Angela Merkel, Barack Obama y David Cameron. En el cartel: "Peligro. No alimente a los euroescépticos".

Ilusiones perdidas sobre Europa

En el discurso sobre Europa del viernes 18 de enero, el primer ministro británico David Cameron tendrá en cuenta la postura euroescéptica del Partido Conservador. Pero, ante todo, debería tomar en consideración los intereses del país y no solamente del partido y mantener a Gran Bretaña en Europa, expone Financial Times.

Publicado en 14 enero 2013 a las 16:36
Angela Merkel, Barack Obama y David Cameron. En el cartel: "Peligro. No alimente a los euroescépticos".

Reino Unido ha sido durante mucho tiempo un europeo reticente. Desde su adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea, hace cuatro décadas, su pertenencia se ha caracterizado por suposiciones erróneas y oportunidades perdidas.

La complicada relación de Reino Unido es una cuestión de cultura, geografía e historia. Gran Bretaña es una potencia postimperial, afín a otros países de habla inglesa, en especial Estados Unidos. La incomprensión mutua entre Reino Unido y Europa se reduce a una diferencia básica en su actitud: mientras Reino Unido considera su pertenencia al club en términos económicos, Francia y Alemania, los cofundadores, contemplan la Unión Europea como un proyecto forjado a partir de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Se agudizan las divisiones

Estas divisiones se han intensificado tras la crisis de la eurozona. La respuesta de Europa, aunque inicialmente fue vacilante, ha acabado con la ilusión de que la noción continental de una “unión más estrecha” es un delirio de las mentes febriles de Bruselas. Ante el hundimiento del euro, todas las capitales europeas, incluido Londres, aceptan el planteamiento de un gobierno económico más integrado.

La segunda consecuencia posterior a la crisis, sea o no intencionada, es el resurgimiento de Alemania como potencia dominante en Europa. El ascenso de Alemania ha llegado a un punto en el que los demás miembros no se atreven a bloquear sus prescripciones de política fiscal y económica, por miedo a que la Berliner Republik no sustente el rescate de la eurozona.

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Por lo tanto, en el futuro inmediato, la UE se dividirá no sólo entre los que se encuentren dentro y fuera del “núcleo” de la eurozona, sino también entre un área de acreedores fuertes en Europa del Norte, dirigidos por Alemania, y otra de deudores débiles en Europa del Sur, que incluye a Chipre, Grecia, Italia, Portugal y España.

Este es el telón de fondo geopolítico del tardío discurso de David Cameron sobre Europa. Este retraso es la prueba de que están en juego asuntos complejos.

Más allá del cálculo económico

Este periódico siempre ha defendido la pertenencia de Gran Bretaña a la UE y seguimos creyendo que es fundamental para el interés nacional. Nuestras razones van más allá de un mero cálculo económico de costes y beneficios. Tienen que ver con el lugar que ocupa Gran Bretaña en el mundo. La pertenencia a la UE aporta a Reino Unido influencia en el gran mercado global. Contribuye a que la relación con Estados Unidos sea especial. Amplía la influencia de Reino Unido en un mundo en el que el poder económico se está desplazando hacia Oriente.

Las ventajas traspasan las fronteras nacionales. Gracias al mercado único, los británicos pueden vivir, trabajar, viajar y estudiar libremente por Europa. La ampliación de la UE hacia el Sur y hacia el Este ha consolidado la democracia en España, Portugal y Grecia y ha creado una zona de paz y prosperidad en la antigua Europa comunista central y del este. Sin embargo, la UE actual es muy distinta a aquella a la que se unió Reino Unido en 1973, o más bien a aquella sobre la que los británicos votaron, cuando tuvieron la última oportunidad de expresar su opinión sobre si el país debía o no permanecer en la Unión, en un referéndum en 1975.

Las reformas que contempla la UE para apuntalar el proyecto de la moneda única, como la unión bancaria y un presupuesto distinto para la eurozona, la cambiarán aún más, en profundidad y de modo irrevocable. Crearían un núcleo nuevo y estrechamente integrado al que Reino Unido quizás jamás desee unirse, y que en última instancia podría ejercer una influencia dominante en las áreas de la UE que los británicos valoran más, como el mercado único.

En interés del país, no del partido

Así pues, ¿qué debe hacer Cameron ahora, y, sobre todo, qué no debe hacer? En primer lugar, el primer ministro debe adoptar un enfoque realista basado en el interés nacional. Como es evidente, tiene que tener en cuenta el sentir euroescéptico de los parlamentarios del Partido Conservador, pero no debe precipitarse. Debe evitar confundir la protección de los derechos existentes con la futura repatriación de poderes. Ante todo, debe hablar por el país, no por el partido.

Igualmente, debe ser un líder en la UE, como hiciera Margaret Thatcher en el mercado único y en la ampliación. Reino Unido es un cliente inoportuno, pero es un miembro valorado en el club europeo. Puede y debe buscar aliados. Los británicos pueden seguir presionando para que se adopten medidas dinámicas que fomenten la actividad empresarial, como hicieran con el nacimiento del mercado único. La crisis financiera ha debilitado el ámbito de la creación de empresas, pero volverá a surgir, sobre todo si la UE se propone seriamente abordar su bajo crecimiento.

Los británicos también deben defender la Comisión Europea, como árbitro indispensable para hacer cumplir las normas del mercado único y liderar en la política comercial. Aquí surge una alianza natural con Alemania, que sigue estando en contra de cualquier medida que socave el mercado único en aras de reforzar la eurozona.

Mantener la calma

También hay cosas que Cameron no debería hacer en absoluto. Ha insistido en que el precio de una integración mayor debe ser la flexibilización de los vínculos entre Gran Bretaña y sus socios de la UE. Puede que en su discurso intente enumerar las condiciones del compromiso. Pero no debe crear la falsa esperanza de que los demás miembros accedan a que Reino Unido participe en el mercado único sin aceptar sus normas y principios fundamentales. De igual modo, amenazar con vetar los cambios en los tratados fundamentales para salvaguardar el euro se considerará un chantaje. El resultado será posiblemente un revés desastroso en las relaciones.

Por último, Cameron no debería permitir que sus conciudadanos se dejen llevar por las fantasías. No tiene sentido que Reino Unido pretenda alcanzar un estatus similar al de Noruega o Suiza. Ambos países tienen que aceptar las normas del club, aunque no tienen voto en su elaboración. Para Reino Unido, esta posición sería intolerable. Sin duda acabaría con su salida de la Unión.

El interés nacional posiblemente dictará que Cameron, o un futuro Gobierno, codifique la relación entre Reino Unido y un nuevo bloque liderado por Alemania y Francia. Esto debería plantearse en un referéndum en el que se dirimiese la cuestión “dentro o fuera”. Pero hasta que Cameron conozca las condiciones del nuevo pacto de la eurozona, debería aclarar los principios básicos que están en juego y mantener la calma.

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