Opinion Discriminación de visados

El Sur global, vetado de la conversación climática por restricciones de visados

El sistema de visados impide a muchos organizadores del Sur global participar en conversaciones climáticas críticas. Según expone Serag Heiba, este patrón de exclusión, más que ser una oportunidad perdida para estos participantes potenciales, supone un menoscabo de la legitimidad del discurso climático global.

Publicado en 30 noviembre 2022 a las 14:38

Cuando Kelo Uchendu se preparó para la Conferencia sobre el Cambio Climático de Bonn de este año (SB56, junio de 2022), habían pasado tres años desde que rechazaran su anterior solicitud del visado alemán. En ese momento, era el único estudiante africano seleccionado entre un grupo de ingenieros para asistir a un programa en Dresde de promoción de carreras profesionales. La denegación del visado fue costosa y devastadora, pero no se quedó de brazos cruzados.

Fundó una organización de justicia climática para defender el aire limpio en Nigeria, su país de origen, inició estudios de posgrado y se unió al equipo de organización de la conferencia Mock COP26. Acudiría a Bonn como codirector de políticas del grupo de jóvenes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), sabiendo que su esfuerzo finalmente había dado frutos.

Pero lo cierto es que nunca llegó a la Convención. Antes de poder volar a Bonn, Alemania volvió a rechazar su solicitud de visado. Esta vez, le costó tres conferencias totalmente financiadas (además del SB56, supuestamente iba a asistir al Africa Energy Summit y a la cumbre Youth Energy Summit en la cercana Bruselas), innumerables horas de preparación y una reunión con Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la CMNUCC.

En los últimos meses, mientras miles de personas acudían en masa a las conferencias climáticas de la ONU en Europa, una cantidad alarmante de jóvenes líderes climáticos del Sur global eran excluidos de las conversaciones, debido a denegaciones de visados. No se trata de un fenómeno reciente, sino que lleva años sucediendo sin que las Naciones Unidas o sus Estados miembros europeos aborden el problema.

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Tuve constancia de la verdadera magnitud del problema cuando cinco jóvenes guineanos denunciaron que les habían denegado los visados para asistir a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC2022) de 2022 en Lisboa, a pesar de contar con acreditación oficial. Esto me llevó a investigar sobre experiencias similares de varios grupos de jóvenes, lo que supuso una avalancha de mensajes.

Ninguna garantía para los representantes del Sur global

A un activista ugandés que prefiere mantenerse en el anonimato, por miedo a que nunca pueda asistir a otra conferencia, ya le habían denegado el visado Schengen cinco veces. Los últimos dos rechazos llegaron con una diferencia de una semana entre sí, lo que le impidió asistir a la reunión Estocolmo+50 y a la conferencia SB56. Había conseguido financiación de los patrocinadores de EE. UU. y Reino Unido para asistir a ambas reuniones. Se supone que debe acudir a Frankfurt para dar una charla en otra conferencia, pero ha perdido la esperanza de lograr el visado alemán. La última denegación le hundió en una depresión durante meses y afectó gravemente al trabajo de su organización.

Activistas de Global Justice Now en la víspera de la COP26 en Glasgow. | Foto: Global Justice Now

Oluwaseyi Moejoh, una joven de Nigeria que recibió la beca National Geographic Young Explorer, así como el prestigioso premio The Diana Award por su iniciativa de educación medioambiental en once países africanos, no pudo lograr un visado portugués para asistir al Foro de la Juventud y la Innovación en la Conferencia de la ONU sobre los Océanos de este año. Fue la tercera vez que perdía una oportunidad así debido a problemas de visados y solo tiene 21 años.

Estocolmo+50 fue especialmente inaccesible para el Sur global. En menos de una semana, recibí más de veinte casos de visados rechazados o concedidos con retraso (además de lo que ya se había denunciado en línea). A pesar de la habitual promesa de la ONU de que se daría prioridad a las solicitudes de visados de los participantes de la conferencia y de que quedarían exentos de tasas (el coste de los visados con frecuencia supone varias semanas de ingresos medios en el África Subsahariana y en sur de Asia), las pruebas han demostrado que no ha sido así.

Tafadzwa Chando, coordinador de programas en Climate Live y activista climático de Zimbabue, solicitó el visado sueco en su país de origen, pero le dieron cita en una fecha posterior a la conferencia. Viajó entonces a los países vecinos de Zambia y Sudáfrica para solicitarlo allí y se lo denegaron las dos veces, a pesar de contar (al igual que el resto de los participantes) de una invitación directa de la ONU y una acreditación oficial para asistir a la conferencia.

