Se acerca el día D. El 25 de noviembre. Sean cuales sean los resultados electorales, no va a ser el final del debate sobre nuestro futuro, ni tampoco el del cambio de rasante de Catalunya. Será el inicio de un largo periodo de redefinición de nuestras relaciones económicas y políticas con España. A pesar de lo que muchos crean ahora, y de la confianza en la pretendida rapidez con que puede efectuarse, nos espera un dilatado proceso.
Uno de los aspectos más sorprendentes de lo ocurrido en Catalunya los últimos meses es lo rápidamente que una parte no menor del país ha pasado de considerar el concierto económico como algo deseable, aunque difícil, a desecharlo radicalmente. Bien está para quien crea en milagros. Pero en economía, como en todo, no hay caminos reales ni atajos. Los procesos, si son seriamente definitorios como el proceso en el que nos encontramos, son prolongados y dolorosos, con avances y retrocesos y, además, de incierto futuro.
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Contrapunto
El limbo de quienes no eligen bando
El debate soberanista sobre la relación entre Cataluña y España monopoliza las elecciones autonómicas catalanas del 25 de noviembre. Pero hay electores que no desean elegir su bando. Es el caso de los "charnegos" (inmigrantes de otras regiones españolas o catalanes hijos de inmigrantes de otras regiones), tal y como escribe la periodista Julia Otero, ella misma “charnega”, en El Periódico:
Pasar por separatista en Madrid y españolista en Catalunya es una excitante experiencia vital que, cuando no mata, alimenta enormemente la capacidad de supervivencia. [...] En medio de la guerra de banderas, perplejos y en silencio para recibir lo menos posible, están infinidad de individuos sin más patria que la gente que quiere y sin otro deseo que vivir dignamente. [...] Vienen tiempos apasionantes para los que tienen profundos sentimientos patrióticos. Tienen suerte. No saben lo incómodo que es estar en ninguna parte.