Foto : Spencer Finnley /Flickr

La UE: conformista a su pesar

Veinte años después de la caída del Muro de Berlín, la esperanza que inspiró el evento se está frustrando por una Unión Europea cuyo objetivo es “estandarizar comportamientos y actitudes”, según expone Henry Porter en The Observer.

Publicado en 11 noviembre 2009 a las 15:54
Foto : Spencer Finnley /Flickr

Cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anuncia la prohibición de los crucifijos en los colegios italianos, se puede celebrar la marcha liberal del secularismo o lamentar el ataque iliberal de la expresión religiosa y la tradición nacional.

Quizás exista una tercera opción, que consiste en afirmar que esto no tiene nada que ver con los derechos y todo que ver con el impulso maníaco de la UE de estandarizar el comportamiento y las actitudes, del mismo modo que regula el transporte de ganado y las especificaciones de seguridad de las nuevas máquinas cortacésped. La cuestión del crucifijo no es de la incumbencia de la UE y, ahora que celebramos la caída del Muro de Berlín este fin de semana, quizás sea el momento de recordar que los últimos europeos que prohibieron la exhibición de símbolos religiosos en los colegios pertenecían a los regímenes comunistas del este.

Escéptico por el amor a Europa

Veinte años después, una institución europea se afana por implantar el secularismo alegando que el hijo de una entrometida atea de origen finlandés en el norte de Italia podría haber aplazado momentáneamente sus clases. Es motivo suficiente para volverse euroescéptico, y por otra parte, el euroescepticismo me parece la única postura responsable de un demócrata inteligente, ahora que el Tratado de Lisboa se ha ratificado finalmente. El escepticismo no es un reflejo de hostilidad, sino más bien de un sentido de alerta que evalúa cada nueva oficina, cada nuevo e impreciso comité o directiva opaca y se pregunta: "¿Es bueno para nuestra sociedad?" El escepticismo sugiere que las instituciones de la UE son sólo capaces de malgastar y de fallar, tal y como lo hacen las nacionales y que al ser tan ajenas a la vida diaria, estos fallos puede que no se detecten hasta que sea demasiado tarde.

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Y aún así, es igualmente importante destacar que cuando los líderes europeos se reúnen en Berlín para celebrar la caída del Muro, parece indigno de la ocasión que lo estén utilizando como una oportunidad para designar un presidente de Europa. La cuestión es que la coronación tendrá lugar sin la participación del pueblo en el preciso momento en el que Europa celebra la revolución más importante y pacífica de la historia.

Las manifestaciones que comenzaron en Leipzig y se extendieron a Dresden, Karl-Marx-Stadt, Potsdam, Halle y por último a Berlín fueron una reafirmación de la existencia del pueblo, de su necesidad de que se le reconociera, se le respetara y se le consultara. "Somos el pueblo", gritaron ese otoño. Cualquier persona que estuviera allí recordará la insólita expresión en los rostros de los alemanes del Este cuando atravesaban el paso fronterizo de Checkpoint Charlie por primera vez. Ese fin de semana se percibía un resplandor que hacía que todo pareciera posible y es eso lo que se está mancillando de forma inconsciente con el acuerdo entre bastidores para nombrar un presidente no elegido.

Un buen momento para hacerse preguntas

Los eventos de los últimos 20 años estaban abocados a no estar a la altura de la promesa de ese momento. Pero merece la pena reconocer que perdimos una oportunidad de crear una Europa que no se basara simplemente en la satisfacción material ni en el crecimiento económico para legitimar sus instituciones. La forma más pura de euroescepticismo sostiene que no basta con crear una gran unión consumista al mismo tiempo que se retiran discretamente los símbolos de la vida espiritual de las aulas.

El auténtico euroescepticismo puede sugerir que es una buena idea examinar en primer lugar los valores que impulsan a la Unión Europea y en segundo lugar, concentrarse en lo que estamos creando y en la forma de hacer esas instituciones más transparentes y receptivas.

La UE te está vigilando

El aniversario es el momento idóneo para preguntarnos si realmente sabemos qué ocurre en Europa. Por ejemplo, ¿alguien ha oído hablar del comité permanente creado por el Tratado de Lisboa que establecerá la primera política de seguridad coordinada de la UE, los planes de vigilancia a gran escala, el uso de sistemas conocidos como Adabts(detección automática de comportamientos anómalos y amenazas en lugares concurridos) y el uso compartido de bases de datos de ADN? ¿Qué hay de los planes de la UE de realizar un seguimiento de todos los vehículos, que podría utilizarse perfectamente para controlar los movimientos de una persona? Me pregunto cómo podrían haberse implantado en las autopistas del Este.

En 1990, Vaclav Havel afirmó que todos los gobiernos, incluso los regímenes totalitarios, son responsabilidad de los pueblos. "Todos somos responsables, en diferentes grados, del funcionamiento de la maquinaria totalitaria. Ninguno de nosotros es sólo su víctima. También colaboramos en su creación. No nos equivoquemos: ni el mejor gobierno del mundo, ni el mejor parlamento y ni el mejor presidente pueden lograr mucho por sí solos. La libertad y la democracia implican participación, y por lo tanto responsabilidad, de todos nosotros". Son palabras de un escéptico inteligente, a quien merece la pena escuchar en este aniversario.

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