Un patrón de exclusión

Incluso antes de que les llegue la denegación, muchos de estos jóvenes activistas deben superar inmensos obstáculos para solicitar el visado. Si la embajada no se encuentra en sus países, puede que tengan que viajar a otros países primero para solicitarlo allí. Mientras se procesan las solicitudes, no disponen de sus pasaportes y no pueden regresar a casa. Esto los deja varados, víctimas de un proceso lento y de embajadas que no responden, con lo que van acumulando cientos de dólares en gastos de hoteles y de viaje.

Los que gestionaron sus solicitudes a través de terceros como VFS han relatado experiencias especialmente negativas y tiempos de procesamiento lentos [nota del editor: un portavoz de VFS comentó que la empresa había advertido a los solicitantes de que, en este periodo de mayor demanda de viajes al extranjero, el procesamiento de visados podría tardar más tiempo del previsto.]

Una joven defensora de los océanos de la India que describió el proceso de obtención del visado como “insoportable” contaba cómo se echó a llorar en el consulado portugués de Goa cuando un malentendido sobre la cita (nunca recibió un correo electrónico que el consulado afirma que había enviado) amenazó con retrasar todo el proceso de solicitud justo días antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC2022.)


A través de lo que se denomina discriminación de visados, Europa bloquea el acceso del Sur global a reuniones cruciales sobre el medio ambiente


Al final, le concedieron el visado a menos de 48 horas de que iniciara el viaje y lo recibió con una reprimenda verbal del funcionario de visados. Se considera afortunada porque al menos logró asistir al Foro de la Juventud y la Innovación de la Conferencia y presentar su trabajo ante el secretario general de la ONU (con lo que su equipo logró la beca Innovathon).

Para aquellos menos afortunados, el proceso acaba en rechazo. A Kelo le dijeron que no podían verificar la autenticidad de sus documentos complementarios, mientras que él afirma que nunca intentaron verificarlos, pues nunca se pusieron en contacto con sus financiadores y su acreditación nunca se confirmó en línea. Le dijeron que existían "dudas razonables" de que abandonara el país después de que caducara el visado. “Vieron mi edad y mi nacionalidad y dieron por sentado que tenía pensado emigrar de forma ilegal. Para mí fue un insulto: tengo sueños, tengo aspiraciones, pero ninguna de ellas es vivir en su país como inmigrante ilegal”.

A otro joven activista le dijeron que su estado civil levantaba sospechas. Tiene 25 años y está soltero. ¿Acaso una persona tiene que casarse para que le permitan asistir a estas reuniones internacionales?

Existe un patrón en los casos descritos anteriormente y en muchos otros similares. En cada uno de ellos, un joven líder climático del Sur global que se ha desvivido para conseguir un valioso lugar en las conferencias de la ONU, que lleva años trabajando para representar a su comunidad y defender la acción medioambiental y que, con frecuencia, ha hecho lo imposible por conseguir financiación externa para poder pagar el viaje, solicita un visado europeo y se lo deniegan.

En última instancia, se trata de un problema que perpetúa la injusticia climática y pone en peligro la legitimidad del discurso y del gobierno climático global. Para los ciudadanos del Sur global, la discriminación de visados forma parte de sus vidas. Pero, cuando estas prácticas de visados discriminatorias dan forma al acceso a los niveles más altos del diálogo climático, debe ser un motivo de preocupación para todo el mundo.

El coste de la exclusión en las Conferencias sobre el Cambio Climático

Antes de que la COP26 llegara y se fuera sin lograr sus objetivos más importantes, muchas personas ya habían señalado que sería “la [COP] más blanca y más privilegiada de la historia”. Patricia Espinosa había advertido de que una de las claves para que la COP tuviera éxito era garantizar que no se excluyera ninguna voz ni ninguna solución. De hecho, la inclusividad y el multilateralismo están consagrados en la CMNUCC, y con razón. Todo el mundo tiene una función que desempeñar para lograr los objetivos del Acuerdo de París y evitar los efectos más desastrosos del cambio climático. Sin una representación igualitaria del Sur global, donde estos efectos se sufrirán con más gravedad, no hay esperanzas de que se encuentren soluciones y se cumplan. En lugar de ello, los países y las empresas más responsables de la crisis climática y a los que menos le afectan, tienen acceso libre a las negociaciones y, por consiguiente, influyen más en los resultados.

