François Hollande en un cartel electoral. París, abril de 2012.

François Hollande, el sueño y la realidad

El candidato socialista se convierte en presidente de la República Francesa al derrotar a Nicolas Sarkozy con el 51,62% de los votos. Se trata de una “alegría inmensa” para el diario de izquierda Libération, que ve en este acontecimiento una apuesta por el futuro. Pero ante la crisis, el estado de gracia corre el riesgo de ser breve.

Publicado en 7 mayo 2012 a las 11:21
François Hollande en un cartel electoral. París, abril de 2012.

Alegría. Una alegría inmensa. La alegría de ver que se cierra un paréntesis, que se disipa una maldición. ¡Y de qué modo! François Mitterrand no será una anomalía de la historia, sino el primer presidente de izquierda. Porque a partir de ahora hay un sucesor: François Hollande. Para el pueblo de izquierda, 2012 constituye el renacer de 1981, devuelve la vida y los colores a esas imágenes antiguas en tonos sepia que parecían condenadas a los libros de historia. A los recuerdos íntimos de los mayores o de los chavales que éramos entonces algunos de nosotros. 2012 también borra el 21 de abril de 2002, esa quemadura, esa herida. Diez años después se repara el traumatismo de ver, una noche, cómo la izquierda se tachaba del paisaje político francés.

¿Qué significa votar a la izquierda? Significa estar convencido, a pesar del individualismo de las sociedades contemporáneas, de que existe un "nosotros". Que ideas como la justicia, la igualdad, el reparto y la solidaridad pueden y deben organizar la vida pública. Como esas instituciones y esos bienes públicos, creados por el Consejo Nacional de la Resistencia, que nos preceden y sobrevivirán tras habernos formado.

Que, por lo tanto, es posible ir contra los valores de la época para vivir lo que devuelve en orden, en lugar de seguir la inercia natural de escuchar esa pequeña voz de nuestro interior que nos insta a vivir nuestras vidas únicamente para defender los intereses individuales. En una Francia hundida, que habría podido optar por montar barricadas tras unas fronteras fantasmales dando vueltas a su pasado, la victoria de François Hollande demuestra que el país ha preferido la esperanza.

Que opta por mirar hacia delante y no hacia atrás. Disfrutemos de este momento en el que un pueblo elige esta opción. Y miremos al futuro. Porque así es la tarea que le espera a François Hollande. Reparar el país, por supuesto. Rehacer la sociedad, como es evidente. Reducir las desigualdades del destino entre los franceses, independientemente de quiénes sean y de dónde procedan. Pero para que todo ello se haga realidad, ante todo tendrá que trazar el futuro. Demostrar que Francia no es únicamente un patrimonio, una historia, una grandeza del pasado. Que también puede proyectarse en el futuro y reinventarse.

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Esa página en blanco, inquietante por muchos aspectos, apasionante por muchos otros, debe comenzar a escribirse. Con determinación, de forma imperativa, para no decepcionar a ese voto ni a la confianza que aún tiene en la capacidad de la política para cambiar las cosas cuando no hay vida. El trabajo acaba de empezar y será duro, a partir de mañana. Pero hoy, alégrense y vivan plenamente este hermoso mes de mayo.

Contrapunto

Evitar una crisis europea

François Hollande "es el presidente de todos los franceses",reconoce Le Figaro. "Así lo ha querido la democracia. Saludamos estas elecciones como la expresión de la voluntad mayoritaria. Bienvenido, señor Presidente". El diario, que ha apoyado férreamente a Nicolas Sarkozy, estima que

la historia juzgará su quinquenato y retendrá que, habiendo afrontado la peor crisis económica y financiera de los últimos cincuenta años, ha llevado a cabo en todo caso reformas capitales en los ámbitos de la universidad, la investigación, la justicia, las pensiones, la reducción del gasto público, la extensión de los derechos ciudadanos...ha mantenido con valentía el lugar de Francia en la escena internacional y jugado un papel decisivo en la salvación de Europa y del euro

Le Figaro indica que para el nuevo presidente

(....) el crecimiento constituye una prioridad de la misma forma que la vuelta al equilibrio. Muchos de nuestros socios comparten esta voluntad, incluyendo a Merkel. Pero hay que ponerse de acuerdo sobre las modalidades de este crecimiento y aceptar las reformas estructurales necesarias. Y hay que que evitar el recurso masivo a los impuestos en lugar del ahorro. Nada será posible sin un acuerdo europeo. Para llegar a él, sería necesario abandonar la extraña idea de una renegociación del pacto de estabilidad y aceptar un añadido sobre el crecimiento. Esto evitaría el riesgo de una nueva crisis europea.

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