Fotograma de "Girlfriend in a coma" [Novia en coma], escrita, producida y dirigida por Annalisa Piras y co-escrita por Bill Emmott. Animación por Phoebe Boswell.

Un país en coma

Bill Emmott, exdirector de The Economist, analiza en su documental “Girlfriend in a coma” [Novia en coma] los motivos de la implacable resistencia de Italia a los cambios y a las reformas que son tan necesarias. Se trata de una actitud que comparten muchos países europeos y que explica en parte la voluntad de Silvio Berlusconi de volver a la escena política.

Publicado en 11 diciembre 2012 a las 16:37
Phoebe Boswell  | Fotograma de "Girlfriend in a coma" [Novia en coma], escrita, producida y dirigida por Annalisa Piras y co-escrita por Bill Emmott. Animación por Phoebe Boswell.

Si hace una docena de años alguien me hubiera dicho que ahora estaría escribiendo, pensando e incluso realizando una película documental, no sobre Japón o China, que eran los otros asuntos sobre los que me ocupaba, sino sobre Italia, me habría preguntado si esa persona se había fumado alguna sustancia ilegal. Pero pensándolo bien, y también reflexionando sobre lo importante que serán las inminentes elecciones generales de Italia, no es nada sorprendente que haya pasado estos últimos años analizando la situación de este país.

La razón no se encuentra simplemente en esas dos palabras infames, Silvio y Berlusconi. Es porque Italia es fundamental en muchos de los aspectos que me preocupan desde hace tiempo sobre el futuro de Occidente.

Sí, empecé a apasionarme por Italia por Silvio Berlusconi. En The Economist le declaramos “no apto para liderar Italia” en nuestra portada de abril de 2001 por una cuestión de principios, que no tenía nada que ver con el tipo de escándalos sexuales por los que luego se hizo famoso en Gran Bretaña y Estados Unidos […].

Estábamos en contra de que un interés privado, único y enorme acaparara los poderes de un Gobierno en una democracia occidental, así como en contra de la erosión que causaba dicho interés en el Estado de derecho. Tal y como explica Umberto Eco en mi película, en otros países también tenemos magnates, medios de comunicación concentrados y grupos de presión poderosos, por lo que era y sigue siendo un peligro para Gran Bretaña, Estados Unidos y muchos otros países.

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Resistencia al cambio

Gracias a esa portada inicié mi andadura italiana, una experiencia avivada por dos demandas de difamación interpuestas por Berlusconi (y que ganó The Economist en ambas ocasiones), pero luego se fue intensificando con el conocimiento que fui adquiriendo paulatinamente sobre la naturaleza de los problemas de Italia en todas sus facetas, económica, política o moral. […]

El proceso me resultaba fascinante y a menudo divertido, pero también tuvo dos efectos en mí: me volví más pesimista e hizo que me preocupara aún más por los males que sufre Occidente.

Mi pesimismo creció con esta andadura porque cada vez era más consciente de la enorme resistencia que existe al cambio y a la reforma en Italia por parte de los grupos de interés de todo tipo. Esta resistencia ha sido el mayor problema del primer ministro Mario Monti durante el año pasado.

Monti pensaba que si podía convencer a estos grupos de interés, ya fueran sindicatos o grandes empresas, profesionales o pensionistas, de que todo el mundo iba a realizar concesiones y a renunciar a algunos privilegios por el bien común, entonces estos grupos harían lo mismo, como cuando los países renuncian a sus tanques y a sus misiles en negociaciones de desarme. Pero hasta ahora no ha funcionado.

No ha funcionado porque el primer ministro Monti, para lograr su apoyo parlamentario, tuvo que depender de partidos que se negaban a cambiar para complacer a sus principales votantes o simplemente para perjudicar a los demás. Y no ha funcionado porque todo el mundo sabía que el Gobierno de Monti era temporal: sencillamente había que ir retrasando las decisiones y “mañana será otro día”. Incluso los Gobiernos locales aplicaron esta táctica y retrasaron la aplicación de nuevas leyes, sabiendo que pronto se celebrarían elecciones.

Un país en estado de negación

También me volví pesimista por un segundo motivo. Durante años, hasta que la crisis del mercado de los bonos en 2011 obligó a la élite a reconocer la verdadera enfermedad económica de Italia, había notado una tendencia fuerte y muy generalizada de negación de la realidad, de utilizar datos falsos o anticuados para autoconvencerse de la fortaleza del país, no de su debilidad: los grandes ahorros de los hogares (en realidad se habían reducido a la mitad), las familias ricas (a ver si logran vender la casa que apuntala esa ‘riqueza’), una industria manufacturera sólida (sólo una séptima parte del PIB y además, cada vez menos competitiva, no más), una creatividad italiana innata (y aún así, se acabó con la meritocracia y los recién licenciados más creativos han emigrado a Berlín, Londres y Nueva York).

El impacto del mercado de obligaciones parecía haber cambiado esta situación. Pero ¿fue así realmente? Si los grupos de interés siguen bloqueando implacablemente las reformas, supuestamente creen que el cambio después de todo no es necesario. En mis momentos optimistas, me digo a mí mismo que están intentando ganar tiempo, esperando ser más fuertes con respecto a otros grupos de interés tras las elecciones de 2013. Sin embargo, también puede que simplemente estén esperando a que ocurra algo mágico para poder evitar el cambio: una cura milagrosa de Mario Draghi en el Banco Central Europeo, o la decisión repentina de Alemania de pagar las deudas de los países de Europa del Sur, o algo similar. Y así se sigue evitando la verdad.

La tendencia de estos grupos de interés a aferrarse a sus derechos y privilegios y la de las élites a evitar enfrentarse a la realidad no es exclusiva de Italia. Estos problemas también existen en el resto del mundo occidental. Estados Unidos espera y observa cómo su Congreso se enfrenta al precipicio fiscal o “fiscal cliff” que amenaza a su economía después del 1 de enero y mientras ve cómo los grupos de interés defienden sus privilegios y cómo sus élites niegan la realidad.

Dormidos ante los peligros

La diferencia con Italia es que este proceso dura ya tanto tiempo (en concreto, 20 años) que mientras se han ido degenerando otros aspectos económicos y sociales. Estados Unidos y Gran Bretaña se encuentran en el inicio de este proceso y aún espero que podamos evitarlo. Pero Italia, como refleja el título de mi película, ha entrado en coma.

¿Se despertará? La aparente decisión de Berlusconi de presentarse a las elecciones oponiéndose a la austeridad fiscal del primer ministro Monti indica que la negación de la realidad sigue siendo fuerte al menos en la derecha. Las elecciones constituirán una prueba crucial e incluso quizás histórica. Una prueba para determinar si los partidos políticos y los grupos de interés que les apoyan realmente comprenden el carácter de los problemas de Italia y se dan cuenta de que seguir con las antiguas políticas no es una opción. Una prueba para verificar si cumplirán la exigencia de los votantes de nuevas ideas, nuevas responsabilidades e incluso nuevo rostros. Y para Occidente, será una prueba para confirmar si nuestra fe en la capacidad de las democracias para corregir errores está justificada.

El primer ministro Monti hace lo correcto al dimitir y adelantar esa prueba. No es una prueba que se pueda ni se deba retrasar durante más tiempo.

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