Lisboa, Portugal.

Las portuguesas, buenas alumnas no recompensadas

Las portuguesas han roto en solo una generación el techo de cristal que les impedía recibir una verdadera educación. Pero ahora se enfrentan a otro obstáculo, los hombres se encuentran sobrerrepresentados tanto en el mundo laboral como en la vida pública.

Publicado en 5 octubre 2012 a las 10:33
Lisboa, Portugal.

Hace apenas diez años, el 22 % de las portuguesas habían abandonado el colegio antes de acabar la educación primaria. Hoy, gracias a esa generación de mujeres que se convencieron de que sus hijas tenían derecho a un futuro fuera del hogar y del trabajo como empleadas domésticas, ha visto cómo sus hijas han obtenido una licenciatura e incluso un doctorado.

Esta revolución no es estrictamente femenina, pero ha sido más espectacular entre las mujeres. Mientras que los hombres llegaban al menos hasta el cuarto curso [los niños de 7 años, fin de la educación primaria en Portugal], muchas mujeres no completaban ningún ciclo de escolaridad. A partir de este nivel bajo, salieron a la conquista de la alfabetización y la independencia. Para que un hijo siguiera unos estudios en el Portugal de hace 40 años, había que estar convencido de que el saber era una inversión para el futuro. Solo los que tenían esta convicción inquebrantable lograban su objetivo.

Después del sueldo, llegó la independencia

No faltaban pretextos desalentadores, recuerda Maria Teresa Correia, de 73 años. “En mi época, pocos niños terminaban el cuarto año o incluso ninguno, porque la vida era dura. En el colegio, cualquier excusa era buena para golpearnos con la regla. Con nuestra hija, quisimos que las cosas fueran distintas. Hemos hecho muchos sacrificios. Le dedicamos un sueldo entero, para cubrir la habitación, la comida y los libros”. Hoy, nadie duda que mereciera la pena. Maria da Graça, de 49 años, superó todas las expectativas: tras sus estudios de psicología, ha triunfado en los negocios.

Después de la conquista del sueldo, llegó la de la independencia, nutrida por la certeza de que la construcción de una vida mejor pasaba por estudiar. “Portugal es el país con el mayor abismo intergeneracional en términos de escolaridad. Las mujeres de hoy cuentan con un nivel educativo hasta seis veces superior al de sus madres. Una portuguesa de 29 años ha estado escolarizada de media siete años más que una portuguesa de 69 años. En ningún otro país europeo se ha producido una evolución similar: normalmente, la diferencia suele ser de uno o dos años”, destaca la socióloga Anália Torres.

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La escolarización no lo resuelve todo

Pero las desigualdades persisten. El salario medio de un hombre que posea un doctorado se acerca a los 2.400 euros, comparados con los 1.600 euros en el caso de una mujer. En tareas equivalentes, las mujeres ganan de media un 30 % menos. Hasta 2000, las diferencias salariales se justificaban porque normalmente la escolarización de las mujeres había sido más corta. Ahora que la situación se ha invertido, es difícil defender estos argumentos, insiste Anália Torres, a quien le debemos la creación de una cátedra de sociología del género en Portugal: “Recuerdo que me decían que las desigualdades entre hombres y mujeres desaparecerían en cuanto se resolviera el problema del nivel educativo. La escolarización no ha resuelto el problema de las desigualdades”.

En los laboratorios de la facultad de ciencias y tecnologías de la Universidade Nova en Lisboa, en la orilla sur del Tajo, se analizan tubos de ensayo y se prueban reacciones químicas. La mayoría de estos experimentos los realizan mujeres. Pero en las oficinas, son aún los hombres los que toman las decisiones. “En Portugal, el 65 % de los estudiantes universitarios son mujeres. Pero entre ellas, sólo el 20 % ocupa una cátedra. Desaparecen, como si hubiera una trampa que expulsara exclusivamente a las mujeres”, precisa Rosa Paiva, representante de la asociación de mujeres científicas. Es decir, la conquista de la enseñanza superior por parte de las mujeres no se ha traducido en una representación equivalente dentro de las estructuras de poder.

Todavía no se comparten las tareas domésticas

Un equipo del Centro de Investigación sobre Medios de Comunicación y Periodismo ha analizado una serie de fotografías y de textos publicados sobre las intervenciones en la Asamblea Nacional de Portugal. Según explica la investigadora Teresa Flores, el objetivo era analizar la representación mediática de las mujeres parlamentarias. “La voz de las mujeres se reduce a la nada, tanto en la imagen como en el discurso. Puede que se encuentren en el centro de las miradas, pero no en el centro de la acción política. La forma de representar a las mujeres es o bien hacerlas invisibles o bien restarles valor”. Ocurre lo mismo tanto en las instituciones del poder como en las universidades, resumen Ana Cabrera, otra investigadora de este equipo: “Más del 70 % de las diputadas poseen una licenciatura y un 8 % una titulación de tercer ciclo universitario. Es el reflejo de la sociedad portuguesa: las mujeres han dado un salto en términos de formación, pero no se benefician de un avance equivalente en términos de poder”.

Existe otra realidad social que explica también la marginación de las mujeres en los órganos de decisión: si bien Portugal registra en los medios universitarios y en el mercado laboral uno de los índices de presencia femenina más altos, también figura entre los peores alumnos en lo que respecta al reparto de las tareas domésticas. “Las mujeres han sabido conquistar su lugar en el espacio masculino, pero los hombres no han hecho ningún movimiento en el sentido inverso", lamenta Anália Torres. "Si no se comparten más las tareas domésticas, el problema no se resolverá”.

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