Una manifestación contra la austeridad presupuestaria en Madrid, el 27 de noviembre de 2011.

¡Adelante con la primavera europea!

Uno de cada cinco jóvenes europeos está en el paro, y en algunos países es uno de cada dos. No hizo falta llegar a ese extremo para que sus homólogos árabes se alzasen contra sus gobernantes, opina un cronista polaco. ¿Qué pasará si nuestro modelo social no es capaz de infundirles esperanza?

Publicado en 1 agosto 2012 a las 15:30
Una manifestación contra la austeridad presupuestaria en Madrid, el 27 de noviembre de 2011.

Grecia podría abandonar la zona euro en septiembre, España prevé solicitar un plan de rescate a Europa, mientras el Banco Central Europeo se apresura a volver a comprar títulos de deuda italianos.

Los líderes nos saludan desde islas paradisíacas en las que pasan sus vacaciones y nos aseguran, como es habitual, que no dejarán que la zona euro estalle en mil pedazos. El primer ministro italiano, Mario Monti, es el único que se expresa con honestidad. “Hará falta que pasen algunos años antes de que podamos lanzar un mensaje de esperanza dirigido a nuestros jóvenes”. Lamenta que los jóvenes de 20 años, que se enfrentan a una tasa de paro del 36%, sean hoy una “generación perdida” y considera que todo lo que estaba en sus manos era “minimizar los daños”.

Hagan lo que hagan esta semana, aunque pongan en común los presupuestos y entre en funcionamiento la plancha de imprimir billetes para obtener miles de millones de euros, los líderes no conseguirán hacer desparecer la verdadera plaga de esta crisis.

Los jóvenes deberían manifestarse en Bruselas

La media del paro juvenil en Europa está en torno al 20%, pero asciende hasta el 52% en España y en Grecia. Y si se crean puestos de trabajo, como en Reino Unido, son únicamente de duración determinada. Los empleos precarios son el último recurso para esta generación perdida que se ve amenazada tanto por el paro como por la pobreza. En Oriente Próximo, bastó con una tasa de desempleo juvenil del 26% para que tuviesen lugar las revoluciones árabes. En Europa, no hay dictadores que derrocar, pero las propias palabras de Monti representan indirectamente un intento de capitulación de la democracia ante la crisis.

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La decadencia de la juventud queda amortiguada por el modelo social europeo, concretamente porque los padres disponen de unas altas pensiones, con las que pueden hacerse cargo de los gastos de sus hijos que se encuentran en situación precaria. Pero ¿qué ocurrirá cuando ellos ya no estén o cuando los Gobiernos griego, español e italiano reduzcan lo que perciben como jubilación?

En lugar de manifestarse contra el capitalismo en sus propias capitales, los jóvenes deberían ir a Bruselas para expresar su apego a Europa. Los jóvenes italianos y españoles deberían exigir que los políticos promuevan una integración económica rápida y los jóvenes de Alemania deberían apelar a esa solidaridad de la que sus padres carecen. Deben hacerlo antes de que ellos mismos se conviertan en esa generación perdida, no sólo desde el punto de vista de la prosperidad, sino también del de la democracia.

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