Noticias Migrantes atrapados a las puertas de Europa | Bielorrusia-Polonia
Una casa polaca en Michalova, cerca de la frontera con Bielorrusia, muestra luces verdes, lo que significa que los migrantes recibirán ayuda allí. | Foto: Iryna Arakhouskaya

A ambos lados de la frontera polaco-bielorrusa, la solidaridad con los inmigrantes desafía las persecuciones gubernamentales

Frente a la angustia de los exiliados llegados a Bielorrusia desde Medio Oriente con la falsa promesa de entrar en la UE a través de Polonia, distintas iniciativas solidarias comienzan organizarse a ambos lados de la frontera. Una iniciativa arriesgada, puesto que el gobierno bielorruso prohíbe todo tipo de ayudas extraoficiales.

Publicado en 16 diciembre 2021 a las 13:47
Una casa polaca en Michalova, cerca de la frontera con Bielorrusia, muestra luces verdes, lo que significa que los migrantes recibirán ayuda allí. | Foto: Iryna Arakhouskaya

Los residentes de las ciudades bielorrusas han notado, este verano, una cantidad inusual de inmigrantes en las calles —principalmente cerca de los hoteles y de los mercados—. Hoy, hay literalmente una multitud de inmigrantes en el centro de la ciudad de Minsk. Sin embargo, nadie ha prestado atención a estas personas, ni los transeúntes, ni la policía.

La escalada en la frontera polaca, a principios de noviembre, ha generado cierto resentimiento por parte de los bielorrusos hacia los extranjeros. Las imágenes de cientos de inmigrantes, principalmente kurdos iraquíes, dirigiéndose hacia Polonia, los enormes campos a lo largo de los alambres de púas, así como los enfrentamientos entre los inmigrantes y los guardias fronterizos polacos forman un conjunto de elementos que despertaron la inquietud de los bielorrusos.

Las sanciones del Gobierno a la asistencia a los inmigrantes

Junto con sus amigos, Aryna trató de disuadir a los inmigrantes que se encontraban en el centro de Minsk de dirigirse hacia la frontera. Más tarde, encontró un grupo de inmigrantes que decidieron quedarse en Minsk y que estaban alquilando un apartamento. Decidió ayudarles tanto como pudo. Aryna, al igual que otros voluntarios, ayuda a los inmigrantes por sus propios medios, puesto que las autoridades bielorrusas no consideran que la situación de los exiliados constituya un problema. Al fin y al cabo, son ellos quienes generaron la crisis.

Al mismo tiempo, la represión política contra los ciudadanos activos continúa en Bielorrusia y la mayoría de las ONG ya han sido cerradas, incluso aquellas que prestan asistencia a los refugiados. Sin embargo, en los canales de televisión estatales, es posible ver a las autoridades y a los políticos favorables al régimen de Lukashenko ayudando -supuestamente- a los inmigrantes. 

La activista de derechos humanos Nasta Lojka afirma que las autoridades han adoptado una posición humanitaria para con los inmigrantes, pero que no permiten las ayudas extraoficiales. Hasta hace poco tiempo, ella trabajó para la organización Human Constanta, uno de cuyos objetivos era asistir a los inmigrantes. Sin embargo, como muchas otras ONG, Human Constanta fue cerrada por las autoridades. Las pocas organizaciones que no han sido cerradas temen iniciar una campaña para ayudar a los inmigrantes, puesto que las persecuciones a los promotores de iniciativas públicas no aprobadas por el Gobierno bielorruso son corrientes.

Nasta Loyka
Nasta Lojka, activista de la ONG Human Constanta.| Foto: Svaboda.org

Un debate público sobre los inmigrantes

La ayuda humanitaria forzada, organizada por las autoridades, ha generado resentimiento, asimismo, por parte de los inmigrantes. Incluso entre los periodistas e intelectuales de tendencia liberal, el sentimiento antinmigración es común. Es muy poco usual ver a una persona no eslava en las calles de Minsk o de cualquier otra ciudad. Todas las oleadas anteriores de inmigración a Europa han pasado por alto Bielorrusia. 

«La sociedad bielorrusa no está adaptada a los inmigrantes, no han tenido nunca esa experiencia», afirma Yury Drakakhrust, observador político del servicio bielorruso de Radio Europa Libre/Radio Libertad. Cita datos de una encuesta sobre el comportamiento adoptado para con los inmigrantes, realizada en 2016. Cuando se les preguntó qué debía hacer Europa con los refugiados, el 60 % respondió que los refugiados debían ser enviados hacia sus países de origen. La disposición para con los refugiados no dependía de las perspectivas políticas: tanto los partidarios de Lukashenko como los opositores compartían una fuerte inclinación antinmigración en 2016.

Yury Drakakhrust, observador político del servicio bielorruso de Radio Free Europe/Radio Liberty.| Foto: Svaboda.org

«Creo que con estas disputas nos encontramos dentro del mismo marco que otros europeos. Necesitamos hacer un esfuerzo espiritual y cultural, un debate público a este respecto. Después de todo, una vez que la democracia se consolide y que Bielorrusia florezca, el país se convertirá en un imán para los inmigrantes», afirmó Drakakhrust.

Inseguro para los inmigrantes

Durante todo el tiempo en que fue posible, los voluntarios polacos y los residentes locales ayudaron a los inmigrantes. Pero después de que se decretara el estado de emergencia en las regiones fronterizas de Polonia, la posibilidad de ayudar a los exiliados mermó considerablemente.

