El socialismo es una sala en la que hay un gato negro al que hay que encontrar. El "socialismo desarrollado multilateralmente", uno de los conceptos más repetidos por el dictador rumano Nicolae Ceausescu (1918-1989), es una sala negra en la que hay un gato negro al que hay que encontrar. El comunismo es una sala negra que no encierra ningún gato negro, pero que en cualquier caso hay que encontrar. En los tiempos de la dictadura, los chistes constituían una escapatoria para el imaginario colectivo rumano.
En los años ochenta Rumanía se encontraba sumida en uno de los peores regímenes del bloque comunista y los rumanos se refugiaban en los chistes para burlarse de todo y de todos: del Conducator "el genio de los Cárpatos", del partido comunista, de las penurias que asfixiaban al país y de los patinazos de un régimen aislado del mundo y de la realidad. Miles de chistes circulaban gracias al boca a boca, escapando así a la censura oficial de un país controlado por la Securitate, la espantosa policía política de la dictadura.
En diciembre de 1989, el régimen del Conducator se vino abajo como un castillo de naipes bajo la presión de la Historia, que soplaba un viento de libertad tras el Telón de Acero. El matrimonio integrado por Nicolae y Elena Ceausescu fue ejecutado tras un juicio sumario y Rumanía inició una larga transición que acabó en el año 2000, cuando el país volvió a iniciar las negociaciones de adhesión a la Unión Europea.
Despertar violento
Poco a poco, los rumanos recuperaron la prosperidad en un país en el que el crecimiento económico registraba una media anual del 7 %. Una vez olvidados los chistes y las burlas, los tiempos invitaban a consumir, a comprarse el último coche y a regresar del supermercado con el maletero lleno. Pero los sueños no duran siempre y el despertar puede ser violento. En 2008, los rumanos tuvieron que volver a poner los pies en la tierra y el aterrizaje fue muy duro. La crisis económica y financiera que sacudió a Europa obligó a Rumanía a aceptar la austeridad, un terreno fértil para el regreso con fuerza de los chistes. Esta vez, el principal objetivo de los chistes es el capitalismo salvaje, a juzgar por los que circulan actualmente en Bucarest.
Un ejemplo: un rumano está sentado al borde de un lago, observándolo. Por allí pasa un estadounidense y le pregunta: -¿Qué haces? - Nada, miro el lago. - Pues al menos podías coger una caña y pescar. - ¿Para qué?, responde el rumano. - Puedes comerte una parte del pescado y vender el resto, para ganar dinero. - Pero ¿para qué? , insiste el rumano. - Con el dinero, te compras una barca y podrás pescar muchos más peces. - Sí, pero ¿para qué? - Eres imposible, le dice el estadounidense, exasperado. - Con el dinero, te compras un barco, contratas a gente para que pesque por ti y tú no harás nada y te podrás quedar aquí, mirando el lago. - Pues eso es lo que estoy haciendo ya.
Un chiste digno de Tristan Tzara, el escritor que se marchó de Rumanía a comienzos del siglo XX para irse va vivir a Zúrich y a París e impulsó el dadaísmo y el surrealismo.
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