El rescate a España es inevitable

La economía española se hunde, el mercado inmobiliario ha explotado, los bancos registran deudas colosales y el interés de los bonos a diez años se sitúa en el 7,5%. Ha llegado el momento de dejar de fingir que no habrá un rescate, escribe el editor económico de The Guardian.

Publicado en 24 julio 2012 a las 14:54

En Europa, la clave de la política es ganar tiempo. Las ideas generales para salvar a la moneda única tardarán años en materializarse, no meses, pero la amenaza de hundimiento es inmediata.

La mentalidad de actuar a corto plazo es una cuestión de supervivencia: como el equipo de fútbol que opta por la táctica de sólo defender para mantener un resultado de 0-0, o el bateador de cricket cuyo único objetivo es ocupar la línea de bateo cuando el equipo se enfrenta a una derrota en el turno de lanzamiento el último día de un campeonato decisivo.

Durante un tiempo, la semana pasada existió la posibilidad de que el esfuerzo realizado por Europa al encontrarse contra las cuerdas había dado resultado. La cumbre del mes pasado tuvo más fundamento que las anteriores sin contenido y el repunte en los mercados financieros europeos de la semana pasada fue el reflejo de la creencia de que se había hecho lo suficiente para mantener las cosas en calma hasta agosto. Pero eso fue hasta que la comunidad autónoma de Valencia, en España, anunciara que necesitaba ayuda financiera de Madrid, lo que desencadenó una gran caída en los mercados que prosiguió el lunes.

Un despliegue de ineptitud

La respuesta del Gobierno español fue jurar y perjurar primero que no existía ni la más remota posibilidad de que se produjera un rescate total que implicara al Fondo Monetario Internacional y, a continuación, impuso la prohibición de la venta de acciones a corto. Como era de esperar, a los mercados no les impresionó este despliegue de ineptitud.

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Mientras, Grecia volvía a ser el centro de todas las miradas, ya que Atenas esperaba la llegada de las autoridades de la troika (el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea) el martes. Grecia es presa de una depresión similar a la de los años treinta y quizás no nos sorprenda que tenga problemas para cumplir el programa de austeridad impuesto como parte de su rescate. Parece que la troika amenazará con cortar el sustento financiero de Grecia, a menos que el Gobierno de coalición acuerde unos recortes de 2.000 millones de euros extra.

De estos acontecimientos, se pueden sacar tres conclusiones. La primera es que España está abocada inexorablemente al rescate, probablemente en breve. Era ingenuo pensar que el paquete de ayuda prometido de 100.000 millones de euros (78.000 millones de libras) para los bancos españoles sería suficiente y al final, ha resultado que no era bastante.

Hablamos de un país en el que la economía se hunde, el mercado inmobiliario explota, los bancos registran deudas colosales y el interés de los bonos a diez años se sitúa en el 7,5%. La pregunta no es si habrá un rescate, sino cuál será su magnitud. Lo más probable es que sea de al menos 300.000 millones de euros.

Un círculo vicioso

La segunda conclusión es que bajo Grecia se está abriendo la trampilla para que caiga. Alemania ha agotado su paciencia con Atenas y el FMI se vio obligado a desmentir el lunes los rumores de que se disponía a suspender su ayuda financiera. Ahora, el Gobierno griego se enfrenta a tener que elegir entre acordar una nueva serie de medidas que reducirán la demanda, y que sabe que serán contraproducentes y políticamente tóxicas, para poder pagar sus facturas dentro de la eurozona, o bien, devaluarse y llegar al impago fuera de la unión monetaria. Para Angela Merkel, lo ideal sería la salida voluntaria de Grecia.

Lo que tienen en común Grecia y España es que el concepto fallido que ha llevado a la más pequeña de estas dos economías al punto de no retorno ahora se está probando con el otro miembro del club más grande y estratégicamente más importante.

La lección aprendida de Grecia está totalmente clara: recortar drásticamente el gasto y subir los impuestos cuando una economía ha entrado en caída libre produce niveles de deuda superiores, no inferiores. España está siguiendo a Grecia en el círculo vicioso que comienza con un crecimiento débil y un alto desempleo y acaba con rescates muy caros que producen más perjuicios que beneficios.

Recuerden la situación de Grecia en agosto de 2011 y sabrán lo que ocurrirá en España en agosto de 2012. Los mismos problemas. Las mismas respuestas erróneas. La misma crisis. Pero en este caso, mayor.

Opinión

Volver sobre lo mismo

“España insufla un aire de pánico sobre los mercados”, titula Les Echos. El diario constata que la pesadilla de una nueva tormenta bursátil “puede que esté en vías de hacerse realidad”, en una “sobrecogedora repetición de 2011” que hubiese podido evitarse:

Hubiese bastado con que todas las medidas que se acordaron en la cumbre europea de finales de junio, cuyos avances fueron muy bien recibidos, se concretizasen. Pero los líderes se han contagiado del ritmo sosegado del verano, como los sabios de Karlsruhe [el Tribunal Constitucional alemán], que han retrasado hasta septiembre la decisión sobre laaprobación del Mecanismo Europeo de Estabilidad. El resultado ha sido que no se ha establecido el cordón de seguridad que pretendía proteger a Italia y a España frente a una nueva subida de los intereses a los que se financian, justo cuando ambas tratan de que sus economías vuelvan a sostenerse por su propio pie.

“Se acerca a gran velocidad ese momento en el que la Unión no tendrá escapatoria”, advierte el editorialista François Vidal:

Para evitar el contagio a toda la zona, la UE deberá acudir rauda al rescate de Madrid y de Roma, sea por voluntad propia o por obligación. Todavía puede hacerlo de manera voluntaria y modesta, retomando el programa de compra de deuda pública por parte del BCE. Esto simplemente supondría dar un respiro temporal, pero, en cualquier caso, muy necesario.

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