Para usted, ¿será Brown, Clegg o Cameron ? dispensadores de cerveza en un pub londinense.

En busca de una nueva vía

La incertidumbre producto de la crisis, una "sociedad rota" e incluso un sentimentalismo excesivo: independientemente de los resultados de las elecciones del 6 de mayo, los británicos ya han convertido el malestar social en cambio político. Esta es la perspectiva de un periodista polaco.

Publicado en 6 mayo 2010 a las 13:47
Para usted, ¿será Brown, Clegg o Cameron ? dispensadores de cerveza en un pub londinense.

En el Reino Unido, el país del empresariado liberal, con la City de Londres, el principal centro financiero de Europa, y un número récord de personas realmente ricas, reina la desesperación. Según algunos, es el principal enfermo de Europa: con su déficit de 180.000 millones de libras esterlinas, Londres no tiene el más mínimo interés en quejarse por el desorden griego. El Estado no va bien y a la gente normal apenas les va mejor. El endeudamiento de los hogares en el país es dos veces más elevado que en Francia.

Numerosas asociaciones denuncian el recrudecimiento de los atracos a punta de navaja, el fenómeno de la embriaguez hasta perder la conciencia entre las mujeres y una inseguridad tal en los centros educativos que se instalan detectores de metales a la entrada. Las encuestas sociológicas atestiguan la aparición de una nueva categoría en la clasificación social: los NEET (Not in Education, Employment or Training, es decir, ni estudiantes, ni empleados ni en formación), una categoría que va en aumento.

¿Se está produciendo realmente una "recesión social" en Gran Bretaña? El serio semanal The Economist analizó recientemente el fenómeno y demostró, apoyándose en cifras y gráficos, que la delincuencia está descendiendo, al igual que el número de madres menores de edad (aunque sea el porcentaje mayor de Europa). También disminuye el consumo de alcohol y de drogas, aunque sea de forma marginal. La opinión pública sostiene una imagen muy negativa del país. En 1997, con la llegada al poder del Partido Laborista, el 40% de los británicos pensaba que su país resultaba cada vez menos agradable para vivir; con Gordon Brown como primer ministro, incluso antes de la crisis, este porcentaje llegaba al 73%.

Un futuro de sudor y lágrimas

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El año pasado, la popularidad de Brown descendió hasta tal punto que quedó claro que si los conservadores no logran ganar ahora, no lo harán nunca. Pero su líder David Cameron, con su broken society [sociedad rota], se ha tendido una trampa a sí mismo porque, si bien el diagnóstico que hace del estado de la sociedad es correcto, la pregunta que se plantea ahora es cuáles son los medios propuestos para curar a todo un pueblo de esta grave enfermedad y más en tiempos de crisis. En resumen, hoy, con un déficit inaudito, no se puede prometer otra cosa que no sea sudor y lágrimas. La única opción es reducir los gastos presupuestarios (los partidos políticos se atreven más o menos a evocarlo) y aumentar los impuestos (algo sobre lo que intentan guardar silencio).

No obstante, la campaña electoral hace aflorar también otros sentimientos. Para descifrarlos, podemos empezar recordando la reacción histérica de la mayoría de los británicos ante la muerte de la princesa Diana en 1997. Era "la reina de corazones", pero la clase política guardaba sus reservas sobre ella, ya que consideraba que carecía de la clase y la madurez necesarias en una futura reina. Entonces, los tabloides se tomaron muy mal la publicación del ensayo "La sentimentalización de la sociedad moderna", de Anthony O'Hear, profesor de filosofía y presidente del Royal Institute of Philosophy. Según el autor, el duelo universal revelaba una tendencia profunda y negativa del país hacia un "gusto insaciable por el sentimentalismo que aparta la mirada de la realidad, en todos los aspectos de nuestra existencia".

Nick Clegg, el candidato que gana con las novedades

¿Qué tiene que ver todo esto con las elecciones legislativas de hoy? Los debates televisados de los principales candidatos al puesto de primer ministro han introducido de forma patente un elemento nuevo: la reacción espontánea y la referencia al sentimiento. Antes no existía este tipo de debate. No se trata tan sólo de copiar los modelos políticos extranjeros, sino de algo más importante relativo a la naturaleza misma del sistema político.

Los británicos están obsesionados con la formación de un gobierno eficaz. Entre ellos existe un auténtico terror a lo que se denomina un "hung parliament", literalmente un parlamento suspendido, y a las coaliciones que puedan ser necesarias. La tradición británica quiere que el gobierno sea directamente responsable ante los electores. En el caso de una coalición, no es tanto el pueblo el que confía el poder a un grupo político determinado, sino que los partidos se entienden entre ellos, a espaldas de los electores, que quedan desprovistos de todo control, explica George Jones, antiguo profesor de sistemas políticos en la London School of Economics.

El fin de la política bipartidista

Recientemente se ha observado una gran transformación del sistema con el impulso de un tercer partido, el de los liberaldemócratas. ¿A qué se debe este cambio? A que, por primera vez, la mayoría de los británicos han visto a su líder Nick Clegg en la televisión. Antes, en Gran Bretaña se pensaba que el voto tenía un carácter de clase: la gente votaba en función del partido. Si una persona era pobre, entonces votaba a los laboristas, si en cambio no le faltaba de nada, su voto iba a los conservadores. Hoy ya no se aplican estos criterios, pues la gente se funde en la clase media, son más uniformes, ya no consideran a los partidos políticos según una división de clases.

Se sabe de antemano que el sistema de sufragio directo de una sola vuelta constituye una desventaja para los liberaldemócratas. Clegg podría plantear la reforma del sistema como condición a su participación en un gobierno de coalición. Los conservadores se opondrán a ello. El Partido Laborista dudará. Pero no importa, porque lo que estaría claro es que en Gran Bretaña se ha acabado la política bipartidista.

OPINIÓN

Una elección crucial

“Un día de elecciones generales es una celebración de la democracia”, escribe el Times en su primera página. “Y en estos escasos días de elecciones – no ha habido más que dos en estos treinta últimos años – en los que se vislumbra la posibilidad de un cambio de gobierno, puede ser, además, un día de liberación. No obstante, hoy es diferente. El ambiente es sombrío. Vamos a ir a ejercer nuestro derecho democrático sintiendo sobre nuestros hombros, de un modo poco habitual, el peso de la responsabilidad.”

Y es que este 6 de mayo de 2010, constata el diario, “ya no está claro que Gran Bretaña esté en disposición de seguir siendo una gran potencia, una sociedad armoniosa o una sociedad suficientemente próspera como para poder garantizar libertad y justicia para sus ciudadanos.” Así pues, “el destino del país” está en juego, titula el Times sobre un inmenso dibujo de Peter Brooks que muestra a Gordon Brown a punto de invertir la catastrófica parábola descendente del estado de la economía del país. “Estas elecciones definirán la Gran Bretaña de la próxima generación.”

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