Datos Los migrantes y la pandemia

Lo incontable: cómo la covid ha afectado la salud de los migrantes y refugiados

Ahora que la covid es el centro de atención, los refugiados y los migrantes indocumentados han caído en el olvido. No obstante, la causa de su desaparición de la orden del día les ha afectado sobremanera.

Publicado en 6 abril 2021 a las 12:12

“El lugar donde me hospedé solo acogía a hombres adultos, ya que no se admitía a menores debido a la covid y se habían suspendido las intervenciones de voluntarios en los primeros centros de acogida”, relató Franca, una enfermera italiana que recibió un llamado urgente tras la declaración de la pandemia en marzo.

Para ese entonces, vivía y trabajaba en Bélgica, pero tuvo que dejarlo todo y mudarse de nuevo a su país. Luego, a mediados de agosto, Franca decidió ofrecerse como voluntaria en un centro SPRAR (sistema de protección para solicitantes de asilo y refugiados) cerca de Trapani, en Sicilia. “Las condiciones de higiene eran pésimas y entre tres y cuatro huéspedes compartían una misma habitación. A decir verdad, las protecciones contra la covid eran insuficientes, pero en verano ya no era obligatorio usar mascarilla en la calle”. Franca y los otros voluntarios no afrontaron ninguna emergencia sanitaria, y había un médico presente por si acaso. De hecho, afirma que para los hombres jóvenes del centro, “una ‘enfermedad’ es completamente otra cosa”.

Sin embargo, más de 30 000 refugiados y migrantes participaron en la primera encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y hablaron sobre el grave impacto de la pandemia en su salud mental y física. El estudio, publicado en el Día Internacional del Migrante, por fin dio un poco de visibilidad a una parte de la población mundial cuya salud ha sido descuidada durante la crisis.

¿Qué pasó, entonces, con quienes ingresaron a Europa durante la época de la covid-19?

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Primero que todo, las cifras disminuyeron.

Ventimiglia continúa siendo la frontera italiana que los migrantes cruzan con más frecuencia. “Aquí siempre hay mucho movimiento. Después de una breve pausa, las cifras aumentaron de nuevo en verano”, explicó Jacopo Colomba, coordinador de proyectos de WeWorld Onlus. “Tan solo en los primeros nueve meses del 2020, se rechazó a 12 000 personas en la frontera. Algo que también es interesante es que, durante el primer confinamiento, los pasadores de fronteras estuvieron cobrando más (hasta 500 euros por 40 km) para ayudar a las personas a cruzar”.

La pandemia cambió las condiciones de vida, obligando así a más personas a vivir a la intemperie. “Tuvimos dos casos de covid en abril. Esto y la alarma social ocasionaron el cierre de nuestro único campo. No teníamos un plan apropiado para una emergencia y la pandemia provocó un tipo de ‘efecto presa’”.

Otras fronteras presentan situaciones aún más complicadas, tanto así que, en septiembre, The Good Lobby, abogados ad honorem de De Brauw Blackstone Westbroek y WeMove Europe presentaron una denuncia ante la Comisión Europea para responsabilizar a Grecia por haber violado leyes de asilo. “Las solicitudes de asilo se reanudaron en mayo. El rechazo persiste aún: las condiciones de detención continúan siendo horribles y se siguen violando los procedimientos de la UE”, expone el activista Giulio Carini. “Por ejemplo, los solicitantes de asilo deben hacer llamadas mediante Skype, lo que es particularmente difícil de organizar en estos momentos”.

Luego surgieron o empeoraron los problemas relativos a la inclusión. En Francia y en Bulgaria las personas no podían encontrar trabajo ni tomar siquiera el autobús.

Mariana Stoyanova, responsable del programa del servicio para refugiados y migrantes de la Cruz Roja en Bulgaria, recuerda que “todo, inclusive los parques, estaba cerrado” durante el primer confinamiento. “El impacto fue particularmente fuerte para los solicitantes de asilo, ya que los visitantes no tenían permitido entrar en ninguno de los seis centros de acogida búlgaros y las reglas eran muy estrictas”, agregó. “Esto resultó bien, ya que nadie se contagió. No obstante, en los centros de detención había unos 70 casos y algunas hospitalizaciones, sobre todo porque las personas fueron trasladadas directamente desde la frontera”.

En Francia ya existe un problema de brutalidad policial contra los migrantes. Pierre Roques, el coordinador de campo de Utopia 56, en Calais, afirma que “los ataques terroristas son usados como excusa. Un centro de hospedaje temporal abrió hace poco, pero la mayoría de la gente todavía está viviendo a la intemperie. Esto hace difícil distinguir los casos de covid, y las personas en cuestión tampoco parecen estar muy asustadas, lo que es comprensible”.

