Elige un idioma
Todo se compra en el libre mercado de votos europeos. El pasado 20 de mayo, el candidato Giacomo Mancini estaba de gira en Apulia para convencer a la gente de la provincia de Bari de que votaran por él, cuando recibió una llamada a su teléfono móvil. Su número es el mismo desde hace ocho años, miles de personas lo conocen. «Mi interlocutor me dice que es un militante político y que quiere conocerme. Nos citamos en Andria. Yo soy alguien que vive desde siempre en medio de la gente y la transparencia ha sido mi bandera».
La cita resultó una sorpresa. Mancini se encontró con tres hombres que le explicaron que controlaban diez distritos y que ponían a su disposición un paquete de 2000 votos garantizados. «A cambio de una cruz junto a mi nombre tenía que pagar tres mil euros». A ese precio es una ganga: 1,5 euros el voto. «Mi equipo y yo bromeamos con ese tipo de cálculos. Pero no vacilé en despedir a los tres tipos diciéndoles que yo no compro votos, sino que los gano». Y ¿cómo reaccionó el trío? «Nada. Se dieron la vuelta y se marcharon. Sin duda para proponer lo mismo a otro candidato».
Mancini no avisó a la policía. Prefirió contar esta historia –que no es un caso aislado– delante de los electores. «Las campañas electorales son caras, y se pone en contacto con nosotros mucha gente que propone montar comités de apoyo». ¿Gratis? Desde luego que no.
Desde Apulia hasta Sicilia la historia se repite. Rosario Crocetta es alcalde de Gela. Se ha pasado la vida plantándole cara a la la mafia local y vive bajo amenaza desde que despidió de la alcaldía a la mujer del jefe de clan Daniele Emmanuello. Durante la campaña electoral, al igual que el resto del año, Crocetta sólo se desplaza con su escolta. Pero eso no ha impedido que algunos mafiosos se pusieran en contacto con su equipo y le propusieran un paquete de votos. «Tenía que pagar 400 euros por grupos de 500 votos». En comparación con Apulia –80 céntimos por papeleta– es casi la mitad del precio.
El alcalde de Gela explica los mecanismos. «Durante la última semana, el precio de un solo voto en Sicilia sube hasta 50 o 60 euros. Sin esto no se podría explicar cómo algunos candidatos desconocidos cosechan miles de votos y logran ganar un escaño. La historia de Antonello Antinoro, el antiguo adjunto al patrimonio cultural del Gobierno de la región de Sicilia, investigado por haber obtenido votos a cambio de favores y, de nuevo, candidato de la UDC para las europeas, no es una evocación del pasado». Estos días, los muros de todos los pueblos y ciudades de Sicilia están empapelados con carteles de Crocetta, y mucha gente se pregunta dónde ha encontrado el dinero. «Las campañas electorales cuestan muy caro, pero he abierto una cuenta corriente en la que se registra cada céntimo. Los cheques sospechosos se devuelven al remitente».
En Nápoles, la situación no es diferente. Enzo Rivellini es el jefe de grupo para la Región de Campania de la ex Alianza Nacional (AN), que se fusionó recientemente con el Pueblo de la Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi. Se presenta ante los electores tras años de lucha contra el despilfarro y la criminalidad. Sin embargo, cuando habla por teléfono con un elector potencial, siempre hay alguno que lo intenta. «Dinero, no; jamás me han pedido. Pero dejarme caer que tienen un hijo que busca trabajo es una práctica habitual». Para librarse tiene un truco. «Le contesto que un carabinero podría oirnos –bromea Rivellini– pero es cierto que habría que reflexionar sobre la dramática situación en la que se encuentra el Sur». Y, sin duda, no será una nueva tarificación de los votos la que podrá salvarle de las dificultades que le rodean.
