Ya están aquí las "liberalizaciones". Ya se amplió el horario de apertura de los establecimientos [desde el 1 de enero, los comercios que lo deseen, pueden abrir las veinticuatro horas del día]. A partir de ahora, ya no será necesario realizar una gran cantidad de formalidades administrativas para entrar en diferentes sectores actualmente regulados: farmacias, taxis, agencias de prensa, profesiones liberales, etc.
En definitiva, en la Bota se vivirá una gran oleada de competencia. Para comprender el alcance de estas medidas, hay que recordar que en Italia, a lo largo de los años, se ha ido creando una dicotomía entre los sectores protegidos y los sectores expuestos a la competencia internacional, en especial la de los países emergentes.
Un ingeniero gana 1.600 euros, un notario 5.000
Los sectores abiertos a la competencia, es decir, prácticamente toda la industria manufacturera y algunos segmentos de la industria terciaria (los sectores mercantiles) han registrado cambios radicales en los últimos veinte años: una presión enorme sobre los precios, un aumento de la competencia tanto en los mercados extranjeros como en el mercado italiano, la obligación de innovar, etc.
Por otro lado, algunos segmentos importantes de la economía italiana escapan a la competencia china o brasileña. Se trata en general de los sectores no mercantiles, que engloban numerosos servicios. Esto plantea un problema de disparidad entre estos dos sectores. No olvidemos a los miles de obreros que han perdido su trabajo por la falta de competitividad de las empresas manufactureras o los cientos de empresarios que se han suicidado. Además, los ingresos de los trabajadores no asalariados han aumentado en proporciones muy superiores a los ingresos de los trabajadores asalariados de los sectores abiertos a la competencia.
¿Es justo que ciertos sectores estén sometidos a la inevitable competencia china o india mientras otros pueden fijar precios elevados y protegidos por su licencia? ¿Es justo que un joven ingeniero diplomado perciba 1.600 euros netos al mes, cuando su homólogo notario puede ganar entre 5.000 y 7.000 euros? ¿Es justo que un taxista gane entre 3.500 y 5.000 euros al mes, comparados con los 1.150 euros que gana un obrero de la siderurgia?
¿Una transformación verdaderamente deseada?
Por otro lado, este plan de liberalizaciones tiene como fin reducir las tarifas y disminuir los ingresos de los propietarios de una licencia. Una mayor competencia implica a la fuerza ventajas para los clientes; precios más bajos, más innovación, servicios mejorados. En resumen, el objetivo de las liberalizaciones es defender al consumidor final.
Y es algo justo. Aunque no es el único objetivo. Al liberalizar los horarios de apertura, por ejemplo, se favorece claramente a las grandes superficies en detrimento del pequeño comercio.
Al liberalizar las licencias de taxis, se pone en marcha un proceso de cambio dentro del sector. En Nueva York, el viajero descubre rápidamente que prácticamente todos los taxistas son inmigrantes de primera generación. A veces son africanos que acaban de llegar a Estados Unidos. En las ciudades estadounidenses, las empresas acaparan las licencias y los vehículos y relegan a los conductores al rango de empleados mal pagados. ¿Estamos dispuestos a aceptar una transformación tan profunda desde el punto de vista social?
La transición a un sistema abierto
Otro de los objetivos de las liberalizaciones es favorecer la entrada de los jóvenes en ciertos sectores: los jóvenes arquitectos, los jóvenes licenciados en farmacia, los jóvenes taxistas, etc. Al derribar las barreras para entrar en sectores regulados, aumentan las salidas para los solicitantes de empleo.
Pero aún quedan dos preguntas sin contestar: ¿cómo gestionar la transición de un sistema no mercantil (la economía italiana actual) a un sistema abierto? ¿Seguro que queremos los cambios sociales que se generarán al pasar a un sistema de mercado total? Si los pequeños comercios cierran progresivamente ¿no cambiará profundamente el rostro de las ciudades? No sirve de nada demonizar a los taxistas ni a los pequeños comerciantes.
Hay que escuchar sus temores. En definitiva, no todo es blanco o negro. Los problemas son complejos y exigen respuestas articuladas. Todo lo contrario a lo que lleva proponiendo la "política del espectáculo" desde hace 20 años
Manifestaciones
Un país paralizado y que se queja
Varios gremios profesionales que han sufrido la liberalización de su actividad y las subidas de algunos impuestos se han declarado en huelga estos últimos días, recoge La Repubblica. Empezando por los camioneros, que protestan contra el aumento del precio del gasóleo y han bloqueado las autopistas, con el efecto de que los productos alimenticios perecederos empiezan a escasear en numerosas ciudades, a la par que numerosas fábricas tienen que cerrar por falta de suministros. Los taxistas se manifestaron en todo el país contra la liberalización de la concesión de licencias y los pescadores contra el gasóleo más caro, mientras, el llamado "Movimiento de la Horca”, que expresa el descontento generalizado de los agricultores, los artesanos, los estudiantes y los independentistas, va ganando terreno en Sicilia y Cerdeña.