Mejor eso que nada

El acuerdo sobre la reducción de la deuda griega concluido por el Eurogrupo y el FMI tras dificultosas negociaciones, permite el desbloqueo de una ayuda de alrededor de 44.000 millones de euros y supone un balón de oxígeno para Atenas. Pero significa un cambio mínimo respecto a la situación del país.

Publicado en 27 noviembre 2012 a las 16:18

El acuerdo de Bruselas es, en realidad, el producto de un consenso entre Alemania y el FMI. Ni resultaba simple ni estaba ganado de antemano. BIen al contrario, esta reunión de más de 12 horas podía haber terminado en un naufragio, como afirmaban numerosas fuentes.

Hay que dejar claro, para todos aquellos que creen que la solución era esperada, como lo era el desbloqueo de las ayudas y la reestructuración de nuestra deuda, quesin el voto de las medidas de austeridad[a principios de noviembre], el país no hubiera obtenido ayuda alguna, y Grecia estaría ahora frente a una posición muy difícil. Por otra parte, también hay que señalar que nuestros socios podrían haber encontrado soluciones más dinámicas para nuestra deuda.

La solución elegida en esta ocasión, la combinación de diferentes instrumentos, toda esta complicada composición para evitar una elección clara a favor de la reducción directa de la deuda, no es la mejor. Y esto resulta manifesto, tanto en la sospecha hacia la política griega, como en la influencia de la ética protestante en la política europea.

Fríos contables

Europa no ha actuado con flexibilidad, y no ha sido capaz de superar una visión corta de miras, propia de fríos contables que no ven más allá de sus narices. No ha tomado en cuenta, como debiera haber hecho, los sacrificios del pueblo griego.

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Lo que es seguro es que los europeos podrían haber sido más amables con Grecia. Sin embargo, "mejor eso que nada", como dice el refrán popular. Sin este acuerdo, hoy sería un día diferente. Ahora podemos respirar. Incluso si hay obstáculos y susceptibilidades, es preciso reconocer que ha habido un progreso.

La ayuda exterior no resulta suficiente y no durará mucho más tiempo. Lo que significa que Grecia, a partir de ahora y más allá del respeto a sus compromisos, debe encontrar el camino hacia el desarrollo.

Valorando en su justa medida el contexto de estabilidad que procura esta ayuda exterior, todas las fuerzas internas, políticas, sociales, empresariales, deben hacer lo posible y lo imposible para que el país por fin se levante.

Visto desde París

Un compromiso inteligente

Tras largas semanas de negociaciones, los países del Eurogrupo y el FMI se reunieron en Bruselas el 26 de noviembre para “cumplir imperativamente con una condición: reducir el volumen de la deuda griega”, recuerda Le Monde. “Sin eso no hay futuro, sino las tinieblas de una quiebra monumental que podría sacudir la eurozona hasta sus cimientos”. Pero el desacuerdo entre las partes era manifiesto con respecto a los medios que emplear:

El FMI se aferraba a una solución radical: eliminar una parte de la deuda griega que detentan los acreedores públicos (los bancos centrales), sobre el modelo de lo que los bancos privados aceptaron llevar a cabo a principios de 2012. Ni el BCE ni Alemania, esta última bien pronto en campaña electoral, querían. Los Diecisiete decidieron, bien entrada la noche, un paquete de medidas financieras complejas – compra de títulos por parte de Grecia, reducción de las tasas de los préstamos bilaterales concedidos a Atenas, etcétera - que conduce hacia ese alivio de 40.000 millones de euros. Aún a riesgo de tener que tomar otras medidas si la coyuntura les impone la obligación de mantener el 124 % [como objetivo de la deuda griega con relación al PIB del país, fijado por el acuerdo que culmina en 2020]. Un arreglo inteligente, porque el objetivo es el que cuenta y condiciona la confianza de los mercados. Un arreglo provechoso, porque los griegos lo merecen, pues han recorrido con sufrimiento una parte de ese camino.

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