Ellen Ackroyd, una de las dos gerentes de campo de Help Refugees Calais, nos cuenta lo siguiente: “La distribución de mascarillas es muy irregular, no es sistemática. Este es un gran problema, ya que las personas sin mascarilla no pueden tomar el autobús ni ingresar a las tiendas. Las comunidades marginadas sin duda están conscientes hasta cierto punto de los riesgos y, como todos durante la pandemia, cuidan mucho de su higiene. No obstante, a diferencia de la mayoría, su acceso a los servicios de saneamiento, un derecho fundamental que debería ser proveído por el Estado, es muy limitado. Esta también es con frecuencia una fuente de enojo – ¡algunas personas no se han bañado en meses!”

Al menos un 50 % de las personas que respondieron a la encuesta de la OMS consideraron haber sido impactadas por la pandemia en términos de trabajo, seguridad y situación financiera. Según esta encuesta, algunas formas de discriminación se sintieron particularmente en los grupos etarios más jóvenes (de 20 a 29 años), y al menos un 30 % de estos encuestados sentían que no se les trataba muy bien debido a sus orígenes.

Finalmente, la salud de las personas ha empeorado. “Un gran número de personas con enfermedades crónicas y que viven juntas bajo condiciones deplorables, sin medicamentos y con problemas psicológicos… todo esto me preocupaba bastante”, declaró Sanne van der Kooij, una ginecóloga neerlandesa miembro del grupo SOSMoria. “Con una segunda ola de covid-19, sé que este invierno será problemático. Creo que los mayores problemas para ellos son las consecuencias de las medidas contra la covid-19, ya que no pueden salir del campo, por lo que están aislados y asustados”.

La mayoría de los refugiados y migrantes que participaron en la encuesta de la OMS tomaron precauciones para evitar contagiarse de covid-19. Cuando no lo hicieron, fue porque no pudieron, no por falta de voluntad.

Sin embargo, es complicado contabilizar los casos y fallecimientos en cuanto a migrantes se refiere. Todos los voluntarios y expertos entrevistados (en Bulgaria, Francia, Grecia e Italia) concuerdan en que las condiciones de salud suelen ser tan riesgosas que a nadie le importa la covid-19, y en caso contrario, es prácticamente imposible hacer la prueba a personas que se desplazan a través del continente.

A su vez, los estudios demuestran que los más vulnerables son más propensos a enfermarse. Los migrantes también, en especial si son indocumentados.

La encuesta de la OMS muestra que las razones principales para no buscar asistencia sanitaria son cuestiones financieras, el miedo a la deportación, la falta de disponibilidad de los servicios médicos y la carencia de derechos. Uno de cada seis migrantes indocumentados escogería no buscar atención médica por síntomas de la covid.

“A los migrantes indocumentados se les dificulta mucho acceder a la asistencia sanitaria,” declara Michele LeVoy, directora de la Plataforma para la Cooperación Internacional sobre Migrantes Indocumentados (PICUM).

“Como la atención sanitaria se regula a nivel nacional, a cada país miembro de la UE le corresponde decidir si los migrantes sin papeles tienen derecho a esta”. Esto significa que existen 27 sistemas distintos en Europa. Incluso si las leyes les permiten acceder hasta cierto punto a dicha asistencia, algunos países, como Reino Unido y Alemania, le exigen a la administración sanitaria que reporte a las personas indocumentadas a las autoridades de inmigración. En toda Europa, muchas personas indocumentadas temen ir al médico o a hospitales porque tienen miedo de ser reportados”.

“Undocumented migrants have many difficulties in accessing healthcare,” says Michele LeVoy, director of the Platform for International Cooperation on Undocumented Migrants (PICUM).

Comunidades enteras no pueden ser invisibles. La realidad es que los países intentaron ignorarlas, hasta que se tornó imposible fingir que no existían.

Por eso es que muy pocos países, incluyendo Irlanda, Portugal e Italia, implementaron medidas especiales que permitieron a los migrantes indocumentados acceder con seguridad a cuidados médicos durante la pandemia.

“Este año mostró que la pandemia exacerbó las vulnerabilidades ya existentes de ciertos grupos que forman parte de la población y evidenció la necesidad aún mayor de ocuparse de los factores que los hacen vulnerables”, concluyó LeVoy.

“Si quieres ser inteligente en el ámbito de la salud pública, no debes excluir a nadie. La salud pública no conoce las fronteras y los virus no tienen pasaporte”.


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