Silvio Berlusconi en el palacio Chigi, sede del gobierno italiano.

El ocaso anunciado del berlusconismo

Para la prensa europea no quedan dudas: la ruptura consumada el 29 de julio entre el jefe de gobierno y su principal aliado Gianfranco Fini marca el punto culminante de la crisis del sistema de poder del Cavaliere. Golpeado por los escándalos, dividido por la “cuestión moral”, su movimiento se desarticula, al tiempo que la influencia de Italia en Europa, ya de por sí débil, no hace más que descender.

Publicado en 30 julio 2010 a las 15:13
Silvio Berlusconi en el palacio Chigi, sede del gobierno italiano.

Según El País, asistimos pura y simplemente al “ocaso del berlusconismo”. Silvio Berlusconi logró durante años “captar un profundo deseo de estabilidad” en el pueblo italiano, harto después de décadas de fragmentación política, y aglutinar “detrás de sí las filas del centroderecha y el apoyo de la elite católica y de la espina dorsal empresarial del país”. Su poder ha chocado hoy sin embargo con la “cuestión moral” planteada por el cofundador del Pueblo de la Libertad (PDL), Gianfranco Fini. El periódico madrileño explica que Fini “y los suyos meten los dedos cotidianamente en los ojos del Gobierno, a cada caso de corrupción, abuso de poder o simple indecencia del gabinete. Cada vez que el Ejecutivo pone el interés de un particular por encima del colectivo.” Pero Berlusconi “luchará a fondo para agotar la legislatura, que expira en 2013” afirma El País, según el cual aun cuando “pueda ganar la partida”, “el berlusconismo parece herido de muerte” por “su incapacidad de cristalizar un liderazgo que dirija ordenadamente al país. Eso le desangrará más que el mal estado de la economía o sus andanzas sexuales”.

“El poder se hunde”, titula por su parte Die Zeit, según el cual “el sistema Berlusconi” —“burlarse del Estado italiano y recompensar a sus fieles”— pronto se tornará en contra de su creador. “Hasta hoy”, afirma el periódico alemán, “el éxito de Berlusconi reposaba en la desafección de los italianos respecto al Estado: en la práctica, prometía a sus electores protegerlos de cualquier injerencia estatal. En la Italia de Berlusconi, el Estado y sus instituciones se convertían en un adversario del que un político carismático protegía a su clientela. Paso a paso, Berlusconi liberaba a los italianos de este Estado hostil mediante la instauración de amnistías para los defraudadores fiscales y los constructores ilegales. Allí donde la legislación fiscal y las reglas sobre la construcción se convierten en opcionales, parece que todo el mundo puede sacar provecho”.

“Sin embargo”, prosigue Zeit, “los italianos constatan hoy que su gran libertad no es en realidad otra cosa que el derecho del más fuerte. En último término, los que se han aprovechado del sistema Berlusconi han sido muy pocos, y constituyen desde hace tiempo una especie de oligarquía criminal con contactos en la mafia. Hoy es peligroso para Berlusconi dar la impresión de no poder controlar ya a sus oligarcas. Asistimos al comienzo de un proceso que podría revelarse atrozmente lento y por lo tanto pernicioso para Italia. Teniendo en cuenta que la oposición [...] es débil, apenas jugará otro papel que el de espectadora —como ha ocurrido tantas veces— de la disolución del sistema Berlusconi. Y todavía no se adivina ningún nuevo sistema”.

La crisis en el seno de la mayoría gobernante en Roma no debería tener consecuencias, sin embargo, para la posición y la política de Italia en el seno de la Unión Europea: de creer lo que dice The Economist, Italia ha tenido siempre una influencia muy inferior a su peso económico y demográfico dentro de la UE, y eso a pesar de ser uno de sus miembros fundadores. Siempre que se ha tratado de hacer valer los intereses nacionales o de “jugar duro”, Italia se ha contentado desde hace tiempo con asumir papel de segundona. Marcada por las luchas entre partidos que “minan todo enfoque coherente de la política europea”, ha cultivado “una larga historia de negligencia” respecto a las instituciones europeas.

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Esta negligencia se ha traducido en “una ausencia de alianzas estables, ni siquiera con los otros Estados mediterráneos”, y hasta hace poco en una falta de “coordinación entre las políticas europeas en el seno de diferentes ministerios”, todo lo cual la convierte “un caso prácticamente único en el seno de la UE”. Por más que en los últimos años se realizaran algunos progresos en este terreno, gracias sobre todo a la mayor estabilidad política bajo los sucesivos gobiernos liderados por Silvio Berlusconi, éste no ha cambiado el planteamiento de base: “para el jefe de gobierno italiano, Europa es un engorro”. En política extranjera, Berlusconi “reserva su entusiasmo para las relaciones diplomáticas personales con los líderes de países como Turquía, Rusia, Bielorrusia, Libia y las Repúblicas de Asia Central: países externos a la UE, algunos de ellos sin demasiada buena prensa en Bruselas”.

Desde Italia

Un divorcio largo tiempo anunciado

Al día siguiente de que la dirección del Pueblo de la Libertad (PDL) acordara la expulsión de facto de su cofundador, Gianfranco Fini, Il Riformista ironiza sobre el fin del partido liderado por Silvio Berlusconi publicando en portada una nota de defunción del PDL, que según el periódico “ha muerto prematuramente” “tras una larga agonía” “a los diez años de edad”.

La Repubblica explica que las tensiones entre el jefe de gobierno y el presidente de la Cámara de los Diputados se remontan a varios meses atrás, y que el 29 de julio el partido declaró a Fini y los suyos como “incompatibles” con la línea del PDL, exigiéndole que abandonara su cargo. Fini, líder de la Alianza Nacional (postfascista) que junto con Forza Italia, el partido de Berlusconi, dio nacimiento en 2009 al PDL, paga así el precio de su posicionamiento en favor de la legalidad, en un momento en que varias figuras próximas al presidente se hallan acosadas por los escándalos de corrupción. Una estrategia de distanciamiento, observa La Repubblica, “que le sitúa en un terreno electoral y mediáticamente ventajoso, del que podría nacer una cultura de centro derecha que trataría por primera vez de hablar al mismo tiempo de orden y de reglas, de moral y de la Constitución”.

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