John Donovan en 2009. En su sitio web, este expublicista ha dedicado más de 25.000 al gigante del petróleo.

John Donovan, la pesadilla de Shell

Gracias a una red de “topos” dentro de la empresa, este prejubilado británico publica en su sitio web las irregularidades del primer grupo petrolero mundial. Una acoso que ya habría costado varios miles de millones al gigante anglo-holandés.

Publicado en 27 marzo 2012 a las 14:23
John Donovan en 2009. En su sitio web, este expublicista ha dedicado más de 25.000 al gigante del petróleo.

El enemigo está en la puerta. Se ha levantado temprano para ir a Londres en coche. Ha aparcado a la vuelta de la esquina, en un párking. El hombre se encuentra en York Road, ante la entrada del Shell Centre, sede del grupo petrolero más poderoso del planeta.

El Shell Centre es una imponente torre de cemento gris que da directamente al río Támesis. Desde sus ventanas, los dirigentes ven el Parlamento y el London Eye, la noria más grande de Europa. De vez en cuando, también pueden ver abajo, delante de la entrada, a John Donovan, el prejubilado de Colchester. El hombre que cuesta miles de millones a la empresa Shell.

John Donovan, de 64 años, se ha puesto una corbata. Con un abrigo disimula una gran barriga. Se ha peinado cuidadosamente el pelo blanco sobre la cabeza con grandes entradas. "Tenga, lea la verdad sobre Shell", le dice a una empleada de la empresa con un traje de chaqueta, mientras le tiende una de sus octavillas verdes. Desconcertada, pasa apresuradamente sin decir una palabra.

Exponer los entresijos de una multinacional

John Donovan tenía más éxito antes, cuando agrupaba a batallones de indigentes y cada día había alguien delante de la sede del grupo. Pero hoy sólo necesita unas octavillas para importunar a Shell. Ha encontrado otro medio, otro más eficaz.

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Desde hace más de diez años, John Donovan mantiene el sitio Web www.royaldutchshellplc.com, en el que desvela las irregularidades del consorcio anglo-holandés. Ha publicado no menos de 25.000 artículos. Una veintena de personas que ocupan altos cargos en la empresa y bien informadas le transmiten información con regularidad. El caso de Shell es una primicia: nunca se habían expuesto abiertamente y hasta este nivel los entresijos de una multinacional.

Con menos de 2.000 dólares [unos 1.500 euros] al año, John Donovan presiona a un grupo cuyo volumen de negocios anual asciende a 380.000 millones de dólares [alrededor de 284.600 millones de euros], es decir, más que el producto interior bruto de países como Dinamarca o Tailandia. Sin el sitio Web de John Donovan, esta cifra sería sin duda aún mayor. "Está claro que le he costado unos cuantos miles de millones a los tipos de ahí dentro", comenta John Donovan señalando al Shell Centre.

Tras media hora soportando el viento, detiene la distribución. Habrá logrado entregar una veintena de octavillas. "No es mucho, pero no pasa nada. Lo importante es que me vean por aquí de vez en cuando". Corre hasta su coche y vuelve a Colchester, su cuartel general personal y a su lucha contra la multinacional.

Cuando se pronuncia en Shell el nombre de John Donovan, los responsables de comunicación son poco locuaces: "¡Nada de entrevistas! ¡Sin comentarios!" Los mensajes de correo electrónico que se intercambian internamente atestiguan el ambiente de incertidumbre: "Este sitio Web ya ha costado varios miles de millones del volumen de negocios a nuestra empresa", escribía por ejemplo un directivo de Shell el 15 de julio de 2009, a las 17 horas y 16 minutos en Londres. "¿No se prevé cerrar el sitio?". Incluso durante el fin de semana, los servicios encargados de la seguridad y la comunicación de la empresa vigilan el sitio de John Donovan.

Una primicia cada dos o tres meses

Por si la empresa aún no había entendido hasta qué punto el prejubilado podía ser peligroso, lo comprendió el 25 de noviembre de 2005. "La carta a Putin", nos cuenta John Donovan. "Eso fue un buen golpe". En un correo electrónico, informa en detalle al Gobierno ruso de la ligereza de las normas de seguridad del proyecto petrolero Sakhaline-2. Shell entonces era el accionista mayoritario de una joint-venture con el grupo petrolero ruso Gazprom. Su campo petrolero común, al Este de Serbia, es uno de los proyectos principales de Shell: 180.000 barriles de crudo al día, 9,6 millones de toneladas de gas al año.

En su mensaje, John Donovan reenvía una serie de mensajes internos que le llegaron. En este documento, uno de los responsables de la empresa advierte a sus compañeros de Londres de los efectos devastadores que tendría una catástrofe en la plataforma de perforación. "Escribía que la marea negra que se produjo en 1989 en las costas de Alaska tras el naufragio del petrolero Exxon Valdez sería ridículo comparado con lo que podría producirse en Sakhaline", recuerda John Donovan.

Menos de dos años después de enviar el correo electrónico a Vladimir Putin, un tribunal ruso redujo la participación mayoritaria de Shell y relegó a la empresa al rango de socio minoritario, dejándole una parte del 27%. Shell sospecha de que se trata de un asunto de espionaje, pero el número dos del ministerio de Medio Ambiente ruso de la época, Oleg Mitvol, revela en una entrevista el origen de sus informaciones: "Los datos necesarios nos los proporcionó John Donovan, de Colchester, en Inglaterra". Cada dos o tres meses, John Donovan tenía una primicia.

¿Qué es lo que impulsa a este hombre a actuar y por qué la ha emprendido exclusivamente con Shell? Hasta 1992, John Donovan y Shell eran socios. Junto a Alfred, su padre, John dirigía Don Marketing, una agencia de publicidad. Diseñaban unos concursos y lanzaban pequeños juegos de lotería en los que podían participar los clientes de Shell que compraran más de 50 litros de carburante.

Su cocina, centro neurálgico del pulso energético mundial

Su flujo de negocios se vio afectado cuando Shell recurrió a los servicios de un nuevo colaborador en su departamento de márketing. Este colaborador se apropió de muchas de las ideas creadas por los Donovan y se negó a pagarles. Los socios llevaron el asunto ante el tribunal. Tras cuatro procesos extenuantes, la empresa quebró, tuvieron que vender la propiedad de Alfred Donovan y John se vio obligado a hipotecar su casa. En 1999, decidieron llegar a un acuerdo con Shell. La empresa aceptó correr con los cientos de miles de libras de gastos judiciales. A cambio, las dos partes se comprometieron a guardar silencio. "Pero casualmente, Shell no respetó el acuerdo y mencionó el proceso en los medios de comunicación".

John Donovan aparca en la vereda de su pequeña casa adosada. Abre la puerta que da directamente a la cocina. "Bueno, en realidad ya no se puede cocinar mucho aquí…", comenta riéndose mientras abre la puerta del frigorífico. Del cajón de las verduras extrae una pila de documentos y nos invita a pasar a la sala contigua. El lugar no tiene buen aspecto, pero sin embargo es uno de los centros neurálgicos del pulso energético mundial. El núcleo de una partida de ajedrez en la que están en juego miles de millones. Y en la que el prejubilado es una de las principales piezas.

"Las demás empresas petroleras no valen mucho más", afirma John Donovan, "pero Shell sigue siendo mi adversario designado". Y lo será durante muchos años más. "Mi padre tiene hoy más de 90 años. Si vivo tanto como él, esto quiere decir que aún tengo mucho tiempo para dedicar a mi pequeño pasatiempo". John Donovan se vuelve hacia la pantalla y consulta el correo electrónico. Shell le espera, como todos los días.

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