Al final de la cumbre, David Cameron camino de la rueda de prensa el 9 de diciembre de 2011 en Bruselas.

Una unión que sale cara

Indudablemente, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han dado un gran paso hacia su objetivo: la unión fiscal. Pero ¿a qué precio? Gran Bretaña ha quedado excluida y las alternativas parecen bien simples: el rescate o el hundimiento de la Unión.

Publicado en 9 diciembre 2011 a las 14:21
Al final de la cumbre, David Cameron camino de la rueda de prensa el 9 de diciembre de 2011 en Bruselas.

¿Se ha salvado al euro esta noche o pasarán estas diez horas a la historia por haber sido el escenario del hundimiento de la UE? Sea como fuere, los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la Unión no hubiesen podido escenificar de una manera más dramática el final provisional de la operación ‘Rescate del euro’.

Antes incluso del propio Consejo del pasado jueves por la noche, Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y David Cameron ya se habían reunido. Una cosa era segura, el británico iba a jugar un papel crucial en las horas siguientes. Después tuvo lugar un debate encarnizado, incluso a veces rudo, antes de que, poco después de las cinco de la mañana, el presidente francés diese a conocer el resultado de las negociaciones de la noche.

¿Quién es el responsable?

Para ser más precisos, hay que hablar de los dos resultados, y durante los días y las semanas que se avecinan, la cuestión será saber cuál de los dos tiene más peso: ¿que los Estados miembros de la zona euro hayan acordado aplicar normas más estrictas de su política financiera o que en dicho pacto no vayan a participar todos los países de la UE?

Desde el principio, Alemania ha adoptado una postura sin ambages: Merkel hubiese deseado lograr una modificación de los tratados europeos con el conjunto de los 27 Estados miembros. Aunque tampoco había dejado lugar a dudas de que, en caso de necesidad, se contentaría con los 17 Estados de la eurozona y con otros que se prestasen voluntarios. La unidad en torno a este asunto era para ella más importante que la unión de los 27.

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En todo esto, Merkel podía contar con el firme apoyo del presidente francés. A partir de ahora, está previsto que 23 países se comprometan a incluir en sus legislaciones nacionales una regla de oro presupuestaria, y que habrá sanciones casi automáticas para quienes incumplan en materia de déficit. El tratado sobre el euro debería estar terminado para marzo.

El precio político que hay que pagar para este compromiso resulta sin embargo bastante alto. Gran Bretaña y Hungría ya han dejado claro que no formarán parte del mismo [aunque Hungría ya se ha desdicho]; Suecia y República Checa consideran que previamente sus Parlamentos deben otorgar a sus Gobiernos un mandato con ese fin. Nada muy diferente de lo que algunos había descartado antes incluso de que la cumbre hubiese terminado.

Cameron llevaba la peor baza

¿Quién es el responsable de esta división? El primer ministro británico David Cameron que, justo el momento de tomar la decisión final, ha exigido que se estipulase como excepción unas reglas para defender el sector financiero de su país — ¿o bien es Angela Merkel, que ha sido la primera en plantear la cuestión de la modificación del tratado en el orden del día?Cameron llevaba la peor baza. Ahora se encuentra aislado y sin haber conseguido nada para Gran Bretaña. Cuando se conoce a Merkel, maestra de los juegos de poder, se diría que ella hubiese debido advertírselo.

A pesar de todo, este éxito en las negociaciones se pagará caro. Porque no sería acertado pensar que Alemania cuenta con el apoyo inquebrantable de los 22 Estados [23 si finalmente se suma Hungría]. La mayoría de los jefes de Gobierno siguen a Merkel a paso de cangrejo — no por convicción, sino porque saben que no es posible alcanzar ninguna solución para la crisis de la deuda si Alemania está en contra. Incluso quienes apoyan fehacientemente las exigencias alemanas — la primera la de la disciplina presupuestaria — no están convencidos de que sea el mejor momento, ni el mejor enfoque.

En lo sucesivo, los Estados de la zona euro van a concluir su propio tratado internacional, que coexistirá junto a la actual jurisdicción de la UE. Un camino en el que hay muchas trampas. Algunos juristas dudan incluso que ese tipo de tratado paralelo sea simplemente aceptable.

¿Vale la pena este juego? Si poner freno al endeudamiento y definir sanciones supone una fractura en el seno de la UE ¿merece la pena? Puede que esto parezca inaceptable, pero a fin de cuentas, serán los mercados quienes decidan. Si se dejan convencer, Merkel pasará a la historia como la salvadora del euro. Y si la especulación continúa sin dar un respiro, la canciller alemana permanecerá en nuestras memorias como la que hundió una divisa de la UE.

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