Estamos para pocas fiestas

La Unión celebra el 9 de mayo su día, pero la integración europea está de capa caída, con la crisis del euro, los sobresaltos de la ampliación y la crisis financiera. Un politólogo belga explica que, a pesar de todo, la nave de Europa no puede dar marcha atrás y sólo es posible realizar correcciones en el rumbo.

Publicado en 9 mayo 2012 a las 15:30

Este 9 de mayo se celebra el día de Europa. Aunque no estamos para muchas celebraciones. Los eurófilos más románticos quizás cuelguen la bandera azul de estrellas amarillas en el balcón, pero por lo demás no habrá mucho espectáculo. Y si hay fuegos artificiales, será únicamente en los mercados financieros. O en las salas de reunión de Atenas, donde los griegos se encuentran ante la misión prácticamente imposible de formar una coalición.

El 9 de mayo de 1950, el ministro francés de Exteriores, Robert Schuman, hizo un llamamiento para que Francia y Alemania se reconciliaran. Así nació la integración europea, se le dio el nombre de Schuman a una plaza de Bruselas y el 9 de mayo se convirtió oficialmente en el día de Europa.

Cuando hoy hablamos de Europa, es únicamente en términos de crisis y de miseria. Las elecciones del pasado fin de semana en Francia y en Grecia tan sólo intensifican el desastre. Tras “Merkozy” puede que no surja un “Mer-lande” sino simplemente una “Mer-de” [Mierda], comenta un observador. Y lo mejor que podríamos hacer es dejar que Grecia se hunda en el Mediterráneo.

No todo es negativo

Desde hace más de dos años estamos inmersos en un flujo continuo de mensajes negativos. Pero hasta hoy, siempre ha habido un euro y vale mucho más que en el momento de su creación. Incluso los griegos aún forman parte de él. Recaudamos cientos de miles de millones de euros para los fondos de emergencia y el Banco Central Europeo ya ha inyectado un billón de euros en la economía. Ahora se vigila a los países como nunca. Nunca antes las negociaciones sobre el presupuesto estuvieron tan dominadas, tanto en Bélgica como en otros lugares, por “lo que exige Europa” o “lo que prohíbe Europa”.

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Esto no quiere decir que todo vaya bien. Ni mucho menos. Cuando los partidos poco habituales aumentan su influencia en las elecciones, cuando el desempleo juvenil roza el 50% en algunos países, cuando la gente se pega un tiro en la cabeza porque ya no pueden soportar las políticas de austeridad, efectivamente Europa se enfrenta a un gran problema.

La observación del enfoque europeo de la crisis del euro no inspira ninguna alegría. Las medidas que se han adoptado han llegado siempre demasiado tarde, eran demasiado imprecisas o demasiado limitadas. Es normal que surjan críticos, que se lamentan por la ausencia de auténticos líderes. A grandes males, grandes remedios. Así, sólo las soluciones radicales pueden aún proteger a la Unión de…, ¿de qué? ¿De la implosión? No dejan de aumentar los llamamientos para empezar de cero. Y para ello, hay que hacer que Grecia salga del euro. Pero siempre es muy sencillo plantear soluciones teóricas.

Gemelos siameses con 27 cabezas

Después de 62 años, nos hemos convertido en veintisiete siameses cuyas funciones vitales han acabado funcionando conjuntamente. Por ello, los responsables políticos europeos no suelen dar marcha atrás. El precio que deben pagar por dar media vuelta por lo general es demasiado alto o va acompañado de incertidumbre. Es lo que distingue a los que están siempre dispuestos a dar buenos consejos y a los políticos que tienen sentido de la responsabilidad.

Estos últimos temen que las aventuras alocadas se traduzcan en el desmontaje total del euro. Es posible que la eurozona se pueda dividir de forma razonable, sin repercusiones y con un poco de valentía política. Pero también es posible que el mundo entero tiemble. En realidad, no sabemos nada y los economistas no dejan de contradecirse entre sí.

La política europea se vuelve así dura y firme: cuando se toma una decisión, nos atenemos a ella. Las siguientes decisiones se basan en los acuerdos anteriores. La página jamás se queda en blanco.

No es posible volver a empezar desde cero, pero sí es posible realizar correcciones. Es indispensable. Los meses que han transcurrido demuestran que hay que corregir el rumbo. El ritmo con el que son derrocados los dirigentes políticos en las elecciones no tiene precedentes. Con la austeridad no se ganan elecciones y está claro que sólo con la austeridad no se puede salvar la economía.

La Unión tendrá que ofrecer perspectivas a la población y, en primer lugar, a los griegos. Esto bastará para fijar el orden del día en la próxima cumbre que se celebrará en dos semanas.

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