Europa no es solamente el euro

Desde hace meses, griegos y alemanes plantean la posibilidad de que Atenas salga del euro. Pero esta discusión deja entender que, fuera de la moneda única, no existe la UE. El escritor griego Petros Márkaris denuncia esta postura, que favorece la división y el desprecio recíproco.

Publicado en 11 septiembre 2012 a las 13:26

¿Y si nos alejáramos de la dura realidad de los 11.880 millones de euros de recortes presupuestarios [que el Gobierno intenta encontrar y hacer que la troika apruebe]? Dejemos a un lado asuntos como los errores cometidos y la ausencia de un sistema político, la carga inhumana que soportan los ciudadanos, los recortes y los sacrificios que exige la troika, unos asuntos que, con la plétora de análisis de editorialistas y profesores universitarios, se han impuesto como una evidencia.

Hablemos un poco de la esencia y la esencia es esa entidad que se denomina "Europa". Me temo que los europeos nos hemos dejado contaminar por las políticas y que hemos cometido un error fatal: hemos situado a Europa y al euro en el mismo nivel. Los que siguen de cerca la actualidad, no sólo la griega, sino la europea, tienen la impresión, sobre todo desde el inicio de la crisis, de que Europa no existe sin el euro. En la mente de los europeos se encuentra anclada la certeza casi absoluta de que el país que no es miembro de la eurozona no se considera europeo.

El ejemplo más sorprendente de esta mentalidad se encuentra en los medios de comunicación griegos. En los últimos meses, sigo a diario el psicodrama con Alemania, si quiere echarnos o mantenernos en la eurozona. Hasta la visita del primer ministro griego Antonis Samaras a Angela Merkel [el 24 de agosto], el sentimiento general era que la canciller nos quería echar. Ahora, hemos pasado a una perspectiva más tranquilizadora, con un 50 por ciento de posibilidades de quedarnos y otro 50 por ciento de salir de la eurozona.

Estados parias fuera de la eurozona

Durante la primera parte del psicodrama, la angustia no se limitaba únicamente a las consecuencias desastrosas de la salida para la economía griega y la vida de los ciudadanos griegos, sino que se centraba en el hecho de que Grecia se convertiría en algo así como un Estado paria.

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Y lo mismo ocurría en el caso de los alemanes, pero a la inversa. El argumento de los ciudadanos alemanes que nos quieren echar, no se basa sólo en el hecho de que Grecia no logra superar sus problemas formando parte del euro, sino que al mismo tiempo hay que castigarla por su falta de puntualidad y exponerla al juicio público, o al menos internarla en una institución para delincuentes.

Y yo me pregunto: ¿los Estados que pertenecen a la UE pero que no forman parte de la eurozona son también parias? Reino Unido, Dinamarca, Suecia, República Checa, Hungría, Polonia y otros cinco países, ¿viven en campamentos para delincuentes? Alemania, que ha destruido dos veces Europa ¿sería más europea que Reino Unido, que la ha salvado otras tantas veces? Puede que Reino Unido tenga miles de particularidades, pero siempre ha estado ahí cuando Europa le necesitó.

Temo que hayamos entrado en una espiral de la que no sabemos cómo salir. Lo digo porque desde el comienzo de la crisis, rara vez he leído en la prensa europea un artículo que se preocupara de los países que no pertenecen a la eurozona, excepto del Reino Unido. Y en el caso de Reino Unido, el interés se debe a las complicaciones que impone la política del país en la eurozona.

El euro no es piedra angular de nuestra existencia

Como es posible que se me malinterprete, prefiero dejar las cosas claras: no formo parte de los que abogan por la vuelta al dracma. Tampoco tengo objeciones ni críticas a pagar en euros, con la condición de que no se olvide que el euro es una moneda entre otras miles, un medio de cambio. No es la piedra angular de nuestra existencia. Antes del euro existía una Europa unida, aunque no se llamara así. La diferencia entre la Europa de antes del euro y la Europa del euro no acaba en la moneda común.

Antes del euro, Europa no era únicamente una comunidad económica. También era la visión de los padres de la integración europea. Países con idiomas, historias, culturas y tradiciones diferentes que querían unirse bajo el amparo de los valores europeos comunes.

Basta con recordar que los países del antiguo bloque socialista no se unieron a Europa únicamente por el mercado común y la perspectiva de un nivel de vida mejor, sino también porque les privaron durante 45 años de los valores europeos comunes y los reclamaban. El último que hizo referencia a estos asuntos fue Jacques Delors. Después de Delors, el debate sobre este ambicioso proyecto cayó en desuso hasta la introducción del euro y la moneda única devoró los valores comunes.

La unidad de la eurozona ha reemplazado a la unidad de la UE. Actualmente vivimos en una Europa en la que sólo tienen la palabra los políticos y los economistas. Por este motivo, el debate es tan poco profundo como la mayoría de dirigentes europeos y de una sola dimensión, como el discurso tradicional de los economistas. Falta una visión global sobre Europa, porque los escritores, los artistas y los intelectuales rara vez se expresan.

Una Europa dividida en dos

Yo no me planteo el dilema del euro o del dracma. Pero sí me planteo una pregunta: ¿Qué Europa tendremos? Antes del euro existía una Europa. ¿Habrá una Europa después del euro, si el euro se hunde mañana?

En el centro y el norte de Europa se extiende un movimiento popular contestatario, que ya no quiere dar dinero a los europeos del sur, inútiles y derrochadores. Es algo que puede enfadarnos, pero no debemos culparles. Habríamos pensado lo mismo en su lugar, al igual que los españoles, los italianos o los portugueses. ¿Conocen a algún rico que comparta su dinero con los pobres?

Al mismo tiempo, en los países del sur, se desarrolla un sentimiento de ira contra los países ricos de Europa, que surge en los pueblos que sufren y ven cómo su nivel de vida se degrada cada día un poco más. No somos los únicos. Los españoles, los italianos y los portugueses tienen el mismo sentimiento. Nadie puede culparles y ahí es donde se encuentra el problema precisamente. Porque si el euro no se mantiene, no se garantiza que tengamos una Europa después del euro.

Lo más probable es que tengamos una Europa dividida en dos, con una parte que acusará a la otra del fracaso del euro. Tendremos una Europa dividida en dos campos, en la que uno odiará y despreciará al otro.

No digo que haya que salir del euro. Pero hay que valorar si vale la pena que el euro divida a Europa en dos campos opuestos. Si vale la pena destruir lo que Europa construyó desde 1957 con tanto esfuerzo. Nos fijamos en las cifras y perdemos a los seres humanos, ahí está el drama. Espero equivocarme, pero corremos hacia una rivalidad de guerra civil europea.

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