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Durante una manifestación contra la austeridad, en Lisboa, el 4 de octubre de 2012.

Hemos retrocedido una generación

En los países más afectados por la crisis, se necesitarán varias decenas de años para recuperar el nivel de vida anterior. Y las diferencias con aquellos a los que les va mejor no dejan de aumentar, lo que pone en peligro la unidad y la estabilidad de la Unión.

Publicado en 23 noviembre 2012 a las 12:47
Durante una manifestación contra la austeridad, en Lisboa, el 4 de octubre de 2012.

Ya lo advertía Angela Merkel en 2009: no podíamos esperar ningún milagro, porque ninguna decisión política, por audaz que fuera, podría ahuyentar el hundimiento de la economía europea. Entonces nadie compartía su manera de contemplar el futuro. Hoy nos damos cuenta de que estaba en lo cierto, como comenta Nicolas Veron, experto del instituto bruselense Bruegel. Cinco años después del inicio de la crisis, la situación económica de la Unión sigue siendo lamentable: nada más y nada menos que 17 de los 27 Estados miembros están en recesión.

En los países más afectados por la crisis, como España o Portugal, tendrá que pasar al menos una generación para compensar el descenso en el nivel de vida. Un lapso de tiempo así podría resultar insoportable para la UE. Por primera vez desde su creación, la Unión Europea, al contrario que la eurozona, corre el riesgo de hundirse. Cada mes, este escenario se precisa un poco más, sin que podamos decir claramente qué acontecimiento sucederá: el de la construcción de una eurozona reforzada en torno a Alemania, o bien el de la desintegración del bloque de países euroescépticos, liderado por Reino Unido.

Un mercado único inexistente

Lo que sí es seguro es que esta tendencia no es lo que deseaba Angela Merkel, que ha intentado frenarla. Ante todo quería que la nueva Unión más integrada dejara espacio a Polonia y a los demás países de Europa Central. Estos países no sólo sirven a la República Federal de base industrial (pues las empresas alemanas han trasladado a ellos gran parte de su producción), sino que además son sus fieles aliados dentro del Consejo de la UE, ya que defienden como Berlín las reformas estructurales y una política presupuestaria responsable.

Pero el proyecto de esta Unión ha fracasado. Bajo la presión de los mercados, los dirigentes de la eurozona finalmente han forjado las bases de un sistema institucional distinto con una supervisión bancaria, un control de la política monetaria y un presupuesto independiente. Estas medidas debían constituir un mínimo vital para garantizar el buen funcionamiento de la eurozona, sin perjudicar los fundamentos de la Unión Europea. Hoy podemos comprobar que se trataba de una hipótesis irrealista, admite Cinzia Alcidi del CEPS (Center for European Policy Studies).

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La situación particularmente peligrosa es la relativa a la piedra angular de la integración: el mercado único. En los países cuya economía inspira confianza a los inversores, como Alemania y Países Bajos, el coste de los créditos contraídos por los empresarios es mucho menor que en los países periféricos. Por lo tanto, ya no podemos hablar de esa competencia igualitaria por la que Bruselas ha trabajado en los últimos cinco decenios.

El fin del modelo social europeo

Otra prueba del fracaso es la caída del modelo europeo, cuyo objetivo era encontrar un cierto equilibrio en los niveles de vida de la Unión. Gracias a los fondos estructurales, pero también garantizando el libre acceso al mercado de la UE a todas las entidades económicas, efectivamente se han logrado reducir los desequilibrios del nivel de vida entre los países europeos. Por ejemplo, Grecia aún en 2009 podía presumir de unos ingresos por habitante correspondientes al 94% de la media de la Unión. Aún estaba muy lejos de lo que ofrecía Alemania (115%). Pero hoy, las diferencias entre estos dos países se han incrementado enormemente: el nivel de vida en Grecia ha descendido hasta el 75%, llegando a un nivel similar al de Polonia, mientras que el de Alemania ha ascendido al 125%.

Según las estimaciones de los economistas, estos desequilibrios se acentuarán más aún en los próximos años. Esta evolución significa que los intereses de los Estados miembros divergirán cada vez más. Mientras que los rumanos, los búlgaros, los griegos o los portugueses intentarán asegurar la supervivencia de sus poblaciones, insistiendo sobre este aspecto ante Bruselas, Alemania y Suecia preferirán hacer hincapié en la ecología y las fuentes energéticas alternativas. Será un diálogo de sordos, predice Veron.

La crisis acaba también con otro gran logro de la integración: el modelo social europeo que todo el mundo envidiaba. Los sucesivos recortes presupuestarios

no sólo en España y en Grecia, sino también en Francia y en Reino Unido, acarrean una reducción drástica de la protección social, en materia de derecho del trabajo, de pensiones o de desempleo, lo que crea una generación de jóvenes sin perspectivas de empleo estable y carente de las condiciones materiales para fundar una familia.

El fracaso de la política exterior común

Incluso el semanario alemán pro-europeo "Der Spiegel" admite que el centro de decisión de la UE se ha desplazado de Bruselas a Berlín. Es algo que no se ha producido por presión de los alemanes, sino por eliminación. Entre los seis principales países de la UE, dos de ellos, Italia y España, se han quedado fuera de juego por sus enormes problemas económicos. Reino Unido se ha desmarcado voluntariamente. En cuanto a Polonia, debido a que su potencia económica aún es demasiado débil y a que no pertenece la eurozona, no puede pretender asumir una función clave. Hubo un tiempo que Europa parecía estar dominada por el tándem franco-alemán, el famoso "Merkozy". Pero desde la elección del nuevo presidente francés, François Hollande, se ha vuelto evidente que París, enfrentado a grandes problemas económicos, tampoco está en posición de actuar de igual a igual con Alemania. Por consiguiente, Berlín se encuentra solo en el campo de batalla.

Europa, al estar centrada en sus propios problemas, ya no puede ocuparse del resto del mundo. De este modo, el desmoronamiento de la política exterior común es otra profecía negra que se hace realidad ante nuestros ojos. La evolución autoritaria de Ucrania, el drama de Siria, el abandono de la lucha por los derechos humanos en China, son sólo algunos ejemplos de la impotencia que genera la crisis de la UE.

El asunto de las futuras ampliaciones de la Unión también se ha dejado a un lado: ahora sólo se podrían plantear la adhesión a la Unión los países de los Balcanes situados en el interior del espacio de la Europa Unida. Y tampoco se contempla una oferta más ambiciosa, en concreto con respecto a los países de la antigua Unión Soviética y a Turquía.

Cinco años después del estallido de la crisis, Europa sobrevive, al menos de momento. Pero las pérdidas registradas son colosales y la Unión Europea ha retrocedido en la vía de la integración para volver a sufrir problemas que parecían resueltos hace 30 o 40 años. Ahora, incluso los optimistas dicen "esperemos que no empeore la situación".

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