Debe ser la hora de la siesta. Trabajador de FIAT fuera de la planta de fabricación de automóviles italiana en Pomigliano, cerca de Nápoles, el 22 de junio de 2010.

Trabajar “a la polaca” en Italia

Cuando Fiat ofreció reubicar su fábrica polaca al sur de Italia, pidió a cambio a los trabajadores que trabajaran más. Aceptaron, pero ahora se enfrentan a un gran impacto cultural. Un mes después, Gazeta Wyborzca visitó la planta italiana y se asombró ante este ejemplo de competición social europea.

Publicado en 30 julio 2010 a las 15:07
Debe ser la hora de la siesta. Trabajador de FIAT fuera de la planta de fabricación de automóviles italiana en Pomigliano, cerca de Nápoles, el 22 de junio de 2010.

Estamos en la Piazza Primavera, en Pomigliano d'Arco. Hay 40 grados, sopla el viento y se avecina una tormenta. Las campanas han sonado para indicar que es mediodía. Unos jóvenes italianos corren por la plaza con unos documentos. “Es la polacchizzati. Han accedido a la 'polaquización', ahora tendrán que trabajar duro”, explica Gianluca Pagano, de 39 años y ex trabajador de Fiat.

La “polaquización” de los trabajadores italianos e incluso la propagación de la “esclavitud” que se impuso antes a los trabajadores polacos ha sido el tema más tratado en las reuniones sindicales, las conversaciones de pub y los sermones dominicales en Pomigliano d'Arco y otras pequeñas poblaciones cercanas al Vesuvio. “Primero fue Tychy, en Polonia, y luego, por desgracia, China. Explotación. Al final llegará aquí. Pero antes nos destruirá”, se queja el señor Pagano, mientras bebe a sorbos un café.

Fue un chantaje, no un referéndum

En un referéndum celebrado en junio, Fiat dio a elegir a los trabajadores Pomigliano entre dos posibilidades: o bien invertía 700 millones de euros en la fábrica a cambio de su promesa de trabajar más, o bien, a pesar de la presión política de Roma, no trasladaría la producción del nuevo Panda de Tychy a Pomigliano. Con la segunda opción, casi 5.500 trabajadores de Fiat y 10.000 trabajadores de los diferentes proveedores locales se enfrentarían al despido. Hay que recordar además que la planta de Fiat ha sido durante décadas la única fuente de ingresos de la mitad de la población de Pomigliano.

“Fue un chantaje, no un referéndum. ¡Nos pusieron entre la espada y la pared!”, comenta el padre Paolo Farinella. Ante la perspectiva del desempleo y amenazados por las historias de los trabajadores polacos dispuestos a trabajar sábados y domingos, alrededor del 63 por ciento de los trabajadores de Fiat votaron a favor de la reorganización radical. Es la hora de la siesta en un bar de la calle Viale Alfa Romeo y una docena de trabajadores disfrutan de su descanso. “Aceptamos porque estábamos atados de pies y manos”, afirman. Acordaron trabajar tres turnos (en lugar dos) hasta el domingo por la mañana, renunciando a la semana laboral que finalizaba en viernes, y además aceptaron el derecho del director a demandar horas extras en caso de pedidos de gran volumen, un control más estricto de las bajas por enfermedad, descansos para almorzar más breves y restricciones en el derecho a la huelga.

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Pregunto si Pomigliano puede ponerse al nivel de Tychy, la planta más productiva de Fiat en Europa. “Dicen que somos vagos. ¿No será que vosotros, polacos, estáis un poco locos? ¿Nunca os preguntáis por qué tenéis que estar toda la vida trabajando tan duro?”, contesta Raffaele, simpatizante del sindicato FIOM, que instó a los trabajadores a que votaran no. La esposa de Raffaele nos explica que aceptó casarse y tener tres hijos con un hombre que volviera a casa del trabajo todas las tardes, no el domingo por la mañana. Hay fábricas de tres turnos en Italia, pero no es lo que aceptó su marido, no fue a trabajar a la fábrica como su padre y su abuelo para soportar esto. “Accedió a que le redujeran el sueldo a cambio de tener más vida propia. Sí, cuanto menos trabajamos, somos más felices. ¿Qué hay de extraño en ello?”, se pregunta Agnese, de 36 años.

