En un artículo publicado en El País, el escritor Félix de Azúa hace un repaso a la situación actual de la novela europea. Parece lógico que cada país reproduzca "su propia atmósfera literaria". De esta manera, "es impensable, aunque las haya, una novela de Italia ahogada por la lluvia y cubierta de espesa tiniebla". La variedad social y demográfica de Francia puede albergar "la penuria bretona, la holgazanería provenzal y la pomposa futilidad parisina" mientras los autores británicos deberían cultivar una prosa "sobria, elegante, escéptica, distanciada". Los rusos describen la miseria de la Segunda Guerra Mundial, con personajes que mueren "congelados en medio de la nieve rodeados de botellas de vodka vacías" y los alemanes apenas contribuyen a este género con novelas en las que el protagonista" vive rodeado de vecinos que parecen gente amable y aburrida".
Estas obras "se han ido mineralizando en los dos últimos siglos con la humildad del carbono" lo que ha propiciado que no haya un sólo inglés que escriba novelas inglesas ni ningún ruso que no esté escribiendo novelas inglesas en la actualidad. Este fenómeno ha afectado a toda la literatura europea excepto a la francesa. La "mineralización" también atañe a la literatura española y los jóvenes escritores hasta el punto que "ahora son los escritores ingleses quienes imitan perfectas novelas inglesas escritas por españoles". En este sentido, la última obra de Patricio Pron, "El comienzo de la primavera", es "una novela alemana en su sentido más noble" capaz de "deslizar desde la emoción hasta la reflexión" al lector, en opinión del poeta Félix de Azúa.