Cuando el treintañero Ronald Kennedy habla de los Países Bajos, utiliza a menudo el adjetivo de «irrespirable». Originario de Vlaardigen, una ciudad industrial cercana a Rotterdam, estudió periodismo en Utrecht. El problema es que Utrecht es un nudo de transporte, en el cruce de cuatro autopistas, donde una casa con una habitación tranquila es percibida como el colmo del lujo. Los Países Bajos, con sus 470 habitantes por kilómetro cuadrado, está entre los países más densamente poblados del mundo.
La sobrepoblación es la principal razón de la emigración holandesa. En 2008, cerca de 120.000 personas han abandonado de forma definitiva el país (sobre una población total de 16 millones). Según las encuestas, casi un holandés de cada treinta tiene como objetivo emigrar. Este tendencia afecta también al Reino Unido y a Alemania, países que se cuentan entre los más ricos y estables del mundo, y con los que sueñan millones de refugiados de África y Asia. El año pasado, Alemania alcanzó una cifra récord de 165.000 salidas. En 2008, 318.000 ciudadanos británicos se expatriaron, y 400.000 el año pasado; y se prevé que sean todavía más numerosos este año.
Los emigrados aceptan una reducción de sus ingresos
Los pensionistas eligen España y los países asiáticos por la benignidad del clima y el bajo coste de la vida, que les asegura un tren de vida lujoso. Los oportunistas prefieren el Caribe, con playas paradisíacas, sexo fácil y drogas colombianas baratas. Pero la mayoría de los emigrados son personas con educación, de mediana edad y con familia., buscando tranquilidad y mayor espacio. Huyen de las metrópolis europeas atestadas y poco acogedoras para refugiarse en Canadá, en los Estados Unidos, en Australia y en Nueva Zelanda. Se trata de un éxodo de las clases medias, según el análisis de los sociólogos. Los estudios realizados por el Instituto de Demografía Neerlandesa (NIDI) revelan que uno de cada tres candidatos a la emigración está dispuesto a aceptar una reducción de sus ingresos. "Nadie sale de Europa para hacerse millonario.
Más bien al contrario. En Australia o Canadá, los ingresos medios son inferiores a los del Reino Unido", señala Frans Buysse, empresario en Culemborg y especialista en la tramitación de visados. Por lo tanto, se trata más bien de una cuestión de estilo de vida. Por otro lado, los estudios demuestran que en Europa, los candidatos a emigrar tienen en cuenta las condiciones de vida personales en sus países de origen, en especial los sueldos o la vivienda, pero también la situación en el ámbito público. La decisión de marcharse también puede estar motivada por el rechazo a las listas de espera en los hospitales, la mala calidad escolar, la criminalidad o los conflictos sociales, tal y como destaca Harry van Dalen, profesor en el Instituto Holandés de Demografía y en la Universidad de Tilburg.
Una huida de cerebros inquietante
Sus trabajos revelan, por ejemplo, que los asesinatos del excéntrico político nacionalista Pim Fortuyn en 2002 y del realizador Theo van Gogh, asesinado en 2004 por sus posturas anti-islamistas, fueron decisivos en la oleada de emigración de los neerlandeses. Muchas personas pensaron que con estos actos se había quebrantado definitivamente el mito de que su país era el más liberal del mundo. En Alemania, los territorios lejanos atraen a las élites y también a las masas populares. Últimamente están muy de moda las series de televisión que reflejan la vida cotidiana de los emigrantes. La televisión privada VOX se anticipó a esta tendencia con la emisión desde 2006 de una serie titulada: "Goodbye Deutschland!". Con este mismo título se publicó el año pasado un libro con consejos prácticos para emigrantes.
"Esta fuga de cerebros es muy peligrosa. En cuatro años, en la economía alemana faltarán 330.000 diplomados con estudios superiores", advierte Reiner Klingholz, del Instituto Berlinés de Población y Desarrollo. Actualmente, una de cada siete tesis científicas escrita por un alemán se defiende en Estados Unidos y tres de cada cuatro alemanes galardonados con el premio Nobel viven al otro lado del Atlántico. No faltan voluntarios para sustituir a todos estos emigrantes, pero la mayoría de los inmigrantes que llegan a Europa son trabajadores no cualificados. De este modo, el Estado pierde por partida doble: por una parte, al formar especialistas que desarrollarán su talento en el extranjero y por otra, al financiar la formación lingüística y profesional de los trabajadores extranjeros.