“La imagen de los aeropuertos cerrados, vacíos y silenciosos, produce más angustia si cabe que cuando están abarrotados de viajeros frecuentes”, como sucede en la película Up in the air. A la hora de viajar “los asuntos vitales pasan a ser secundarios porque todas las acciones convergen en una sola: llegar”, escribe Joana Bonet en una columna en La Vanguardia. Estos mismos aeropuertos que “han ido colonizando nuevos territorios” y recuerdan a esos no-lugares definidos por el sociólogo Marc Augé, han sido paralizados por una nube volcánica que ha teñido el cielo de cenizas. A raiz de esto, el espacio aéreo europeo ha sido cerrado y se han “cancelado millones de historias humanas”, incluidas las de Angela Merkel, la de la Reina margarita e incluso, de forma póstuma, la de Lech Kaczynski. Para el año 2020 habrá más de 200 millones de vuelos al año en “un cielo superpoblado que se rasgará en infinidad de bellas estelas blancas”. Es necesario humanizar los rituales de una sociedad que vive entre la tierra y el cielo; los hábitos de esa sociedad que ha sido paralizada por “una nube de ceniza como metáfora de estos tiempos gaseosos”
Live | IA, medios de comunicación y democracia: ¿una ecuación imposible?
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