Croacia no es ni Grecia ni España. La primera ministra Jadranka Kosor, no es Yorgos Papandreu ni José Luis Rodríguez Zapatero. Y el jefe de la oposición social-demócrata Zoran Milanovic no es ni mucho menos Lucas Papademos, Mario Monti o Mariano Rajoy.
Está claro que la deuda, el paro, la recesión y los escándalos políticos sin fin que sacuden Croacia, un modesto país en los límites de Europa Central, a orillas del Mediterráneo y llamando a las puertas de Europa, no tienen influencia en el destino del euro. Incluso Der Spiegel, conocido por sus posiciones críticas, considera que Croacia sigue mereciéndose su billete de entrada a la Unión Europea, algo que ha logrado con dificultades.
Tres o cuatros años para evitar la quiebra
La situación económica empeora en Croacia, pero Europa y Washington, enfrentados a problemas más graves, no se preocupan excesivamente por el hecho de que la deuda pública croata roce el umbral de lo que es aceptable según los criterios de convergencia del euro (llega ya al 57% del PIB), o de que el paro aumente, incluso durante los meses de más auge turístico, o de que Croacia no muestre ningún signo de recuperación económica y que, el 15 de marzo, cuando Zagreb presente sus presupuestos, la calificación de su deuda soberana se pondrá por primera vez a prueba, mientras el tipo de interés de las obligaciones del Estado va camino del 7%.
Croacia se acerca (si es que no los ha superado) a los indicadores que han provocado la crisis europea, aunque su deuda sea inferior a la de Grecia y a pesar de que el paro se encuentre lejos del récord de España y de que los tipos de interés de las obligaciones del Estado no lleguen a los de Italia. De media, la deuda de Croacia es inferior a la de la mayoría de los países de la eurozona, pero el crecimiento se encuentra en punto muerto, las reformas se han congelado, al igual que las inversiones en nuevas tecnologías, y los inversores le han dado la espalda.
Antes de que se produzca su adhesión a la UE (en julio de 2013), deberá concluir la privatización y el saneamiento de los astilleros navales. Y si la coyuntura actual no cambia y el déficit público continúa incrementándose (entre 15.000 y 17.000 millones de kunas actualmente, es decir, entre 2.000 y 2.300 millones de euros), Croacia tardará 77 y no 7 años en unirse a la eurozona.
Croacia aún no se encuentra al borde de la quiebra, pero con la política actual, le quedan tan sólo 3 o 4 años de margen, opina Zeljko Lovrincevic, consejero económico de Jadranka Kosor. Según Mate Crkvenac, exministro de Finanzas del Gobierno socialdemócrata (2000-2004), la situación económica es aún peor que la de 2000, y el nivel de vida de los croatas se ha reducido al menos en un 20%.
La única víctima regional de la recesión
Mientras la crisis afecta a los países "grandes", formar parte de los "pequeños" puede constituir una ventaja. Excepto si, como es el caso de Croacia, es la única de la región víctima de la recesión. Y más cuando Croacia, junto a Eslovenia, fue la locomotora del desarrollo regional. Los países "pequeños" están menos expuestos al contagio que los "grandes" (basta con observar los temores que inspira el caso de Italia, la tercera economía de la eurozona), pero desde el momento en que se adhiera a la UE, Croacia quedará sometida a las mismas reglas del juego.
Por consiguiente, Zoran Milanovic, al que los sondeos dan como vencedor en las elecciones legislativas del 4 de diciembre, se verá obligado a volar a Bruselas o a Luxemburgo al día siguiente de las elecciones, al igual que lo hicieron Mario Monti o Lucas Papademos. Después, si se aceptan las medidas de control presupuestario recientemente propuestas por Bruselas, también deberá presentar a la Comisión Europea su proyecto de presupuesto, antes incluso de que se vote en el parlamento croata.
El nuevo presidente de Gobierno español Mariano Rajoy anunció públicamente que obedecería a Bruselas y ha vinculado el futuro de España al del Banco Central Europeo. En Croacia sin embargo sueñan con entrar en la eurozona sin realizar compromisos adicionales. Se afirma que no cambiará nada, sobre todo en lo que respecta a los privilegios de ciertas categorías sociales, o se promete que lo que cambie no acarreará ningún coste. "No se despedirá a nadie", nos dicen. Mientras tanto, se ha perdido un año entero. Y para Croacia, el despertar corre el riesgo de ser duro.