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El influyente académico neo-otomano y ministro turco de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, busca estrechar lazos entre Europa y el mundo musulmán.

Ahmet Davutoglu, en la encrucijada de dos mundos

¿Puede Turquía conciliar orientación europea y activismo en el mundo musulmán? La respuesta depende en gran parte de un hombre: su ministro de Asuntos Exteriores, un universitario neootomano de influencia creciente.

Publicado en 14 mayo 2010 a las 13:47
El influyente académico neo-otomano y ministro turco de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, busca estrechar lazos entre Europa y el mundo musulmán.

El porcentaje de turcos deseosos de adherirse a la Unión Europea va a la baja. En este contexto, hace un año fue nombrado un nuevo ministro de Asuntos Exteriores, un hombre discreto: Ahmet Davutoglu, un universitario de 50 años convertido en diplomático y asesor en política exterior del primer ministro Tayyip Recep Erdogan.

Uno de sus libros, Stratejik Derinlik (Profundidad estratégica, 2001), muy popular entre los políticos y universitarios turcos, ha aumentado considerablemente su prestigio. El análisis de Davutoglu se basa en el respeto que profesa hacia el pasado imperial de su país. El autor demuestra que este pasado no es un lastre para Turquía, sino muy al contrario una gran ventaja para incrementar su importancia regional y mundial.

Optimismo europeo reemplazado por pragmatismo

La concepción geopolítica de Davutoglu —lo que él llama "la confianza de la nación en sí misma", y otros un neootomanismo— resulta de la sublevación de este intelectual convertido en estratega contra lo que él considera como el declive de su país en el siglo XX. Según su visión, Turquía debería aprovechar el fin de la guerra fría y el cese del enfrentamiento entre los bloques comunista y capitalista, así como su perfil cultural y político —un Estado musulmán laico y democrático— y sobre todo su posición geoestratégica única, que lo convierte en un puente entre el mundo occidental y el islámico, además de punto de confluencia y encuentro en la ruta de los hidrocarburos hacia Europa.

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Este cambio constituye un claro mensaje en sí mismo. El “eurooptimista” Ali Babacan (su predecesor) ha dejado su sitio al pragmático Davutoglu, que inmediatamente ha sugerido que Turquía ponga en práctica su política tradicional de "evitar conflictos con los vecinos", pero actualizada y reforzada en hacia una orientación política de "cooperación máxima con todos los que estén interesados". Más allá de la retórica, se trata de un cambio de paradigma: Turquía, aparentemente decepcionada por las tergiversaciones de París y Berlín en cuanto a su integración en la UE —¡y la adhesión de Chipre en 2004!—, marca su retorno a una política pluridireccional, cada vez más atenta al vecino mundo musulmán (que abarca de los Balcanes a Oriente Medio, el antiguo territorio del Imperio Otomano).

Actitud severa respecto a Israel

La primera reunión del ministro como tal ha sido simbólica: el 4 de mayo de 2009 recibió al viceministro de Asuntos Exteriores de Azerbayán. Davutoglu, de acuerdo con Erdogan, puso las bases para dar por zanjado el conflicto diplomático con Armenia. Además, su actitud severa respecto al Estado de Israel ha ampliado su margen de maniobra en el territorio musulmán. El activismo de Ankara se ha manifestado igualmente en Afganistán y Pakistán, así como en China y en Montenegro.

El nuevo ministro turco ha demostrado por doquier —en países como el Líbano, Rusia, Rumania, Irak, Georgia, Irán y Siria— su interés por conformar un hinterland turco. Hoy por hoy, Ahmet Davutoglu es uno de los pocos ciudadanos de un país con 72,5 millones de habitantes en condiciones de dirimir si la idea tradicional —a saber, preservar la orientación laica y prooccidental de Turquía— es compatible con la nueva idea de aumentar su poder en la región y dentro del mundo musulmán o, al contrario, si estas dos nociones están destinadas a aniquilarse mutuamente.

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