"Tiene el carisma de una bayeta mojada y el aire de un empleado de banca de tres al cuarto." Los eurodiputados que, a finales de febrero, asistían a una sesión plenaria de lo más clásica para reunirse por primera vez con el nuevo —y primerísimo— presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, se quedaron perplejos ante la violencia verbal del británico Nigel Farage, del UK Independence Party (UKIP, euroescéptico), quien también tildó a Van Rompuy de “asesino tácito de la democracia europea” por el hecho de proceder de "un no país", es decir, Bélgica.
Quienes, a la luz de los resultados de las elecciones europeas de 2009, predijeron que el funcionamiento de la asamblea se vería turbado por la afluencia de políticos del Este, catalogados de extremistas (rumanos, búlgaros, húngaros, polacos, etc.), han visto cómo sus pronósticos se desvanecían: los representantes de dichos países han hecho gala de una tímida cortesía y se han fundido en la diminuta galaxia de los independientes, mientras que las disputas verbales se han revelado dominio exclusivo de los “occidentales”, tanto si se trata del islamófobo populista neerlandés, Geert Wilders, como de los euroescépticos británicos.
Los "falsos modales de los occidentales"
Tras su discurso contra Van Rompuy, el presidente del Parlamento, Jerzy Buzek —afable conservador de origen polaco— convocó a Farage y le pidió que se disculpara. A lo que el británico añadió que, si debía presentar sus excusas a alguien, sería a los “empleados de banca de tres al cuarto", por haberlos comparado con el eclipsado presidente del Consejo, ya que no merecían tal humillación. A falta de argumentos, el educado Buzek, antiguo miembro del sindicato Solidaridad, ha hecho pública su decisión de imponer a Farage una multa, congelando así su asignación de diputado durante 10 días, lo que equivale a unos 3.000 euros. ¡De risa! Pese a todo, Farage ha impugnado oficialmente la sanción, alegando no comprender dónde residía el problema y dilatando así el espectáculo. Según sus propias palabras, en la vida parlamentaria británica, las interpretaciones impetuosas como éstas son algo común, los diputados se interrumpen y se insultan; algo que, después de todo, forma parte del juego democrático.
Los "occidentales", con sus falsos modales, alteran el buen funcionamiento de la democracia parlamentaria, desviando el debate de fondo: el argumento “Van Rompuy no tiene carisma y ha sido una mala elección para la presidencia de la UE” se expresa llamándole “bayeta húmeda” y “asesino de la democracia”. Presenciamos el mismo tipo de discurso —igual de duro y entremezclado con alusiones xenófobas y liberticidas— en el caso de determinados partidos de la derecha populista italiana, cuando ostentan el poder, y de los Países Bajos, donde el Partido por la Libertad de Wilders parece gozar de la posición ideal para hacerse con el poder en las legislativas del próximo mes de junio. En comparación con estos tenores sin complejos, nuestro Corneliu Vadim Tudor y Gigi Becali o sus colegas búlgaros, los nacionalistas de partido Ataka, parecen educados y timoratos. En general, aún nos queda mucho por aprender de los europeos, incluso del arte de ser un bufón en el ámbito político.