Un soldado alemán de la ISAF patrullando cerca de Kunduz, en octubre 2009 (AFP)

Una misión cada vez más difusa

Estados Unidos pide más soldados contra los talibanes. Pero tal como pone de manifiesto el debate que se está desarrollando en el Parlamento alemán, los aliados han abandonado el mito de una guerra buena sin haber presentado una alternativa creíble para su opinión pública.

Publicado en 3 diciembre 2009 a las 16:53
Un soldado alemán de la ISAF patrullando cerca de Kunduz, en octubre 2009 (AFP)

Los partidarios de un despliegue de tropas alemanas en Afganistán están tocados. Habían vendido la guerra invocando grandes principios morales. Al mismo tiempo, prometían una intervención sin riesgos. Los dos pilares de este edificio acaban de hundirse con el discurso de Obama [del 1 de diciembre]. El gobierno federal debería reconocer que la nueva estrategia de Estados Unidos y de sus aliados en Afganistán reposa sobre una visión más prosaica de la guerra. Pero si no fuera por el pathos, si no fuera por el mito de una guerra justa librada por nobles guerreros, Alemania no participaría en el conflicto. Sin eso, la coalición verdirroja liderada por [Gerhard] Schröder y [Joschka] Fischer no habría dado su apoyo al envío de las primeras tropas hace ocho años. Y ahora sus sucesores temen visiblemente perder los últimos restos de apoyo en favor de un despliegue de tropas en el Hindukush.

Obama no ha tenido bastante con anunciar un refuerzo rápido de las unidades americanas y su retirada en julio de 2011. También ha redefinido la guerra y sus objetivos: ya no se trata únicamente de democracia, de derechos humanos o del sueño de un enfrentamiento militar en nombre de un mundo mejor, un sueño que no sólo había acariciado el gobierno Bush. En lugar de una gran visión, lo que ha presentado Obama es una estrategia. No es obligatorio aprobarla. Por lo demás, el propio presidente americano no parece especialmente convencido de su puesta en práctica. Pero por lo menos ha presentado su plan ante la opinión pública; y lo que es aún más importante, ha descrito claramente sus consecuencias.

Sus aliados alemanes están lejos de hacerlo. Si el Bundestag autoriza hoy una vez más alargar el mandato del ejército alemán en Afganistán, habrá hecho como si los cambios estratégicos de Obama no existieran. Habrá tomado sus decisiones como si la Bundeswehr se encontrara aún al principio de un despliegue todavía acompañado por el éxito. Tras ocho años de presencia en el terreno, el Bundestag confiará al ejército alemán una misión de la que lo menos que puede decirse es que está desfasada.

El gobierno federal tiene intención de hablar de estas cuestiones con los aliados. No así con el Parlamento, y menos aún con la soberanía popular, en otras palabras, con el pueblo. La nueva transparencia en el terreno de la política militar alemana anunciada hace una semana [mediante la creación de una comisión de investigación sobre la ocultación de información por parte del ministerio de Defensa tras un bombardeo que causó numerosas bajas civiles] pertenece ya al pasado.

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UNIÓN EUROPEA

30.000 soldados sobre el terreno

El debate sobre la legitimidad y los objetivos de la presencia occidental en Afganistán, latente desde 2001, se ha reabierto en varios países europeos, tras el llamamiento del presidente Obama al envío de más tropas. En la actualidad se encuentran desplegados sobre el terreno cerca de 30.000 soldados procedentes de 25 países de la UE, de los 71.000 con los que cuenta la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF).

Presionados por el secretario general de la OTAN, Fogh Anders Rasmussen, los aliados europeos de Washington deberán pronunciarse sobre el futuro de su compromiso. El 2 de diciembre, Polonia ha anunciado que está dispuesta a enviar 600 hombres más. El día 3, Italia hizo público un refuerzo de entre 500 y 1.500 soldados. Pero los Países Bajos, cuyo gobierno de coalición se encuentra dividido al respecto, mantienen su proyecto de retirarse de Afganistán el 1 de diciembre de 2010. Por su parte, Francia prefiere esperar a la conferencia internacional de finales de enero a fin de decidir si enviar o no instructores para formar al ejército afgano. Por lo que respecta al Reino Unido —que después de Estados Unidos es el país que cuenta con un mayor contingente en el país— ya había anunciado el despliegue inmediato de 500 hombres.

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