Más allá de la mesa de negociación, las estrategias efectivas de adaptación y mitigación climática necesitarán asociaciones entre el Norte y el Sur y acciones sobre el terreno. En el discurso climático, se ha reconocido en gran medida que los proyectos locales y dirigidos por las comunidades son componentes necesarios de una estrategia climática de éxito. Las voces que representan a las comunidades locales interactúan con la CMNUCC como observadores y como sociedad civil y, cada vez más, como juventud. Los jóvenes de todo el mundo en comunidades vulnerables y en primera línea lideran organizaciones y movilizan a más personas a su alrededor.

Sin embargo, en lo que respecta a la juventud, las prácticas de visado exclusivistas que afectan a los jóvenes activistas del Sur global son otro indicio de que la participación de la juventud en la CMNUCC sigue siendo simbólica y no se ha ideado para que sea significativa. Mientras se denegaba el visado sueco a decenas de líderes climáticos jóvenes, la CMNUCC proclamaba en su página: “La juventud será el centro de atención en Estocolmo+50”. A pesar de la abundancia de oportunidades para hacerse fotos, se hace muy poco para aprovechar la enorme fuerza de movilización de la juventud y el potencial positivo que posee en sus comunidades. 


“Vieron mi edad y mi nacionalidad y dieron por sentado que tenía pensado emigrar de forma ilegal. Para mí fue un insulto: tengo sueños, tengo aspiraciones, pero ninguna de ellas es vivir en su país como inmigrante ilegal” – Kelo Uchendu, activista climático


Por otro lado, se transmite el mensaje de que los jóvenes defensores del Sur global son menos merecedores de un lugar en las reuniones de la ONU que sus homólogos del Norte global. Esto no solo se percibe en la denegación de visados, sino en todo el proceso de obtención de los mismos. En concreto, muchos jóvenes africanos denuncian que se enfrentan a actitudes hostiles y que reciben un trato desigual, ya que se les exige una serie de requisitos que no les pide a los demás. ¿Cómo puede esperar África otra cosa que no sea exclusión y olvido, cuando deniegan a sus activistas y a la sociedad civil su lugar legítimo en las salas de conferencia y en las mesas de negociación en Europa?

Si la ONU y sus Estados miembros europeos quieren cumplir los valores de la CMNUCC, deben analizar detenidamente cómo estas prácticas exclusivistas de visados están restando legitimidad al gobierno climático global e institucionalizando la desigualdad.

Un ciudadano del Norte global puede decidir en cualquier momento hacer las maletas y visitar el Sur global. Pero parece que alguien del Sur global que se prepara con meses de antelación y cuenta con toda la documentación, con la financiación y con una invitación de Naciones Unidas, no puede garantizar que su voz se escuche en las conversaciones más importantes que dan forma a nuestro futuro colectivo.

Algunos jóvenes líderes climáticos del Sur global ya han decidido que no asistirán a más conferencias en Europa y que, en su lugar, esperarán a que se celebren eventos en otros lugares, como, por ejemplo, la recientemente finalizada COP27. Si la ONU y sus Estados miembros europeos quieren cumplir los valores de la CMNUCC, deben analizar detenidamente cómo estas prácticas exclusivistas de visados están restando legitimidad al gobierno climático global e institucionalizando la desigualdad.

La COP27 ha sido la primera conferencia desde 2017 que se ha celebrado fuera de Europa y eso ha planteado muchas expectativas. Apodada como la “COP de África” y la “implementación COP”, ha sido la segunda COP con más asistentes en la historia y en ella por fin todos los países han acordado un innovador fondo destinado a pérdidas y daños. A pesar de esta victoria, se ha avanzado poco en la eliminación gradual de los combustibles fósiles (tal y como señala Fiona Harve, la COP27 puede que haya supuesto el golpe mortal del mantenimiento del calentamiento por debajo de 1,5 ºC).

Pero, para los jóvenes, la COP27 ha sido un paso en la dirección correcta para que les reconozcan como un grupo de interés igual en la agenda climática: el Pabellón de Niños y Jóvenes ha sido el primer espacio de este tipo creado en una conferencia climática de la ONU. 

Si se sigue sin abordar la persistencia de esta exclusión estructural, puede que sea el momento de reconocer que la CMNUCC se ha ideado para ser únicamente un proceso dirigido por las partes en el que no se responsabiliza a las naciones, en el que la inclusión sigue siendo una fantasía apenas disimulada y en el que los intereses nacionales priman sobre la acción climática global.

👉  Artículo original en Green European Journal

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