Piotr Bystranin, director de la Fundación Ocalenie (una fundación de rescate), acaba de regresar de la región fronteriza. Según afirma, solo hay voluntarios a algunos kilómetros de la frontera, donde el estado de emergencia ya no se aplica.

Los voluntarios polacos cuelgan estas bolsas en los árboles de los bosques. | Foto:: Iryna Arakhouskaya

«Podemos llegar a los inmigrantes solo fuera de esa zona. También ayudamos a aquellos que deciden quedarse en Polonia y demandar protección internacional aquí», afirmó Bystranin a Voxeurop. «Pero, en lo que respecta a las autoridades, nos enfrentamos a persecuciones. Sé que los voluntarios y los médicos cerca de la frontera están siendo vigilados. Algunos de ellos fueron amenazados y obligados a irse, a pesar de que no estaban infringiendo ninguna ley».

Según Bystranin, varios cientos de inmigrantes acudieron a la Fundación Ocalenie y recibieron ayuda de los voluntarios. Pero solo algunos pocos de ellos deciden pedir protección internacional en Polonia. La mayoría intenta llegar a Alemania.

«En términos de violencia física, Bielorrusia es más peligroso para los refugiados. También hay violencia del lado polaco, puesto que los guardias fronterizos fuerzan a los inmigrantes a volver a territorio bielorruso. Diría, en consecuencia, que ninguno de los dos países es seguro para los inmigrantes», afirmó Bystranin.

Los inmigrantes desesperados tras llegar a Bielorrusia

«No sabemos qué hacer. Ya no tenemos dinero para quedarnos en Minsk», afirma a Voxeurop una joven mujer que se presentó como Dila.

Dila y su familia llegaron a Minsk hace dos semanas. Después de ver los violentos videos de lo que ocurría en la frontera, decidieron no ir. Sin embargo, su familia tampoco podrá permanecer en Minsk durante mucho tiempo.

«Las personas que vemos en las fronteras son, a menudo, personas que fueron allí por desesperación. No tenían ningún otro lugar a donde ir. Ya no tienen nada en Irak. Su única apuesta era poder llegar a Alemania», afirma Aryna.

Según Nasta Lojka, permitirles a los inmigrantes sirios e iraquíes quedarse en Bielorrusia resolvería la crisis humanitaria. «No creemos que Bielorrusia sea un país completamente seguro para ellos. Pero es mejor que vivir en un bosque o en un centro logístico», comenta Lojka.

Soldados polacos que patrullan en la frontera revisan la documentación de un periodista, el 18 de noviembre de 2021. | Foto: Iryna Arakhouskaya

Ese tipo de actos humanitarios por parte de las autoridades bielorrusas, sin embargo, solo podrían esperarse si resultan beneficiosos, de alguna manera, para Lukashenko y su círculo. En este sentido, la suerte de los inmigrantes en Bielorrusia no es diferente de la de aquellos cientos de presos políticos bielorrusos, señala Nasta Lojka. «Ambos son rehenes de las autoridades bielorrusas. Ambos tienen un futuro muy incierto. Y es poco lo que podemos hacer. Y, finalmente, en ambos casos, los responsables son las autoridades bielorrusas», dice Lojka.

«Podría haber muerto en el bosque de Bielorrusia»

Musa, de 27 años de edad, es uno de los diez mil inmigrantes que lograron cruzar la frontera y llegar a Alemania.

«Tengo mucha suerte de estar en Alemania ahora. La policía es buena aquí. Nadie nos golpea, como en Polonia o Bielorrusia. Si no hubiese venido aquí, podría haber muerto en el bosque de Bielorrusia», comenta Musa a Voxeurop.

Musa vino a Bielorrusia a mediados de septiembre desde Erbil, la capital de la Región Autónoma Kurda. Con un grupo de otros kurdos, vino a la frontera con un guía bielorruso – un hombre desconocido con uniforme. Una vez en la frontera, los guardias bielorrusos se reunieron con los inmigrantes y les mostraron el camino a Polonia. Pero no fue fácil llegar allí, como se les había prometido. Durante casi dos semanas, Musa y sus compatriotas vivieron en el bosque cerca de la frontera. Los soldados polacos empujaban a los inmigrantes nuevamente a Bielorrusia, mientras que los guardias fronterizos bielorrusos los rechazaban con sus escudos.

Luego, una noche, Musa y una docena de kurdos lograron pasar por la frontera y llegar a Polonia. Tenían la localización exacta de una furgoneta que los llevó a Alemania, en un viaje que llevó alrededor de 10 horas. Durante casi dos meses, se quedó en un campamento en la ciudad de Eisenhüttenstadt, en la frontera entre Alemania y Polonia.

«Ahora estoy esperando mis nuevos documentos. Luego iré a otro campamento. Quiero aprender alemán y conseguir un trabajo aquí. Soy un hombre joven y puedo trabajar», afirmó Musa.

Ahora recuerda a Bielorrusia como un mal sueño. No esperaba que fuera tan difícil llegar a Alemania. Tras ver cómo se utilizaban camiones hidrantes y gases lacrimógenos contra los inmigrantes en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, se percata de la suerte que ha tenido de poder cruzar, finalmente, antes del invierno y de la escalada del conflicto entre las autoridades europeas y bielorrusas.

«Estoy a salvo aquí, pero todavía me siento muy estresado cuando leo las noticias sobre los kurdos en la frontera», dice. «Allí se trata a la gente como esclavos».


En colaboración con Evens Foundation


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