¿Los administrativos y capitalistas no vieron el Mundial?

Agnese señala dos pequeños establecimientos bajo su terraza en la calle Via Ercole Cantone. A pesar de ser la hora de la siesta, ambos están abiertos. “Cuatro horas antes de la siesta y cuatro horas después: así es como ha sido siempre. Así es como hemos creado nuestro próspero país, ¿no? ¿Y ahora qué? ¿Ya no basta con una jornada de ocho horas? ¿Cuántas horas trabajan estas chicas al día? ¿Quién cena con sus hijos?”, pregunta Agnese señalando a las ajetreadas dependientas de las tiendas.

En Pomigliano no niegan que a alguien de fuera del sur de Italia le puede parecer que las condiciones laborales en “su” fábrica son extrañas. ¿Acaso no instalaron los directores una gran pantalla de plasma en la sala de reuniones durante el reciente mundial de fútbol para que los trabajadores pudieran ver los partidos del equipo italiano sin perder su ritmo diario de trabajo? “ Es verdad. Pero ¿es que los administrativos, los jefes y los capitalistas no vieron también el Mundial?”, contestan los trabajadores. ¿Es cierto que uno de cada cuatro trabajadores estuvo de baja por enfermedad el segundo día de las elecciones parlamentarias en 2008 para asistir a las reuniones sindicales en Pomigliano y Nápoles o para quedarse en casa? “Vale, ahí nos pasamos un poco”, admiten los clientes del bar en la calle Viale Alfa Romeo, asintiendo lentamente con la cabeza.

El modelo Pomigliano puede acabar con los derechos de los trabajadores

La polémica sobre el “modelo de Pomigliano”, tal y como denominaron los medios de comunicación al momento en el que los trabajadores tuvieron que aceptar contratos de trabajo más duros para que la producción no se trasladara a otro lugar, ha ido aumentando. Sobre todo porque Fiat acaba de anunciar que planea fabricar un nuevo monovolumen en Serbia, un comunicado que puede ser tan solo el preludio de otra negociación de los contratos con los trabajadores.

El Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano, ha expresado su firme oposición a la deslocalización de la producción industrial. Ezio Mauro, editor jefe La Repubblica, el diario más famoso del país, advierte de que el “modelo de Pomigliano” puede acabar con los derechos de los trabajadores que garantizaron los sindicatos en Europa Occidental en la década de los setenta. “Tengan cuidado, porque en Polonia o en Serbia a lo mejor pronto les sustituyen los asiáticos, que son más económicos”, predice Gianluca Pagano. Mañana volverá a la Piazza Primavera, para disfrutar de su vida, que aún no ha sido "polaquizada".

Industria automovilística

La mano derecha de la UE no sabe lo que hace la izquierda

Al tiempo que una línea de producción vuelve a Italia, otra se va a Serbia. Fiat ha revelado que su nuevo modelo LO (190.000 unidades al año) será fabricado en Kragujevac en vez de en Mirafiori. El consejero delegado de Fiat, Sergio Marchionne, explicó que se trata del “problemaa Pomigliano”. Il Sole 24 Ore celebra la posición dura de Marchionne, que “fuerza al mercado automovilístico italiano a adaptarse a la globalización”.

Pero la mayoría de los comentaristas se pronuncian de otro modo menos optimista. En La Repubblica el sociólogo Luciano Gallino argumenta que “en vez de importar peores condiciones laborales, bajos salarios y ausencia de derechos de los países emergentes, Fiat debería haber buscado acuerdos internacionales para exportar nuestras mejores condiciones”

En Il Manifesto, el economista Joseph Halevi subraya la “distorsión del mercado” que contradice claramente la negativa de la UE a conceder ayudas públicas a la industrial del automóvil: “Ni libre mercado ni salarios chinos podrían competir con las condiciones ofrecidas a Fiat en Serbia: 600 millones de euros en ayudas públicas de Belgrado y Bruselas y exención de impuestos durante 10 años. La UE bloquea las ayudas en casa, pero las apoya fuera”.

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