Fotograma de la película Barbara de Christian Petzold, Alemania, 2012.

Acabemos con el cine políticamente correcto

Las reacciones a la película Barbara lo demuestran: los buenos sentimientos y los temas que agradan al Estado, que es el que subvenciona, inundan la producción cinematográfica alemana. ¿Qué ocurriría si los cineastas apostaran por la provocación y por la comedia burda?, implora el realizador Dominik Graf.

Publicado en 11 mayo 2012 a las 10:24
piffl-medien  | Fotograma de la película Barbara de Christian Petzold, Alemania, 2012.

Con las películas alemanas siempre ocurre lo mismo: al momento de gloria le sigue un golpe bajo. El entusiasmo que suscitó Barbara, de Christian Petzold, premiado en la Berlinale, rápidamente se enfrió con unacrítica publicada en la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, que situaba a la película en un contexto horrible, el de las otras películas que aportan su contribución al trabajo de memoria sobre la RDA.

Es extraordinario ver cómo ciertos críticos de cine insisten en imponer de este modo una misión y un mensaje al cine alemán. Hasta tal punto, que se sugiere al lector que la película Barbara no debe convencer en primer lugar en el sentido puramente cinematográfico: ante todo, la película debe cumplir ciertos criterios de utilidad pública. De este modo, se le pide al cineasta que ofrezca una imagen "fiel" de la historia. ¿Podríamos esperar que los realizadores alemanes tuvieran la bondad de dar prioridad al "rigor histórico"?

El dilema de las subvenciones

Este tipo de elogios envenenados no puede perjudicar a la película Barbara, que es un éxito según la opinión general y ha estado nominada en los DeutscherFilmpreis. Si analizamos la selección del festival, nos damos cuenta del dilema al que se enfrenta la industrial cultural y su sistema de subvenciones: el empobrecimiento por la sobreexplotación temática.

La costumbre que tiene la producción cinematográfica alemana de crear películas cuyo público objetivo es la clase cultivada y esa aplicación extrema en el tratamiento de los temas empiezan a ser exasperantes.

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Si estudiamos nuestro paisaje cinematográfico, observando las producciones que siguen más o menos la ruta comercial, nos damos cuenta de que el núcleo económico de la producción cinematográfica, es decir, el cine destinado al gran público, tan sólo representa una pequeña fracción de las películas subvencionadas.

Por lo tanto, cada temporada el que se empobrece es el cine que puede atraer a las salas a más público. Es sorprendente observar en este segmento la proporción relativamente alta de realizadores autodidactas.

Ante ellos, una cantidad industrial de películas "de calidad" que, tanto en el fondo como con en la forma, se clasifican como de arte y ensayo (casi todas con puestas en escena de antiguos alumnos de escuelas de cine).

Entre los temas tratados en las películas que compiten en el Deutscher Filmpreis se encuentran los trastornos mentales, la enfermedad de Alzheimer, el cáncer, a los que conviene añadir los temas de utilidad pública de moda, es decir, los problemas de integración, el neofascismo, la crítica al mundo financiero, el trabajo de memoria sobre la RDA, etc. ¿Por qué llegan a estrenarse estas películas? ¿Acaso se debe a su insistencia temática, que aumenta sus posibilidades de recibir subvenciones?

Guerra entre cine comercial y de arte y ensayo

A pesar de un saber hacer formal en constante progresión, el cine alemán da la impresión de que propone únicamente un catálogo de disertaciones. La dirección sólo concede un lugar mínimo a la música y se somete al dictado de la autenticidad (con frecuencia notable) en la interpretación de los actores y en el encuadre.

¿No hay demasiado arte, demasiadas buenas intenciones? En cambio, las películas destinadas al gran público, las películas de placer, las películas de lentejuelas, las películas que seducen de entrada, se han convertido en empresas solitarias. Antes, nos encantaba criticar las producciones alemanas consideradas comerciales y banales. Ahora quizás ha llegado la hora de defender las emanaciones más triviales del cine alemán, que parecen estar en vía de extinción.

Todas las medidas de ayudas al sector parten de una buena intención. Pero si la Academia del Cine Alemán intenta con valentía ocultar las disensiones, la guerra entre el cine comercial y el cine de arte y ensayo causa estragos.

Sorprende constatar que el cine oficial alemán intenta, del modo más molesto posible, hacer que se tenga una buena impresión de Berlín. El cine alemán es una escultura en equilibrio, rodeado de un halo de recompensas y de alabanzas. Los éxitos internacionales de los últimos años le han aportado una seguridad ilusoria. Casi tenemos la tentación de decirles a los realizadores: ¡No intentéis cerrar las heridas! ¡Pelearos! De momento sólo se obtienen bostezos como respuestas a estos llamamientos. Welcome to the German future! La auténtica pasión tiene otro rostro.

El éxito del cine fantástico

Hay otros géneros que están teniendo un creciente éxito en todo el mundo, como el cine fantástico. ¿Están representados en el cine alemán? No. Sin embargo, en Alemania existe una tradición de cine de terror y fantástico, a la espera de ser exhumado, como el tesoro de los Nibelungos. La gravedad deliberada del cine alemán contemporáneo va a contracorriente de la nostalgia del gran espectáculo, de la comedia atronadora, de las sensaciones fuertes, en definitiva, de todo lo que constituye los fundamentos del cine. Se niega el cine en lo que puede tener de maligno y estridente, se niega esa pulsión de muerte explosiva y fuente de creatividad, que siempre ha originado "películas malas" maravillosas.

Por lo demás, la indiferencia mezclada con provocación siempre ha sido una parte integral del cine popular alemán. Pero desde 1990, las películas alemanas en su mayoría han perdido esa ingenuidad. En las profundidades de su inconsciente, el cine alemán quizás reconoce el fondo del problema en su relación con la profusión de imaginación, que desde la caída del Muro se trata de forma académica, cuidadosamente encuadrada. Demasiada estructura y muy poca exuberancia.

Y entre las demás películas del año [2011], el personaje principal de Schlafkrankeit [El mal del sueño] de Ulrich Köhler, deambula por la nueva África y encuentra el "salvajismo" original del coronel Kurtz [en el libro El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y la película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola], pero de un modo totalmente distinto. La película comenta de manera implícita el imperio mundial de lo políticamente correcto y deja un profundo sentimiento de alienación y de soledad devastadora. En este sentido, todas nuestras películas con mensaje y temática también destacan su mentira.

La sociedad, incluidos los artistas, se equivoca al querer mantener a toda costa, entre lo que ahora se considera mundialmente "bueno", un país aburguesado hasta la saciedad, con sus cuotas de mujeres, sus leyes anti-tabaco y su cine de utilidad pública. Por mentirosas que fueran, las películas de terror alemanas de los años 1950 no eran tan deshonestas.

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