¿Se puede levantar un país construyendo casinos? Sí, responderían los dirigentes de Chipre del Norte. La entidad, aparecida tras la separación de las comunidades turca y griega de la isla en 1974 (fecha de la invasión de la mitad de la isla por parte de Turquía), y autoproclamada estado independiente en 1983, no es reconocida como tal por Turquía. La República Turca del Norte de Chipre está sometida a un severo embargo internacional: político, económico, turístico y cultural.
Turquía, el “país madre”, como le llaman los chipriotas turcos, es el único nexo con el mundo. De allí salen y llegan sus vuelos. De allí vienen los bancos y la moneda en circulación de la región, la lira turca. De allí vienen los productos alimenticios que están en las estanterías de las tiendas. Chipre del Norte “exporta” a Turquía principalmente cítricos y un raki de buena calidad. Pero el verdadero flujo de dinero está en las mesas de juego.
Aquí no se siente la crisis. El país se aprovecha del hecho de que la economía turca está en crecimiento a pesar de la crisis económica mundial. El banco central de Chipre del Norte hace alarde de un excedente de 4.500 millones de dólares, para un “Estado” de poco más de 200.000 habitantes. Gran parte de este dinero entra en las arcas gracias a los impuestos de los casinos. Estos últimos, y prohibidos en Turquía, son una auténtica ganga en Chipre del Norte. Satisfacen el deseo de los anatolios de probar su suerte. Pero solo la suya. Los turistas procedentes de Israel o de Europa occidental (en su mayoría ingleses) desafían el embargo para venir a jugar. El 20 de julio, fiesta de la república autoproclamada, abrió sus puertas un nuevo hotel-casino de cinco estrellas en Kyrenia (Girne, en turco), una pintoresca ciudad portuaria situada en la costa norte de la isla.
Cuando se habla de aislamiento de la región hay que tener precaución. Es cierto que allí están apostados entre 30.000 y 40.000 soldados turcos. Las zonas militares están repartidas por todas partes, rodeadas por alambres de espino. Pero muchos chipriotas turcos tienen derecho a obtener pasaportes de la República de Chipre, pueden viajar como cualquier ciudadano europeo y pueden traspasar libremente la línea verde que separa las dos partes de la isla. Muchos turcos trabajan en la zona griega, donde los salarios son entorno a un 50% más altos que en la región del Norte (en la que el sueldo mensual promedio es de entorno a 600 euros).
Pero la relación de los chipriotas turcos con el “país madre” no sólo está llena de amabilidad. El gobierno de Ankara ha reducido las subvenciones que concedía a la isla. Y el gran temor es que Turquía pueda hacer de Chipre del Norte una moneda de cambio para la codiciada adhesión a la Unión Europea.