Copenhague, el 12 de diciembre de 2009 : manifestantes exigen "un firme acuerdo sobre el clima" (AFP)

Los ecologistas están que arden

Miles de defensores del medio ambiente se han dado cita en Copenhague para ejercer presión en las negociaciones sobre el calentamiento climático. No obstante, incluso entre los profesionales cada vez resulta más difícil alcanzar un consenso sobre la estrategia a seguir.

Publicado en 14 diciembre 2009 a las 16:12
Copenhague, el 12 de diciembre de 2009 : manifestantes exigen "un firme acuerdo sobre el clima" (AFP)

Todo ello, por supuesto, mientras Ole Seidenberg viaja hasta la Conferencia de Naciones Unidas sobre el clima. Este joven de 26 años tiene previsto convertirse en la sombra de la jefa de la delegación alemana en Copenhague, tal y como ya hiciera en las reuniones de preparación de Bangkok y Barcelona. Por su parte, otros “Negociator trackers” como él “seguirán” a los representantes indios y españoles para contar en sus blogs “cómo nos representan”. Asimismo, podrán enviar mensajes a los móviles de cualquier militante, “por ejemplo, cuando la delegación europea ceda. En pocos minutos, los manifestantes se reunirán ante la cancillería [de Berlín]”, explica Seidenberg.

Sin embargo, Ole Seidenberg no es más que una pieza del vasto entramado que forma, en la actualidad, la sociedad civil globalizada. Ciudadanos y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo mandan el mismo mensaje: ya es hora de dedicarse a cosas serias. Por muy unidos que puedan parecer, estos preocupados ciudadanos se enzarzan a posteriori en peleas entre bastidores. Si bien la gravedad de la situación parece incitar a hacer lo que sea para garantizar el éxito de las negociaciones, hay quien alza la voz para criticar el propio proceso. Su pregunta: ¿qué hay que hacer, reformar el sistema o cambiarlo? ¿Participar en las negociaciones o subvertirlas? La mayor parte de las grandes ONG insisten en presionar a los gobiernos para que endurezcan la normativa actual. Sin embargo, otras redes, en especial las que operan en países en vías de desarrollo, consideran que los objetivos de justicia y defensa del medio ambiente en todo el mundo pasan por un cambio radical del modelo económico. Dicho de otro modo: “cambiar de sistema, no de clima” [Systemwandel statt Klimawandel].

Ex-militantes convertidos en diplomáticos

Ciudadanos asiáticos, sindicalistas y representantes de pueblos indígenas fueron los primeros en manifestarse ante Naciones Unidas hace dos años durante la conferencia de Bali en contra de los gobiernos, pero también de los ecologistas de los países industrializados. El blanco de todas sus iras eran, sobre todo, los instrumentos de mercado utilizados en la lucha contra el calentamiento climático: en esta ocasión, el proyecto del mercado de carbono y el CDM (Mecanismo para un desarrollo limpio) [Mechanismus für saubere Entwicklung, Clean Development Mechanism]. En efecto, estas dos iniciativas permiten a los grandes contaminadores comprar derechos para contaminar allí donde quieran. Algo que beneficia más a bancos y fondos de inversión que a la protección del medio ambiente. Por este motivo, el grupo Climate Justice Action (CJA) ha decidido perturbar las negociaciones sobre el clima en Copenhague. Está previsto que la operación se lleve a cabo el 16 de diciembre, día de llegada de los ministros de Medio Ambiente y de los Jefes de Estado y de Gobierno a la capital danesa. Manifestarse contra Naciones Unidas, ¿la comunidad donde todos los Estados tienen idénticos derechos? He ahí un hecho desconcertante cuanto menos, sobre todo porque la sociedad civil influye notablemente en las sesiones de estas negociaciones internacionales. Cerca de un millar de ONG fueron acreditadas en la última cumbre. El núcleo duro de estas organizaciones ha dado lugar al nacimiento de la red Climate Action Network (CAN), que agrupa a 450 de ellas, entre las que se hallan Oxfam, Greenpeace o WWF. Cerca de un centenar de especialistas pertenecientes a estos organismos participan en grupos de trabajo.

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La información que reciben da lugar a propuestas internas o a ruedas de prensa concretas. El "Fósil del día", reservado a los países más reticentes al cambio, se ha convertido en toda una tradición. Con sus valoraciones, los miembros del CAN podrían evitar patinazos. Puede que la “palabrería” pronunciada en estas ruedas de prensa sobre la cumbre no sea tan inútil como cabría esperar. Por ejemplo, tras dos expresiones prácticamente sinónimas —“gestión responsable de los bosques” y “explotación sostenible de los bosques”— se ocultan realidades muy distintas: la primera defiende su protección, mientras que la segunda su explotación comercial. Buena parte de los negociadores, sobre todo del Sur, solicitan la valoración de las ONG y hasta les susurran palabras alentadoras: “¡Tenéis que presionarnos más!”. En quince años, responsables políticos y militantes han aprendido a conocerse. Puede que se conozcan tan bien que incluso algunos “Robin Hoods” del medio ambiente se han vuelto diplomáticos.

Desde Copenhague

La policía danesa se emplea a fondo

Durante la impresionante manifestación ecologista del 12 de diciembre, la policía danesa ha puesto en marcha lo que se conoce como "la reforma de los gamberros", es decir, los nuevos derechos que se le han otorgado con el fin de asegurar el mantenimiento del orden durante la conferencia sobre el cambio climático. Uno de esos derechos, es el de poder detener a personas presentes en los sitios de enfrentamientos con la policía, incluso si no están participando en los mismos.

El Berligske Tidende, aunque defendiendo la actuación policial, destaca que "la reforma de los gamberros podría poner en peligro los derechos jurídicos de los ciudadanos. Es por esa razón que la policía debería analizar la relación entre el número de personas detenidas, casi 1.000, y el reducido número de personas finalmente inculpadas". El periódico conservador añade que hace falta también asegurar un tratamiento correcto de los detenidos, lo que "evidentemente no ha sucedido el sábado". El Berligske Tidende concluye que "es ahora, enfrentada a la realidad de la calle, que la reforma debe demostrar su efectividad".

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