fin a la gran negligencia de la Comisión, exigiéndole la prohibición total y definitiva de la pesca eléctrica en Europa. Aun así, las negociaciones europeas patinan y la conclusión es de lo más incierta: los Países Bajos persisten en sus presiones y han nombrado un embajador de la pesca eléctrica.

¿Pero cómo explicar el poder de un país tan pequeño en la gobernanza de un bien común europeo, más allá del silencio cómplice y culpable de los Estados que no se sentían concernidos por el tema debido a su alejamiento geográfico, como por ejemplo España e Italia? ¿Por qué Francia no pone en marcha su poder diplomático, en vez de limitarse a simples declaraciones de fachada destinadas a mantener la paz social?

¿Es porque las dos delegaciones más importantes de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ALDE) – el grupo al que se unió la République en Marche del presidente Emmanuel Macron – son precisamente francesas y holandesas? ¿O bien es porque las flotas más grandes de pesca industrial de Europa caen una a una en las redes de las empresas holandesas?

Este es el verdadero rostro de Europa: una Comisión que se ha convertido en un comedero para los lobbies y que es totalmente impermeable a reiterados escándalos . Negociaciones opacas entre instituciones para malograr los votos inspirados del Parlamento. Estados miembros listos a sacrificar a sus propios pescadores – 80% de las unidades de pesca europeas – por el lucro de un puñado de industriales extranjeros.

Esta política, cínica a más no poder, tiene necesidad de volver al proyecto pacifista y solidario que era la Europa original. Esta política inaceptable, favorece a los extremistas y merece desaparecer. Nosotros, ciudadanos europeos, merecemos algo mejor. Votemos por tanto en conciencia para obtener un cambio radical de sistema y detener esta galopante corrupción moral.

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