La crisis de la eurozona amenaza las reformas liberales

La crisis de la eurozona no sólo sacude los cimientos de la economía mundial, sino que también acarrea consecuencias políticas imprevistas en los antiguos Estados comunistas, pues contribuye a anular los avances que se han realizado en pos de la democracia en el este de Europa.

Publicado en 20 agosto 2012 a las 11:09

¿Qué efecto tiene la crisis de la eurozona en Europa del Este? En pocas palabras, no muy positivo. Las leyes húngaras y los decretos rumanos han logrado enfadar recientemente a Bruselas. Muchos comentaristas lo han atribuido a los efectos políticos de la recesión: estos Gobiernos, enfrentados a la desconfianza popular, el aumento del populismo y los graves conflictos políticos, se han propuesto adoptar políticas que Bruselas tilda de no liberales y que considera que van en contra de la democracia.

Pero esta interpretación no tiene en cuenta un efecto importante de la crisis de la eurozona: el cambio en los incentivos con los que actúan estos Gobiernos.

Todo el mundo es consciente de que la crisis amenaza directamente la supervivencia de la UE y que sólo podrá superarse poniendo en común más soberanía en una unión política. Y está claro que no todos los Estados miembros de la UE serán parte de esa unión política. La alternativa es clara: o ninguna UE en absoluto o una UE de dos niveles. El núcleo, supuestamente la actual eurozona, permanecería abierto a los demás, pero el cambio de una unión de 27 miembros a una de 17+10 alterará su política porque los que no se encuentran en el núcleo perderán influencia y estatus.

En un segundo nivel o fuera de la UE

Por lo tanto, el problema no se limita a Hungría y a Rumanía y de hecho, un reciente informe realizado por Freedom House determina que "el estancamiento y el retroceso es evidente en ciertos indicadores de gobierno clave en los nuevos Estados miembros de la UE y en países de los Balcanes"; este fenómeno se observa incluso en el casi-protectorado de la UE, Kosovo, que se empeña en seguir siendo un "régimen autoritario semi-consolidado". Para estos países, la alternativa es o bien una pertenencia al segundo nivel, o bien nada de UE.

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El caso húngaro y el rumano son distintos, ya que la acciones de Rumanía son reversibles y ha respondido positivamente a la UE, pero se les acusa de lo mismo: Bruselas se queja de que estos Gobiernos están desmontando o amenazando el Estado de derecho, así como los sistemas de control constitucionales que adoptaron antes de entrar en la UE. Esto es algo que ha alarmado a muchos comentaristas, ya que se pensaba que la transición a la democracia liberal era irreversible una vez que los países de Europa del Este accedieran a la UE.

Lo que ha cambiado radicalmente entre el proceso de adhesión y esta crisis son los incentivos de estos Gobiernos. Mientras se construían, esas instituciones liberales entonces eran la clave para acceder a la tierra prometida a la que tanto deseaban entrar los ciudadanos, pero ahora se han convertido en camisas de fuerza que limitan a estos Gobiernos a la hora de responder a los efectos políticos de la crisis, ante un electorado desorientado y cada vez más euroescéptico. Por lo tanto, el auténtico guardián de esas instituciones es la UE. ¿Pero con qué sanciones puede amenazar de forma creíble a los Gobiernos que ven en su futuro una UE disuelta o una pertenencia de segunda clase?

Incentivos positivos para la periferia

Por este motivo, Budapest y Bucarest no temían la ira de Bruselas: si actuando de forma oportunista obtenían más beneficios políticos internos que perjuicios, el riesgo de que les sancionara la UE no alteraría sus cálculos. Y el motivo por el que otros países no han seguido la misma senda puede que se deba simplemente a que sus condiciones internas (aún) no lo han necesitado.

La recesión, el desempleo y el populismo también han afectado a otros países, como España e Italia (que también tiene graves problemas de gobierno: su nivel de corrupción es inferior al de Hungría pero sólo algo superior al de Rumanía). Pero estos países no han desobedecido a la UE, sino que más bien apuestan por "más Europa": una diferencia importante es que ellos se ven a sí mismos en el núcleo de una posible UE de dos niveles.

Por ello, en el diseño de la futura unión política, la relación entre el núcleo y la periferia debería organizarse de modo que se restablezcan los incentivos positivos que impulsaron la transición de Europa del Este. Y los Gobiernos que duden sobre si ceder o no soberanía a una unión política podrían reflexionar sobre el hecho de que con la andadura autoritaria y a menudo nacionalista del Este puede que estemos viendo un avance del abismo de una Europa que ha abandonado la idea europea.

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