Unos euros son más iguales que otros.

¿Un euro con dos velocidades?

Alemania ha vuelto a imponer condiciones para conceder la ayuda financiera que ha solicitado Grecia a la UE y al FMI. Esta actitud se explica por el temor de tener que pagar por los demás países, pero también por el deseo de volver a definir los límites de la zona euro, tal y como expone La Repubblica.

Publicado en 26 abril 2010 a las 14:57
Unos euros son más iguales que otros.

En septiembre de 1994, cuando Wolfgang Schäuble era líder de los diputados del CDU-CSU en el Bundestag, planteaba junto a su compañero Karl Lamers la provocadora idea de un "núcleo europeo" (Kerneuropa). El núcleo económico y estratégico del continente integrado por Alemania, Francia y el Benelux habría creado su propia moneda para impedir que la empresa comunitaria acabara siendo "una formación más débil, limitada a ciertos aspectos económicos y compuesta por diversos subgrupos".

Dieciséis años después, la profecía de Wolfgang Schäuble se ha hecho realidad, no en la parte positiva que constituía "el núcleo europeo", sino en el sentido más negativo. La Unión Europea de los Veintisiete, de los cuales 16 son parte de la Eurozona, es una criatura colosal y frágil, inexistente en el contexto mundial y tan fragmentada que pone en peligro las mismas bases del euro. Ayer, Wolfgang Schäuble, que entre tanto se ha convertido en ministro de Finanzas, ha recordado que su gobierno podría negar cualquier tipo de crédito a Grecia, haciéndose eco de los recientes avisos de la canciller Angela Merkel: "como medida extrema, hay que pensar en la posibilidad de excluir de la unión monetaria a un país débil", así como del sentimiento cada vez más generalizado de la opinión pública alemana.

El marco alemán era símbolo de bienestar

Incluso en el momento del lanzamiento de la moneda única, al menos dos de cada tres alemanes declaraban que preferían a su añorado antiguo marco frente al euro. Este escepticismo nunca se ha disuelto. La situación prácticamente de quiebra en Grecia despierta estas profundas fobias, acentuadas por la recesión y por encima de todo, la de tener que pagar por los demás. Los alemanes no quieren convertirse en el cajero automático de Europa, del que puedan sacar dinero en caso de necesidad los países que pasen dificultades. Hoy son los griegos, pero mañana pueden ser los portugueses, los españoles o los italianos. En resumen, los famosos "Pigs" ("cerdos"), los "beduinos", los "escurridores del bulto del Club Med" contra los que ya se enfadaba la ortodoxia alemana o neerlandesa en los años 90.

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La moneda única no ha impulsado la unidad europea

Cuando Mitterrand advirtió a Kohl que el precio del "sí" francés y europeo a la "Gran Alemania" era la cesión del marco y del Bundesbank, transformados en moneda y en Banco Central Europeo, el argumento europeísta desarmó a los numerosos escépticos. Las élites de la nueva república de Berlín querían demostrar que el objetivo de la unidad alemana era una Alemania europea y no una Europa alemana, pero siempre con la intención solapada de que el euro debía comportarse como el marco y el BCE como el Bundesbank. De ahí el aparente rigor de los "criterios" de Maastricht y la elección de Francfort como sede del BCE.

Una serie de necesidades geopolíticas y económicas ampliaron posteriormente la zona euro más allá de los límites del espacio óptimo trazados en 1994 por Wolfgang Schäuble y Karl Lamers, sin que la difusión de la moneda llegara acompañada de los signos necesarios de refuerzo de la unidad política europea.

Una nueva odisea para el helenismo

La crisis griega confirma que en Europa cada uno piensa en su propio interés. La prueba es que los responsables políticos responden a su electorado y no a una inexistente fuerza política europea. ¿Por qué sorprende entonces que en la cacofonía europea los mercados den por hecho el hundimiento de Atenas? En las declaraciones de Schäuble o de Angela Merkel se advierte sobre todo la necesidad de calmar los temores de los alemanes, en vista de las elecciones del 9 de mayo en Renania del Norte Westfalia. Pero se trata de una interpretación simplista que no tiene en cuenta el trasfondo de la cuestión: Alemania está harta de hacer sacrificios en nombre de unos socios europeos que no son fiables.

Así, mientras que el primer ministro griego Giorgos Papandreu, evocaba desde la isla de Kastellorizo "una nueva Odisea para el helenismo", la tentación de crear el núcleo europeo vuelve a resurgir en Berlín y con ella, la de una moneda para el área de influencia económica alemana. No sólo incluiría a Francia y al Benelux, sino también a Austria y a algunos Estados centroeuropeos o bálticos. Y punto. No sabemos si esta perspectiva es realista o no, lo que sí sabemos es que nos costará sangre, sudor y lágrimas a todos los europeos, primero a los italianos y a los demás "Pigs", pero también a los alemanes.

Opinión

¿Un “euromarco” para los países ricos?

¿Será el "euromarco" la solución a la crisis por la que pasa el euro? En De Standaard, el economista belga Peter De Keyzer defiende la idea de crear una segunda moneda europea. Este nuevo euro, que coexistiría con el euro actual, reuniría "a Alemania, Países Bajos, Finlandia y otros ‘países fuertes’ cuyo déficit presupuestario sea inferior al 3%, cuya deuda estatal no supere el 80% del PIB [...] y cuyos tipos de interés a largo plazo sean cercanos a los de Alemania", explica Peter De Keyzer. Con ello, "Alemania volvería a tener una moneda fuerte y una política presupuestaria creíble. Los países del sur tendrán una moneda muy debilitada, un crecimiento económico y un respiro para sanear su presupuesto. Nadie estará obligado a devaluarse, nadie habrá perdido prestigio, se salvará al euro y contaremos con una nueva moneda europea fuerte. Por desgracia, en esta situación, no todo el mundo saldrá ganando y habrá un claro perdedor: Europa y la idea europea". En Atenas, el diario To Ethnos señala que "los alemanes no quieren a Grecia en la zona euro" y opina incluso que si Angela Merkel debe enfrentarse a unas elecciones regionales difíciles, "insistir sobre esta cuestión es bastante osado". Por su parte, To Vima ironiza y se pregunta si, "para recuperar la credibilidad" los griegos quizás deberían enviar a Francfort, sede del Banco Central Europeo, "a los evzones", los guardias presidenciales vestidos con trajes tradicionales.

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