El primer ministro Donald Tusk junto a su principal adversario, Jarosław Kaczyński.

Elecciones bajo hipnosis

El 9 de octubre, los polacos eligen a sus diputados. Al optar entre los liberales del primer ministro saliente Donald Tusk y los conservadores de Jarosław Kaczyński, también votarán por una de las dos visiones radicalmente opuestas del estado del país. Pero tanto unos como otros podrían desengañarse rápidamente.

Publicado en 7 octubre 2011 a las 14:56
El primer ministro Donald Tusk junto a su principal adversario, Jarosław Kaczyński.

Según donde se fije la vista o donde se dirijan los oídos y según el diario que se lea, Polonia, en este otoño de 2011, es:

A. Un país caracterizado por un crecimiento sostenido, una inflación débil, una deuda pública insignificante, un índice de paro poco elevado, un espíritu empresarial sin igual y una juventud resplandeciente. Un país seguro en todos los sentidos, afianzado en la OTAN y en la Unión Europea y bien valorado en el ámbito internacional.

O bien...

B. Un país al borde del abismo, sacudido por la crisis, desmoralizado, humillado y oprimido por sus socios de la Unión Europea y dirigido por una pandilla de traidores enviados por Moscú e ineptos en el ámbito mercantil. En otras palabras, un territorio con amplias zonas de pobreza y desesperación, donde los jóvenes no tienen ninguna posibilidad de percibir un sueldo decente por realizar un trabajo decente.

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Si tras las elecciones del 9 de octubre sigue en el poder la Plataforma Cívica (PO) y si Donald Tusk conserva su puesto de primer ministro, su Gobierno deberá esforzarse para mantener en la sociedad polaca la percepción de la Polonia de la descripción A. No será una tarea fácil, sobre todo ante la inminencia de la segunda oleada de la crisis. En cambio, si el vencedor de las elecciones es el PiS [Derecho y Justicia, conservador], Jarosław Kaczyński no tendrá otra opción que ejercer de salvador, dispuesto a reconstruir la Polonia B, la que está en ruinas y arrasada. Sus electores esperan que dé trabajo a los que no lo tienen, que salve a los pequeños comercios amenazados por las grandes superficies, que proteja a los agricultores contra el granizo y las tormentas. Con un toque de varita mágica, hará desaparecer las listas de espera en los hospitales, restablecerá la puntualidad de los trenes y cubrirá con autovías todo el territorio nacional.

Los dormidos contra los despiertos

Como es evidente, Polonia no está ni arruinada ni tampoco es un país floreciente. Ante todo, se encuentra profundamente dividida. No entre los "polacos libres" y los "traidores", como plantean los partidarios más radicales del PiS, ni entre los "europeos" y los "reaccionarios", como afirman los seguidores de la Plataforma y los medios de comunicación de izquierda.

Actualmente, más bien nos encontramos ante la "Polonia dormida" y la "Polonia despierta". La primera cree lo que dice el Gobierno del PO, es decir, que todo va bien, que no hay absolutamente nada que temer con Donald Tusk que, como Moisés, nos dirigirá a través de la crisis. Hasta ahora, estas canciones de cuna han funcionado sorprendentemente bien y nuestros compatriotas, encantados con sus vacaciones en Egipto, deslumbrados con la pantalla de plasma que acaban de adquirir, el nuevo ordenador portátil y el pequeño balón hinchable con el emblema de la UE, han podido dormir a pierna suelta, cansados por la orgía consumista.

Pero el poder hipnótico de Tusk pierde intensidad. Cada vez más "dormidos" se unen a los "despiertos". Éstos se muestran furiosos, exigen un cambio, hacen un llamamiento a la revolución, a barrer a la Plataforma y a tirarla al cubo de la basura.

No obstante, la ira de estos "despiertos" les somete a su vez a una especie de hipnosis. Es imposible juzgar razonablemente el estado del país en el año 2011. Puede que los tres últimos años de turbulencias económicas no hayan sido más que el preludio de la gran depresión, que se acerca a grandes pasos. Y cuando nos azote de lleno, el primer ministro Tusk (si mantiene el puesto) no tendrá tiempo de secar las lágrimas de las mujeres desesperadas y el primer ministro Kaczyński (si llega a serlo) no podrá deshacerse de sus ganaderos encolerizados.

