No me malinterpretéis, como defensor de la democracia liberal, los derechos LGTB y, sí, seguidor de la Mannschaft, celebré entusiasmado el gol de empate de León Goretzka contra el equipo húngaro, así como la celebración con el símbolo del "One Love", pero también comparto parte de la inquietud que siente Jeremy Cliffe, el editor internacional de la revista New Statesman sobre cómo se ha responsabilizado a todos los jugadores y aficionados húngaros de las políticas intolerantes de su líder autoritario. De hecho, la historia de "los progresistas contra Hungría y la UEFA" me parece que está fuera de lugar.
Deeply queasy about the way the Hungarian football team is being made an international proxy for the homophobic policies of the Orbán regime. https://t.co/XlbUZe1d4s
— Jeremy Cliffe (@JeremyCliffe) June 23, 2021
[Me inquieta mucho la manera en que el equipo de fútbol húngaro se está convirtiendo en el representante internacional de las políticas homófobas del régimen de Orbán]
Por supuesto, la UEFA, al igual que la mayoría de grandes asociaciones deportivas, es muy hipócrita en su selectiva estrategia de mezclar fútbol y política. Dejando a un lado que todos los deportes son políticos, ya que siempre son una expresión de normas políticas y culturales, un torneo internacional de equipos que representan unidades políticas como los países es, por definición, profundamente político.
Así y todo, la propia UEFA está promocionando la campaña "Equal Game" que "lucha contra la discriminación" basada (al menos) en el género, la raza y la sexualidad, una cuestión profundamente política en el mundo polarizado actual. Si bien es cierto que el autócrata Viktor Orbán ha incluido explícitamente el fútbol en su campaña nacionalista y populista y ha invertido cantidades ingentes de dinero público en estadios privados, quiero centrarme en la hipocresía no tan visible del otro lado.
Durante más de diez años, Orbán ha estado atacando la democracia liberal en Hungría prácticamente sin una oposi…