Reportaje Guerra en Ucrania | Besarabia

Todo tranquilo en el frente de Besarabia, entre el patriotismo y la nostalgia soviética

La cobertura de la guerra realizada por los medios de comunicación se ha centrado en la unión de los ucranianos ante un enemigo común, sin embargo, hay partes del país en las que aún yace oculta una simpatía en ebullición, fuerte pero silenciosa, hacia Moscú. Besarabia del Sur (o Budzhak, como la llaman los habitantes), ubicada en el extremo suroeste de Ucrania, es una de ellas.

Publicado en 2 junio 2022 a las 11:52

La mayoría de nuestras narraciones periodísticas sobre Ucrania han sido sobre un país unido firmemente contra la agresión rusa. Cualquiera concordaría con facilidad con la idea de que, contrariamente a sus objetivos, las acciones del presidente Vladímir Putin han consolidado de manera significativa la antes fracturada identidad ucraniana. La valiente conducta del presidente Volodímir Zelenski, que se ha convertido en una inspiración para una gran parte de nuestro mundo a la deriva y carente de liderazgo, ha incitado todavía más a las personas a reunirse alrededor de la bandera azul y amarilla. 

Según algunas encuestas, su tasa de aprobación, que era bastante baja antes de la guerra, supera ahora el 90 %. Asimismo, muchos rusos étnicos en Ucrania, que anteriormente pueden haber visto al gobierno de Kiev con resentimiento y sospecha, han cambiado de lado después de que los misiles de «liberación» de Moscú destruyesen sus propios hogares.

Si bien es cierto que la guerra ha reparado divisiones sociales y políticas que han subsistido en el país por un largo tiempo, la historia es más complicada sobre el terreno, según descubrí en un viaje reciente a la remota y todavía pacífica región de Ucrania conocida históricamente como Besarabia del Sur o, alternativamente, Budzhak (aquí solo la llamaré Besarabia de acuerdo con la preferencia local y por cuestiones de brevedad). Como es lógico, nuestros medios de comunicación han tendido a centrarse en lugares sumidos en el terror, la muerte y la ruina, en ciudades como Mariúpol, Járkov y Bucha. Pero lo que toma lugar en el «frente silencioso», lejos de las explosiones, puede resultar igual de consecuente.

Besarabia del Sur (el nombre «Budzhak» viene de la palabra turca para «zona fronteriza») es una franja de territorio desierto en el extremo suroeste de Ucrania y, administrativamente, forma parte del distrito de Odesa. Esta zona, que limita con el Dniéster, el mar Negro, el Danubio y Moldavia, pende como un apéndice en el mapa – un pariente menos glamuroso de Crimea. Es la región con más diversidad étnica del país, habitada por ucranianos y rusos, así como por grandes comunidades de búlgaros, moldavos, gagaúzos (cristianos ortodoxos que hablan lenguas túrquicas), albaneses y lipovanos (disidentes religiosos de Rusia del siglo XVIII, también conocidos como viejos creyentes). Si bien cada grupo ha preservado con cuidado su propia cultura y su propio idioma, el ruso se ha establecido como lengua franca durante los últimos dos siglos.

La historia de Besarabia es intrincada, por decir poco. Primero fue conquistada por el Imperio ruso a inicios del siglo XIX, después de una guerra con los otomanos, y fue nombrada oficialmente Besarabia. Esta también incluía a la mayoría de la Moldavia actual. La población de los tártaros nogayos fue expulsada y reemplazada por colonos cristianos, muchos de los cuales provenían de territorios gobernados por los otomanos.

En 1918, en el caos posterior a la revolución bolchevique, la región fue reclamada por Rumanía, que albergaba sus propios sueños expansionistas. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos la anexaron a su terreno brevemente, enseguida, los rumanos la reclamaron y, un año después, los soviéticos la recuperaron. Tras la disolución de la URSS en 1991, Besarabia del Sur permaneció dentro de la frontera de la Ucrania actual (el resto de la región pasó a ser parte de Moldavia).


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La presencia de Besarabia dentro de la Ucrania independiente no ha carecido de dificultades. Como otras regiones en el país – como sucedió en la mayoría de los lugares en la antigua Unión Soviética – fue devastada por la crisis económica de los años postsocialistas, pero a una escala aún mayor. El cierre de industrias como la del pescado enlatado y la disolución de granjas colectivas dejó a una gran parte de la población sumida en la pobreza y en el resentimiento. Varios empresarios sospechosos, a menudo vinculados con el antiguo Partido Comunista y la KGB, convirtieron la región en su feudo, sus negocios y sus comunidades personales. Lejos de las preocupaciones de Kiev, Besarabia se vio obligada a sobrevivir por su cuenta, fue abandonada y descuidada.

Es en este contexto que la nostalgia por la Unión Soviética se ha afianzado, exacerbada por la desconexión social y política de Kiev. Los partidos prorrusos han dominado consistentemente las elecciones de la región, al igual que en el este del país, y los grandes medios de comunicación rusos se han establecido como la fuente principal de información. La revolución de Maidán en 2014 recibió cierta hostilidad y la anexión de Crimea realizada por Putin fue celebrada por más que unos cuantos.

La reciente eliminación del ruso como lengua regional y un proyecto de reforma para la educación que exige a las escuelas que enseñen en ucraniano también se han convertido en cuestiones galvanizadoras, avivadas por la propaganda del Kremlin. De hecho, Besarabia tuvo su propio movimiento separatista de 2014 a 2015 incitado por la inteligencia rusa. Este buscaba establecer una «república del pueblo» sobre el modelo de Donetsk and Luhansk, pero la complicada guerra de Donbás redujo considerablemente el entusiasmo. Para evitar cualquier riesgo, los servicios de seguridad ucranianos actuaron con rapidez y se deshicieron de la conspiración desde la raíz.

Cuando habían pasado ya dos semanas desde el inicio de la guerra actual, tomé un ferry de Rumanía a Besarabia a través del Danubio. Mis contactos iniciales eran lugareños proucranianos, y a algunos de ellos los había conocido en visitas previas a la zona. Todos albergaban un nuevo sentido de patriotismo y determinación para resistir a la agresión rusa cueste lo que cueste.


«Solo ahora estamos comenzando a convertirnos en una sola nación política y a entender y valorar lo que es tener una Ucrania libre e independiente»

Yaroslav Kichuk, rector de la universidad Izmail State University of Humanities

Un amigo mío, Ivan Rusev, un ucraniano de ascendencia búlgara y uno de los ambientalistas más valientes y dedicados que conozco, junto con su colega Iryna Vykhrystyuk, directora del parque nacional Lagunas de Tuzly (en la costa de Besarabia que limita con el mar Negro), pasó de combatir cazadores furtivos locales a ayudar en la lucha contra una invasión extranjera. Yaroslav Kichuk, rector de la universidad Izmail State University of Humanities, la única institución de estudios superiores en el suroeste de Odesa, convirtió los dormitorios estudiantiles en un campo de refugiados y estuvo trabajando día y noche para ayudar a los necesitados.

«Solo ahora estamos comenzando a convertirnos en una sola nación política y a entender y valorar lo que es tener una Ucrania libre e independiente», expresó Kichuk. «El liderazgo ruso actual hizo mucho – entre comillas – para ayudarnos a abandonar las lealtades soviéticas y agilizar la formación de la condición de Estado de Ucrania». Conocí…

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