Un gigante con pies de arcilla

En los últimos siete años, el crecimiento económico polaco se ha sostenido en gran medida gracias a los fondos comunitarios. Pero en el futuro, este flujo ya no será tan abundante. Los fondos europeos de los nuevos países se pondrán en la lista de espera: es el caso de Croacia, quizás también de Serbia, y en algunos años puede que también de Ucrania. Habrá que compartir, ya que sabemos que la bolsa comunitaria se reducirá.

Gracias a los miles de millones de la UE, hemos dado un salto de civilización, pero seguimos sin estar preparados para que se desconecte el gotero. Según el Banco Mundial, el crecimiento económico medio en Polonia se encuentra en el 3,9% en el último decenio. Pero este impresionante crecimiento eclipsa otros problemas. Como miembro de la Unión Europea, con una amplia base industrial (en parte heredada de la época socialista), y una mano de obra relativamente barata, Polonia debería ser la campeona en las exportaciones. Sin embargo, la parte de las exportaciones y del PIB polaco desciende constantemente desde el otoño de 2008. En cuanto a las inversiones extranjeras per capita, nos encontramos claramente distanciados de los checos, los húngaros, los eslovacos y los eslovenos. Quizás seamos el único país del mundo que desde hace 20 años no deja de "abrir las barreras al mundo empresarial". Aunque sin muchos resultados.

Una generación estéril

Pero el mayor desafío de Polonia es su hundimiento demográfico. En el primer semestre de este año, el índice de crecimiento demográfico fue negativo por primera vez en seis años. No supera el 1,4% desde hace años. Según las previsiones de la ONU, en 2035 la población polaca se reducirá a 34 millones de personas. Entonces la pregunta que se plantea va más allá de quién pagará nuestras pensiones.

Paradójicamente, cuanto más moderna es nuestra sociedad, más grandes son los riesgos que corre. En esta sociedad, el colegio tradicional se sustituye por la fábrica de profesionales especialistas en tests, los libros por la televisión, los maridos y las esposas por los "compañeros" y las "compañeras". Somos los arquitectos de una sociedad de egoístas ignorantes, poco creativos, sin opinión sobre cualquier tema, poco propensos a reproducirse, muy dispuestos en cambio a exigir al Estado la garantía de un futuro justo que ni ellos mismos pueden gestionar, al estar demasiado ocupados con el "nordic walking", el "fitness" y el "wellness".

Cuanto antes se den cuenta de ello las élites políticas, mejor. Aunque no descartamos que opten por adaptarse a estos cambios en lugar de intentar detenerlos.

Elecciones

Tusk podría “entrar en la historia”

Si la Plataforma Cívica (PO) ganase el escrutinio del 9 de septiembre, Donald Tusk sería el primer jefe de Gobierno polaco que se mantendría en el poder, lo que le haría "entrar en la historia", recoge Gazeta Wyborcza. "La historia reciente de Europa confirma que la duración de una legislatura no es suficiente para rematar las inversiones estratégicas o para llevar a cabo una reforma global", y precisamente lo que se reprocha al primer ministro y al partido en el poder es esa actitud demasiado pusilánime frente a las reformas.

Para el politólogo Aleksander Smolar,entrevistado por la Gazeta Wyborcza, la PO es un partido "previsible, pacífico y moderado", y por eso mismo es preferible votarlo. Puesto que, tal y como señala el editorialista de Polityka Jerzy Baczyński,una victoria del PiS constituiría "un retorno a un gobierno paternalista de naturaleza postcomunista en la práctica, con una ideología oficial de Estado y una figura de gran sacerdote, donde habría que pagar con conformismo el precio de la seguridad". Dos días antes de las elecciones, una cuarta parte de los electores polacos todavía se encuentran indecisos.

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