Detalle del fresco que conmemora la historia de Albania en el Museo Nacional de Historia de Tirana.

Albania más cerca de las estrellas

El 16 de noviembre, el Consejo de la UE aprobó oficialmente la candidatura de Albania para entrar en la Unión Europea. El columnista del diario The Guardian Peter Preston defiende a un país emergente cuyo afán proeuropeo resulta un jarro de agua fría para el cinismo de los euroescépticos.

Publicado en 25 noviembre 2009 a las 16:42
Detalle del fresco que conmemora la historia de Albania en el Museo Nacional de Historia de Tirana.

¿Dónde diablos hay un lugar en el que el 88% de los ciudadanos está deseando unirse a nosotros (y a Herman Van Rompoy) para formar parte del club menos acogedor del mundo? Más allá de Bruselas, hacia el sur. Pongamos rumbo a Albania, porque este país revela algunas cosas un tanto vergonzosas sobre los europeos. ¿Albania? Una economía que crece —un 2% este año— mientras que la del resto del planeta se desploma. Un sistema político que atraviesa una racha de turbulencias desde las últimas elecciones generales del pasado junio, que se saldaron con un resultado tan igualado que los vencidos socialistas siguen boicoteando el Parlamento. Aún el pasado fin de semana, abarrotaron las calles de Tirana. No obstante, el país acaba de conseguir, por fin, la autorización formalpara negociar su entrada en la UE.

La recompensa final al prolongado esfuerzo (con el 88% del apoyo popular como motor de arranque) podría llegar en tan sólo un par de años. La visión del presidente albanés, BamirTopi, invita a seguir el camino de baldosas amarillas… que lleva a Bruselas. Y cuando uno visita Tirana después de muchos años de ausencia, descubre un flamante aeropuerto, una nueva autovía que conduce al centro, calles abarrotadas de tiendas, cafés en cada esquina y bloques de pisos monstruosos que borran el horizonte urbano. Lo único que sigue igual son los socavones.

Aquí, se percibe una energía y un sentido del progreso que deja de una pieza. Albania, ese pequeño país pobre con un dudoso pasado estalinista está convirtiendo sus diecisiete años de libertad en un hecho significante. ¿Chanchullos y otros pecados mortales? Por supuesto. Los aparcamientos están atestados de Mercedes. Pero eso es sólo parte de una saga construida a base de perseverancia, amabilidad y mucho sentido del humor. Si Albania llega a ser el 28 ó 29 Estado miembro de la Unión, habrá algo que celebrar: el poder de una idea que persiste y que nosotros, en Europa Occidental, somos incapaces de adoptar por falta de imaginación.

Hay que volver la mirada hacia Tirana

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¿Qué ve ese 88% cuando mira a su alrededor? Conflictos al norte, al sur, al este y al oeste. Croacia y Eslovenia enzarzadas en una peligrosa disputa entorno a los derechos costeros en aguas internacionales. Bosnia vuelve a estar en cabeza de lista de la inestabilidad balcánica, mientras su equilibrio burocrático se desmorona. Serbia, gobernada por un presidente más consciente de la realidad, sigue bajo la amenaza del viejo y siniestro nacionalismo que la atormenta. Kosovo es un desastre étnico al que sólo le falta una pequeña chispa para explotar. Y si añadimos al cuadro dos niños traviesos, Macedonia y Montenegro, todo el mundo teme que la región vuelva a caer en una espiral de desconfianza y represalias.

Si charla con gente de la región de los Balcanes, verá que la UE es la primera palabra que les viene a la mente. Dadnos seguridad. Ofrecednos un ambiente distendido donde podamos comerciar y ayudarnos mutuamente. Hacednos sentir que somos algo más que un montón de piezas de repuesto desperdigadas al final de un continente. Y dejadnos sentir que si cumplimos los progresos exigidos, seremos recompensados. Esa es la razón por la que desde Londres debemos mirar a través de los 2.000 kilómetros que nos separan de Tirana y echarnos a temblar. ¿Una unión de 34 países o más? Llegará, aunque sea tras el velo del desprecio. Así que si usted aún siente la necesidad de defender un sueño roto, venga a la plaza Skanderbeg de Tirana y encontrará un poco de esperanza entre los socavones.

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