"La salida está por aquí". El presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso (a la derecha) acompaña al primer ministro húngaro Viktor Orbán en Bruselas, en junio de 2010.

Bruselas tiene un plan para apartar a Orbán

Al amenazar a Budapest con sanciones financieras y apertura de diligencias si el Gobierno no cambia de política económica y judicial, la UE parece haber abierto un proceso que le permitirá deshacerse del primer ministro como ya lo hizo con Berlusconi o Papandreu. Pero esta vez no será tan simple.

Publicado en 12 enero 2012 a las 15:38
"La salida está por aquí". El presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso (a la derecha) acompaña al primer ministro húngaro Viktor Orbán en Bruselas, en junio de 2010.

Ha hecho falta año y medio para que Viktor Orbán se quede al margen de la política europea. Lo cual nos resulta molesto a nosotros y a los Gobiernos occidentales que no saben muy bien qué hacer con su antiguo aliado.

¿Puede hacer Occidente que Viktor Orbán se retire?, me plantea un amigo. Al fin y al cabo, ya lo hizo con el italiano Berlusconi o el griego Papandreu y ha colocado en sus puestos a hombres de su confianza, tecnócratas del mundo financiero, hombres más previsibles y razonables. Lo que estaba en juego tenía enjundia porque se trataba de dos Estados de la zona euro y Bruselas (en realidad Berlín y París) temía que la incertidumbre política y económica perjudicara la estabilidad de toda la zona. Salvaron lo que todavía podía salvarse.

Difícil destituir desde el exterior

Pero Hungría no pertenece a la zona euro y al final únicamente los bancos austriacos se preocupan verdaderamente por nosotros, eso sí, bastante. La Comisión Europea amenazó ayer con abrir procedimientos sancionadores contra nosotros, y eso indica que los intentos forzados del Gobierno por conservar el poder y mantener su política económica no ortodoxa inquietan seriamente a Bruselas.

Pero el “caso húngaro” es un verdadero quebradero de cabeza. No es fácil destituir a un primer ministro desde “el exterior” cuando ha resultado electo y cuenta con dos tercios de los escaños del Parlamento. Aún es más difícil si la oposición está fragilizada. A pesar de todo lo que pueda argumentarse, el régimen democrático es importante en los Estados miembros de la Unión Europea, dado que todos los políticos le deben su poder a dicho régimen.

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Únicamente de manera provisional, y en caso de extrema necesidad, se recurre a los Gobiernos de tecnócratas, porque incluso en Occidente, la mayoría de los políticos desconfían de ellos, dado que no han pasado por todas las etapas de la vida política y no se han sometido a la aprobación de los votantes. En el caso de Hungría, hace falta que también tomen en consideración que una presión excesiva puede desencadenar el efecto contrario al previsto y llevar más agua al molino de Jobbik [partido de extrema derecha].

En política todo se olvida rápido

En la actualidad, se barajan dos guiones que podríamos seguir. El primero, y la advertencia de Bruselas va encaminada en este sentido, es que se otorgue una oportunidad más a Viktor Orbán si se muestra más flexible con respecto a la ley sobre el banco central [que aumenta el control del poder sobre el mismo] y la jubilación de los jueces [considerada como una manera de depurar la magistratura]. Y, sobre todo, si está dispuesto a replantearse su política económica sobre las negociaciones con el FMI. Algunos no llegarían a abrazarlo, pero en Europa, en política, todo se olvida rápidamente.

Merece la pena recordar la indignación que levantó el canciller austriaco Wolfgang Schüssel cuando, en 2000, conformó una coalición gubernamental con el Partido de la Libertad de Jörg Haider. El escándalo se apaciguó acto seguido y Schüssel gobernó sin reparos hasta 2007.

Si al Gobierno actual le resulta muy difícil, o inverosímil, venderle a la opinión pública el cambio político exigido, se contempla un segundo guión posible. Recurriendo a la red del PPE [Partido Popular Europeo, al que pertenece el Fidesz de Orbán], se va a tratar de buscar a alguien dentro del seno del Fidesz que pueda ocupar el puesto de jefe de Gobierno.

Aún es un proceso en el que se va a tientas y no hay que hacerse ilusiones, pero este constituye verdaderamente el guion de la peor catástrofe posible.

Contrapunto

Presiones contraproducentes

Ante la perspectiva de que Hungría sea sancionada por la UE, el diario de derechas MagyarNemzetcompara a la prensa socio-liberal con los húngaros estalinistas, “que se pusieron en contra de su patria con tanto odio. En cualquier caso, resulta asombroso que los periodistas de izquierda se alegren al ver a nuestro país criticado y castigado”.

El diario llega incluso a asegurar que “incluso el comisario europeo Ollie Rehn es más objetivo que la izquierda húngara, al reconocer que la acción de la UE por infracción presupuestaria contra Budapest sería desconcertante”. El comisario de Asuntos Económicos y Monetarios simplemente explicó que podría parecer sorprendente el hecho de sancionar a Budapest cuando su déficit fue inferior al 3% en 2011, pero que esta cifra únicamente se debe a la nacionalización de los fondos privados de pensiones.

Magyar Nemzet opina que, ni la Comisión Europea ni Estados Unidos, que critican por igual al Gobierno de Orbán, “piensan en el efecto boomerang que nosotros sí conocemos: los húngaros considerarán los ataques contra el Gobierno como ataques al propio país”.

Esta opinión la comparteen Bucarest el semanario Revista 22:

El mayor error de las cancillerías occidentales sería creer que pueden actuar en el caso de Orbán como hicieron con Silvio Berlusconi o Yorgos Papandreu. Orbán cuenta con el apoyo incondicional del presidente Pal Schmitt y fue elegido en 2010 con más del 50 % de los votos de los húngaros. La presión exterior para apartar a Orbán, receptáculo de las frustraciones recientes e históricas de los húngaros, puede tener consecuencias más graves para la UE, en primer lugar, la ascensión del partido de extrema derecha Jobbik.

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