El anunciado fracaso de Europa en el G20

Con ocasión de la cumbre de las principales economías mundiales que se va a celebrar los días 26 y 27 de junio, Francia y Alemania pretenden hacer valer las tesis europeas sobre la regulación bancaria. La amenaza de hacer su cruzada en solitario, sin embargo, podría hacerlas caer en el aislamiento.

Publicado en 25 junio 2010 a las 15:10

1. Antes de la reunión del G20 que debe tener lugar este fin de semana en Toronto, China ha comprendido que debía dar signos de buena voluntad en relación con su moneda. Ello no es sólo el resultado de la presión de Estados Unidos, sino también de sus propios intereses. Con una economía que comienza a recalentarse peligrosamente y enfrentada casi cotidianamente a huelgas y manifestaciones en las fábricas, China sabe que debe permitir un mayor crecimiento del consumo interno y apoyarse un poco menos en las exportaciones. Al permitir que su moneda flote libremente, aunque sólo sea de forma marginal, beneficia a la economía mundial, se beneficia a sí misma y realiza además una excelente operación de marketing. No parece ocurrir lo mismo en el caso de Europa, que curiosamente no parece haber aprendido nada de su fracaso en la cumbre sobre el clima de Copenhague, su mayor humillación internacional y la prueba más evidente de que corre el riesgo de perder cada vez más peso entre los grandes actores mundiales.

Le Monde publicó recientemente que las medidas propuestas por la canciller alemana y por el presidente francés para el G20 eran puro y simple populismo. La crítica es dura y a primera vista injusta. Pero cuando se examina más de cerca la cuestión, resulta bastante adecuada. Merkel y Sarkozy, que no se han entendido sobre prácticamente nada en lo relativo a la gestión interna de la Unión Europea, se pusieron finalmente de acuerdo en algo con ocasión de la cumbre europea del pasado jueves. Decidieron erigirse en defensores de dos tesis sobre la regulación de los mercados financieros que Europa pretende llevar ante el G20: un impuesto sobre todas las transacciones financieras, y un impuesto sobre los bancos para crear un fondo que pueda prestarles asistencia (en lugar del dinero público) en caso de una nueva crisis.

En sí, las medidas son buenas. Estados Unidos defiende el mismo impuesto sobre los bancos. Las transacciones financieras podrían contribuir a financiar el crecimiento económico. El problema es que ambos saben que sus tesis van a ser rechazadas por el G20. La pareja franco-alemana afirma que eso no es lo que importa, que Europa está dispuesta a aplicarlas por su cuenta.

2. Es en este punto donde resuenan los ecos de Copenhague. También allí Europa tenía tesis más avanzadas y se declaraba dispuesta a aplicarlas con independencia del resultado de la cumbre. Se olvidó de negociarlas con los otros socios mundiales. El presidente americano intentó hacerlo y cuando llegó el momento de llegar a un acuerdo nadie creyó necesario invitarle a la mesa de las negociaciones. ¿Con quién han negociado Merkel y Sarkozy, o bien Barroso y Van Rompuy, sus excelentes medidas? Entre ellos, para salvar la cumbre, para contentar a su electorado. Obama negocia con China la necesidad de encontrar un mejor equilibrio entre importadores y exportadores, entre deudores y acreedores, con el fin de garantizar la recuperación de la economía mundial. ¿Qué hace Europa para resolver el mismo problema? Cada vez se habla más de medidas destinadas a penalizar las importaciones chinas.

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3. El presidente americano también quiere debatir con los europeos un mayor equilibrio entre la deuda y el ahorro a nivel mundial. Tal es el tenor de la carta que ha enviado a los demás dirigentes del G20 la víspera de la cumbre. Ha multiplicado los esfuerzos para convencer a Merkel de no aplicar un severo plan de austeridad a la economía alemana. Hay quien dice que el plan que finalmente ha impuesto es menos duro de lo que podría haber sido. Pero Obama no ha obtenido la respuesta que deseaba. Europa pretende controlar el déficit y la deuda (lo cual es bueno), pero de acuerdo con una ecuación que no incluye el crecimiento como variable, por la simple razón de que Alemania, la China europea, no quiere favorecer un relanzamiento de la economía mediante un aumento de su consumo. La población de Estados Unidos es más joven y sigue creciendo; la población europea sigue siendo más vieja y sigue decreciendo. Resignarse a la trampa demográfica en la que se encuentra Europa, es aceptar su decadencia inevitable a largo plazo. A nadie le parece que la Unión Europea esté demasiado inquieta por ello, ni que modifique en consecuencia sus políticas de inmigración y natalidad con la misma obsesión con la que se esfuerza en hacer respetar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC).

4. La UE sigue adelante sin una visión de futuro que le permita superar esta crisis, más allá del severo castigo administrado a los países indisciplinados del sur y una lógica monetarista basada en los objetivos del PEC, que no consisten únicamente en la lucha contra el déficit y la deuda sino también contra la inflación. En suma, no hay nueva ecuación para el crecimiento. Es una cuestión de política y, políticamente hablando, el baile europeo no puede ser más confuso.

UE/Estados Unidos

Austeridad contra crecimiento

"Europa y Estados Unidos chocan por el déficit en vísperas del G20", titula El País. Mientras Washington considera que el crecimiento económico es prioritario, Bruselas - "dominada por el peso de Alemania" - aboga por la austeridad en las cuentas públicas. Superadas las tensiones entre China y Occidente, después del anuncio de Pekín de flexibilizar el tipo de cambio del yuan, " la batalla en el G20 se perfila ahora entre EE UU y Europa", señala el diario de Madrid. En Bruselas, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, reclaman la reducción del déficit público para 2011. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pospone estas medidas hasta 2015, "cuando el crecimiento se haya consolidado".Según Mohamed El-Erian en Financial Times, este enfrentamiento entre austeridad y crecimiento no es más que un falso debate. "Como regla general, los países industrializados necesitan aplicar planes de ajuste fiscal y de crecimiento a medio-largo plazo como objetivos políticos gemelos", argumenta.

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