Afganos en las ruinas del palacio Darul-Aman de Kabul, enero de 2010 (AFP)

La cuadratura del círculo

Un día después de la conferencia internacional sobre Afganistán, hay que rendirse ante la evidencia: los objetivos que se fijan en el país los occidentales son incompatibles y acabaremos dejando una parte del poder a los talibanes.

Publicado en 29 enero 2010 a las 16:37
Afganos en las ruinas del palacio Darul-Aman de Kabul, enero de 2010 (AFP)

Todos hablan de Afganistán, pero cada uno en su propio interés. En Alemania, la guerra del Hindu Kush tan sólo es un pretexto para los enfrentamientos políticos. Los representantes de la Iglesia se inmiscuyen en un debate por el que poco se han preocupado en los últimos ocho años. Por su parte, los partidarios de la OTAN constatan que la credibilidad de la Alianza ha quedado en entredicho. Políticamente, la canciller tiene que andar con cuidado, después de que se descubrieran algunas mentiras piadosas de su ministro de Defensa sobre la masacre de Kunduz.

Todo esto queda muy lejos de Afganistán y de los afganos, algo muy triste, si tenemos en cuenta las innumerables osamentas que se pudren en el Hindu Kush desde 1979 [fecha de la invasión soviética]. Pero existe otra razón por la que es necesario ir al grano: la comunidad occidental, incluidos los alemanes, está metida hasta los codos en el barrizal afgano. La cuestión es saber qué objetivos se pueden alcanzar y cuáles no. La ecuación mágica para el país incluiría lo siguiente: la pacificación y la reconstrucción del país; la democracia, el Estado de derecho y los derechos de las mujeres; el desarrollo general del país; y la renuncia de las ambiciones geopolíticas de las potencias extranjeras que se enfrentan en el país desde hace años. Al igual que en la economía, estos cuatro objetivos no podrán alcanzarse al mismo tiempo. No todo puede funcionar ni funcionará. Porque es imposible.

En lo que respecta al primer objetivo, no habrá paz, ni reconstrucción ni reconciliación, mientras los tradicionalistas y los fundamentalistas no tengan ni voz ni voto. Juntos representan a la mayoría. Esto implica el segundo objetivo, es decir, que la democracia y el nuevo Estado de derecho deberán conceder un gran lugar a la concepción islámica tradicional del derecho. Se sigue dejando fuera a las mujeres: con los tradicionalistas, su escolarización, su inserción en el mundo laboral y el abandono del burka deberán esperar y aún más con los talibanes. El tercer objetivo es el desarrollo general del país, que sólo puede producirse si los ancianos de las ciudades y los extremistas entran en el juego: es imposible construir cualquier cosa donde impera la ley de las armas. Para construir y llegar a algo, hay que llegar a acuerdos, en detrimento del creciente número de afganos "modernos".El cuarto objetivo es el referente a la injerencia de las potencias extranjeras. Ésta sólo acabará cuando los clanes dejen de pensar que dependen de la ayuda extranjera en forma de envíos de armas. La condición previa es la reconciliación y la participación de todos en el poder, tal y como se mencionaba anteriormente.

La retirada está mal encauzada

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En una palabra, estos cuatro objetivos son contrarios entre sí. La única manera de avanzar es firmando compromisos, aceptando renuncias y estableciendo prioridades. Porque las guerras civiles raramente acaban antes de que uno de los bandos haya impuesto su voluntad y se haya adueñado del poder real. El argumento que sostiene que Afganistán volverá a la guerra civil en cuanto se retiren las fuerzas internacionales no tiene fundamento: la guerra civil nunca ha cesado.Por ello, los que preconizan la "retirada a toda costa" se equivocan tanto como los que prevén el éxito militar sobre los islamistas.

De una forma u otra, los talibanes acabarán participando en el poder. Son los hijos de una generación sacrificada, la que creció en miserables campos de refugiados de Pakistán, sin otra educación, o casi, que la del Corán, que aprendió de memoria y "con pasión". Proponer un programa de reinserción y de empleo a los antiguos talibanes es una buena idea sobre el papel. Pero llevará años y no convencerá a todos. Una generación sacrificada sigue siendo una generación sacrificada. Afganistán necesita más tiempo del que le dejan las consideraciones políticas de una tal Angela Merkel. Esa es otra faceta de la tragedia afgana.

Coalición

Para los europeos, la guerra es un lastre cada vez más pesado

Tras ocho años de guerra, las opiniones públicas europeas se muestran cansadas. En Alemania, el gobierno se prepara para solicitar al Parlamento la autorización del despliegue de 850 hombres más en Afganistán, mientras que, según las últimas encuestas, dos tercios de los alemanes desean que vuelvan los 4.280 soldados enviados por Berlín. En Francia, una parte de la oposición plantea sus dudas sobre la justificación de la intervención en Afganistán y se niega al envío de refuerzos. Países Bajos ha anunciado recientemente que desea salir de Afganistán en 2010. Incluso la opinión pública británica, que hasta ahora había mostrado su apoyo al gobierno, comienza a titubear. "Todos los países europeos han calibrado su política en Afganistán en función de su relación con Estados Unidos, en lugar de considerar sus intereses y sus medios", se lamentan Nick Witney, ex director de la Agencia Europea de Defensa.

Dolor de cabeza para el ejército de Estados Unidos

A excepción de los ejércitos británico, alemán y francés, que con 10.000, 4.280 y 3.750 hombres respectivamente, representan el segundo, tercer y cuarto contingente de la coalición, la participación de los países pequeños a veces es tan simbólica y tan irregular (250 de Albania, 50 de Finlandia, 10 de Bosnia…), que complica la tarea de los responsables de la OTAN. Además, hay que añadir el problema del idioma, en una coalición formada por 43 países… Y el de los "caveats", es decir, las restricciones impuestas por algunas capitales a sus ejércitos sobre los teatros de operaciones. Dicho esto, es lógico que para el ejército estadounidense la gestión de algunas participaciones europeas se asemeje a un rompecabezas. Pero es cierto que los estadounidenses, líderes de la operación militar en Afganistán y que contarán en breve con 100.000 hombres, en contraposición a los menos de 40.000 europeos, en la participación de sus aliados buscan más el símbolo político que la eficacia militar.

Isabelle Laserre, Le Figaro (París).

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