La rotonda Schuman, en el corazón del barrio europeo de Bruselas. (imagen: Parlamento Europeo).

Bruselas y la UE: una fractura social

La ciudad multicultural de Bruselas a menudo se describe como el laboratorio de Europa. Pero, ¿cómo perciben los bruselenses la presencia de las instituciones?

Publicado en 23 junio 2010 a las 14:45
La rotonda Schuman, en el corazón del barrio europeo de Bruselas. (imagen: Parlamento Europeo).

Un letrero escrito en letras rosas, amarillas y verdes invita a franquear el umbral de esta pequeña librería de viejo de la calle Froissart: "Large choice of books in english, spanish, italian, german, dutch, greek, russian and scandinavian" (Gran selección de libros en inglés, español, italiano, alemán, holandés, griego, ruso y escandinavo). Tras el mostrador, Coralie se ha reservado unos minutos entre dos clientes para engullir una pizza. Hace unos dos años y medio que la librería se instaló en las proximidades de las instituciones europeas. "Nos trasladamos aquí porque esperábamos llegar a una clientela diferente a la de nuestra primera tienda del centro. Pensábamos que los funcionarios europeos eran personas mucho más cultivadas, que se iban a interesar por los libros, pero no es necesariamente así. También hay muchos residentes del barrio que entran en la tienda". No obstante, esta librería de viejo, que cierra los fines de semana, tiene mayor actividad sobre todo desde mediodía hasta la hora de cierre de las oficinas.

Más allá, en la misma calle, Louis-Philippe, farmacéutico, ordena el estante de productos biológicos. Desde hace quince años sirve y aconseja a una clientela esencialmente europea. "Es un mundo aparte, con una vida aparte, con sus relaciones entre ellos y su manera de ver las cosas. Creen que todo se lo debemos a ellos", comenta. Las farmacias abundan en el barrio, porque es "un servicio directo". "Tanto en mi farmacia como en el resto, ofrecemos un gran número de productos naturales, porque los europeos se cuidan más de este modo que tomando medicamentos. Hay que adaptar la oferta", prosigue. Louis-Philippe reconoce que los trabajadores de las instituciones "intentan mezclarse con la población", pero "aunque tienen un buen nivel de vida, se quejan de no ganar suficiente; viven fuera de la realidad de la gente".

Con unas enormes gafas de sol negras y un cigarrillo en la mano, Belgin va a hacer la compra. Vive en un piso social del barrio europeo desde hace veintitrés años. "Estoy muy contenta de vivir aquí. El barrio es muy limpio y seguro. El problema es cuando hay cumbres europeas; tenemos muchas dificultades, sobre todo para desplazarnos, incluso a pie", comenta. Otro aspecto negativo es el coste de la vida y del alojamiento. "Los alquileres son muy altos para los bruselenses. Aquí, los productos de consumo son mucho más caros. Por eso hago la compra fuera del barrio".

Uno de cada cuatro bruselenses vive bajo el umbral de la pobreza

Con un 46 % de habitantes de origen extranjero, Bruselas a menudo se considera como el laboratorio de Europa. Pero también es una ciudad llena de paradojas: aunque genera el 20 % del PIB nacional, su índice de desempleo se encuentra aproximadamente en el 20 % y uno de cada cuatro bruselenses vive bajo el umbral de la pobreza. Para los habitantes de Bruselas que no se benefician de las repercusiones directas o indirectas de las instituciones, Europa no se encuentra entre sus preocupaciones cotidianas. "Tengo la sensación de que los eurócratas son unos privilegiados: reciben buenos sueldos y pagan menos impuestos. Aunque no tengo nada en contra de ellos", sonríe Nelly, de 71 años. Sentada a la sombra en un banco de la Place du Jeu de Balle, en Marolles, mientras vigila su carro de la compra, prosigue: "En este barrio, la gente se preocupa ante todo por tener una vivienda y unos ingresos. No siempre es sencillo. Yo he trabajado durante treinta y cuatro años, pero no tengo derecho a una pensión completa. Por suerte, vivo en un pequeño apartamento social y voy a comer al restaurante social".

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Algunas calles más abajo, Alain ayuda a unos niños de los ASBL, "los talleres populares", a vender bolsas de palomitas para financiar sus actividades. "Es estupendo que las instituciones estén en Bruselas y que reporten dinero, aunque tampoco me siento orgulloso por ello", afirma. "La ciudad se ha destrozado entre otras cosas por eso y podríamos haber pasado sin ello".

Y tiene razón. Para Nicolas Bernard (FUSL), doctor en derecho y licenciado en filosofía, "la mala imagen que tienen los bruselenses de los europeos se debe sobre todo al hecho de que Europa se ha construido sin tener en cuenta las normas urbanísticas más elementales (LLB 21/6). Además, "nunca nos hemos preocupado por crear una identidad europea relacionada con Bélgica. Nunca se ha logrado implicar realmente a los bruselenses porque Europa se ha construido en gran parte a sus espaldas, sin pedir su opinión". Eric Corijn (VUB), sociólogo y filósofo cultural, analiza: "La arquitectura debe ejercer una influencia de movilización en el tejido urbano en el que se inserta y en Bruselas no ha sido así. El barrio europeo debería convertirse en el gran lugar de Europa. Debería acoger un museo europeo, universidades europeas, etc. Así es como Bruselas podría desempeñar la función de laboratorio de Europa", concluye.

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Bruselas

Bienvenidos a Eurolandia

Así describe La Libre Belgique el barrio de las instituciones europeas. Aquí, "el ’globish’ (el inglés universal) ha sustituido al neerlandés y al francés", "las trattorias coexisten con los sushi bars" y "hasta la librería más modesta vende cincuenta periódicos internacionales". Según apunta el diario, se trata de un barrio que "los bruselenses siempre han asimilado con cierta dificultad": ’Zona administrativa sin alma’, ’gheto de ejecutivos, ’apartheid económico-social’, los términos que utilizan los vecinos nunca han sido amables hacia el entorno que acoge a 50.000 funcionarios y que cuenta con más de 3 millones de m2 de oficinas ocupadas". El diario relata la historia del barrio desde que el Benelux implantó allí sus oficinas en 1948, un barrio que, según el escritor Thierry Demey, "es en última instancia el reflejo de la construcción europea: ’Errático e imprevisible'". En otro artículo, La Libre se centra en los "eurócratas" que trabajan allí y que ascenderían a "cerca de 55.000", incluidos los de las instituciones "satélites", como los lobbies, la prensa y las representaciones regionales. El número de habitantes llega a ser el doble si se tiene en cuenta a sus familias, "lo que equivale al 10 % de la población total de Bruselas". Se trata de una comunidad que, como apunta el investigador Emanuele Gatti, "tiende a vivir en un mundo paralelo: en un club ’de alta gama y codificado’". "Los expatriados tienen sus rituales, su argot, sus símbolos es estatus social, sus lugares de reunión, sus colegios y hasta sus sitios web de encuentro".

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