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Alemania no siempre gana. Los líderes del G8 ven por televisión el partido de la final de la Liga de Campeones entre el FC Chelsea y el Bayern de Munich, el pasado 19 de mayo.

No culpen a los alemanes

Angela Merkel, al ayudar a rescatar a las economías con problemas en la eurozona, ha superado los límites de lo que deseaba su electorado. E iría demasiado lejos si aceptara los eurobonos por los que está luchando el nuevo presidente francés François Hollande.

Publicado en 22 mayo 2012 a las 15:10
Alemania no siempre gana. Los líderes del G8 ven por televisión el partido de la final de la Liga de Campeones entre el FC Chelsea y el Bayern de Munich, el pasado 19 de mayo.

Para el creciente número de personas que han estado acusando a los alemanes de satisfacción y complacencia ante la crisis de la eurozona, la derrota en la final de la Champions League del Bayern de Múnich por parte del protectorado ruso conocido como Chelsea FC habrá sido toda una... bueno, la única palabra es Schadenfreude [alegría por la desgracia ajena].

Al inicio del partido en el estadio Allianz Arena de Múnich, se desplegó una gran pancarta, en la que se leía (traduzco literalmente) "Nuestra ciudad, nuestro estadio, nuestra copa". La tribuna de los bávaros, el diario Süddeutsche Zeitung, antes del partido había publicado la previsión de no menos de 56 "expertos" y para su satisfacción, los 56 habían declarado que la victoria del Bayern era casi una certeza.

Confieso que tras el resultado, no pude resistirme y me conecté al sitio web del Süddeutsche, donde leí el relato de su reportero desde el salón de baile del hotel Postpalast de Múnich, donde se había invitado a 800 personas para celebrar la inevitable victoria del Bayern: "Se observa un ambiente atroz en la sala decorada para la fiesta... y rostros aturdidos por todos lados". Bueno, sólo es un juego. Al contrario que la lucha por mantener a flote el euro, en la que se acusa a Alemania de jugar contra el resto de los miembros de la moneda única, cuando debería darse cuenta de que todo el mundo está en el mismo equipo.

El enfado de los alemanes crece

En la reunión de los jefes de Gobierno del G8 en Washington, la canciller alemana Angela Merkel ocupó un lugar incómodo, cuando los demás líderes, empezando por Obama, se turnaron para instarle a que aceptara el lanzamiento de los llamados eurobonos, con lo que se utilizaría efectivamente a los contribuyentes alemanes para garantizar las grandes deudas de la eurozona.

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Sin contar con el hecho de que el Tribunal Constitucional dejó claro al Gobierno alemán que jamás podría hacer una cosa así, en cualquier caso sería algo totalmente inaceptable para la opinión pública del país, al igual que lo sería para cualquier pueblo soberano en una situación parecida. Merkel ya ha sobrepasado con creces los límites de lo que su electorado habría querido en términos de garantías.

El enfado de los alemanes crece ante la idea de que tengan que poner en peligro sus pensiones en lugar de presionar más a sus imprevisores vecinos para que "actúen con responsabilidad". De hecho, no sería ninguna sorpresa que la presión interna se intensificara hasta tal punto que tuvieran que salir del euro y volver a su moneda nacional.

Un intolerable giro radical

La clase dirigente política en Berlín nunca toleraría ese giro radical aunque probablemente sea el desenlace más saludable tanto para Alemania como para el resto de Europa: las deudas denominadas en euros de países como España, Portugal e Italia se devaluarían, por lo que sería menos probable el impago total. Al mismo tiempo, Alemania seguiría siendo un exportador de gran éxito incluso con una moneda mucho más sólida, tal y como lo había sido antes de que se impusiera el euro, en contra de las serias advertencias del Bundesbank, cuyos economistas siempre comprendieron que una unión monetaria sin un gobierno federal europeo único estaba condenada al fracaso.

Lo más irónico en la actual arenga diplomática de Berlín es que la única alternativa al fracaso sería que Alemania asumiera una función hegemónica en Europa, lo que generaría un mayor sentimiento anti-alemán entre sus vecinos del Sur. Es más, debido a la dolorosa conciencia de Alemania de su propia reputación histórica como posible dominadora de Europa, accedió a abandonar el poderoso Deutschmark.

Es cierto que los exportadores alemanes se han beneficiado en gran medida comerciando por toda Europa en una moneda común con sus vecinos menos avanzados económicamente. El argumento económico convencional es que los inmensos superávits que se generaron de este modo han tenido que ir a algún lugar y que ese lugar han sido préstamos igualmente inmensos a prestatarios soberanos y privados en el resto de la eurozona. Por lo tanto, prosigue el argumento, a Alemania le interesa hacer lo que sea necesario para rescatar esas economías, o de lo contrario perderá incontables miles de millones al no poder recuperar los fondos invertidos.

Berlín no es responsable de la burbuja inmobiliaria española

El argumento tiene sentido en términos meramente contables; pero al igual que parecía ridículo culpar a Pekín por el modo en el que los bancos estadounidenses hicieron recircular los grandes superávits de dólares de China en los planes de vivienda especulativos de Florida y California, también resultaría extraño creer que Berlín es de algún modo responsable moralmente por toda la burbuja inmobiliaria de España; e igualmente necio imaginar que si los alemanes "socializaran" el grueso de esas pérdidas a través de sus propios contribuyentes, esto contribuiría a que cesaran las peores prácticas bancarias: los bancos españoles no han admitido hasta ahora la putrefacción de sus carteras de préstamos, mucho después de que hicieran lo mismo los estadounidenses.

Uno de nuestros políticos que había pensado que este país estaba loco por no unirse al euro, Nick Clegg, ayer instaba a los alemanes a que aprobaran los eurobonos para financiar la deuda del continente, incluida la corrupta Grecia. Le dijo a un entrevistador de Der Spiegel que esta medida era "inevitable", por mucho que los contribuyentes alemanes se mostraran "reacios a considerar esas ideas y a... convertirse en el principal pagador de la Unión Europea". A lo que el entrevistador del viceprimer ministro británico respondió: "A ver si logra explicárselo a un público alemán".

Cierto. Y en cualquier caso, ¿el principal pagador no es el que lleva la voz cantante? ¿Es eso lo que quiere realmente Europa? Alemania no lo quiere y lleva toda la razón.

Desde Alemania

El país más endeudado de la zona euro

En la reunión informal de jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona el próximo 23 de mayo, Angela Merkel estará más aislada que nunca, escribe el Süddeutsche Zeitung

Con su política de austeridad y sus recetas para reducir la deuda, consigue que cada vez más países estén en su contra. En los prolegómenos de la cumbre de Bruselas, no cabe ninguna duda de que el mundo espera que Alemania realice mayores esfuerzos. [...]. Se supone que el nuevo presidente francés, François Hollande, encontrará un camino que se distancie del de la política de austeridad. Ante la inminente cumbre extraordinaria de Bruselas, parece que Merkel se encuentra sola frente al resto del mundo. Por una parte, una resuelta austeridad impuesta; por otra, los comprometidos partidarios del crecimiento. Pero las apariencias engañan. A pesar de los brillantes ingresos, el Gobierno está acumulando deudas. [...] Alemania es el país más endeudado del club del euro.

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