En 2010, un grupo de estudiantes de la Universidad de Aalto, a las afueras de Helsinki, se embarcaron en el ejemplo más constructivo de activismo estudiantil de la historia. Se convirtieron al poder del espíritu emprendedor durante una vista al Instituto Tecnológico de Massachusetts. Cuando regresaron a su país, organizaron un “verano de 'start-ups'” para difundir la idea de que el futuro de Finlandia residía en las empresas de nueva creación, no en los viejos gigantes. El verano de las "start-ups" se convirtió en una temporada de innovación.
La Start-Up Sauna, un centro de aceleración empresarial que aún gestionan jóvenes entusiastas pero que ahora cuenta con la financiación del Gobierno, de empresas y de instituciones académicas, ocupa un almacén ruinoso junto a la universidad. Ofrece una amplia variedad de servicios: espacio de trabajo, sesiones de coaching para empresarios en ciernes, viajes de estudio a Silicon Valley e infinidad de oportunidades para establecer contactos (incluso en las numerosas saunas de la Sauna).
Los directores de la Sauna tienen una comprensión aventajada del espíritu empresarial. Reconocen que la innovación es algo más que alta tecnología: la Sauna también tiene fábricas de diseño y de tejido. Comprenden la importancia de acortar las distancias entre la ingeniería y el diseño. Son conscientes de que fomentar el espíritu empresarial es una cuestión tanto de cambiar la cultura como de aportar dinero. Miran hacia Rusia y a los Estados bálticos tanto como hacia Boston y San Francisco.
Una dependencia peligrosa
La revolución estudiantil fue parte de un replanteamiento más amplio de la relación que debía existir entre el Gobierno y las empresas. Se inició en 2008, cuando el Gobierno de Finlandia instó a las universidades (y creó Aalto) a que estimularan la innovación. Pero el proceso se aceleró debido a los problemas de Nokia. Finlandia se había vuelto peligrosamente dependiente de esta empresa: en 2000, Nokia representaba el 4% del PIB del país. El Gobierno quería que el declive del gigante de la telefonía móvil fuera lo menos doloroso posible y asegurarse de que Finlandia jamás volviera a depender tanto de una sola empresa.
Los finlandeses crearon una agencia de innovación y tecnología, Tekes, con un presupuesto anual de 600 millones de euros y una plantilla de 360 empleados. También crearon un fondo de capitales de riesgo, Finnvera, para encontrar empresas en las fases iniciales de creación y ayudarlas a establecerse. El núcleo de su sistema de innovación es una serie de elementos aceleradores empresariales, en parte financiados por el Gobierno y en parte por empresas privadas, que funcionan en todas las áreas empresariales importantes y ofrecen a las empresas con un alto potencial de crecimiento asesoría y asistencia por parte de empresarios experimentados e inversores privados o "ángeles".
El resultado es que Finlandia está mucho más preparada para el mercado y el mundo empresarial. Ha creado una cantidad impresionante de empresas de nueva creación, incluidas 300 fundadas por antiguos empleados de Nokia. Microtask externaliza trabajo de oficina. Zen Robotics está especializada en la automatización del reciclaje. Valkee fabrica un dispositivo que cambia los estados de ánimo oscuros e invernales, aplicando una luz brillante en el canal auditivo. El país también ha adquirido la parafernalia de un centro tecnológico, como un blog de celebración (Arctic Startup) y un nombre relativo a un valle (Arctic Valley), emulando a Silicon Valley. Ahora, el argumento más de moda es que el declive de Nokia es “lo mejor que ha podido sucederle al país”.
Ayuda en la conciliación laboral
La nueva Finlandia se siente especialmente orgullosa de su floreciente industria de videojuegos, que incluye a empresas de éxito como Rovio Entertainment, creador de Angry Birds y uno de los principales defensores del Start-Up Sauna, y Supercell, creador de Clash of Clans. Muchos de los empresarios más interesantes de la región operan en el extremo inferior del espectro tecnológico, en muchas ocasiones ayudando a los padres a solucionar los problemas prácticos de conciliar el trabajo a tiempo completo y la vida familiar. Niklas Aronsson, cofundador de una empresa llamada Linas Matkasse, ha aplicado el concepto "hazlo tú mismo" de IKEA a las cenas familiares. Ofrece bolsas con todos los ingredientes necesarios para preparar una comida, cortados y listos para cocinar.
Monica Lindstedt, fundadora de Hemfrid, también opera en el negocio de vender tiempo. Ha convertido su empresa en un gigante de limpieza del hogar, aplicando una gestión profesional a la limpieza doméstica y convirtiéndolo en una prestación extrasalarial. Hemfrid ha convencido al Gobierno para que considere la limpieza del hogar como un beneficio que pueda desgravarse, como un coche de empresa. Hemfrid ahora cuenta con 10.000 clientes habituales y 1.326 empleados, el 70% de los cuales han nacido en el extranjero.
Cambio demográfico y nuevas tecnologías
A pesar de toda esta energía empresarial, a la región nórdica aún le resulta difícil convertir estas empresas de nueva creación en empresas duraderas. Existen innumerables ejemplos de empresarios de éxito que han cogido sus bártulos y se han marchado a otro lugar. Entre ellos no sólo se incluyen miembros de la generación de la posguerra, como Ingvar Kamprad, el fundador del gigante IKEA (que vive en Suiza), y Hans Rausing, fundador de Tetra Pak, una enorme empresa de embalaje (que se marchó a vivir a Inglaterra), sino también miembros de la generación actual tan prometedora. Hay muchas empresas incipientes o "start-ups" de éxito que siguen optando por venderse a multinacionales extranjeras (sobre todo estadounidenses) en lugar de convertirse en empresas de éxito locales.
No obstante, aún hay motivos para esperar que el auge empresarial también produzca una nueva generación de empresas triunfadoras globales. Los empresarios del estilo de vida de la región tienen la oportunidad de convertirse en magnates globales por la misma razón que Kamprad: porque saben cómo sacar partido del cambio demográfico. Y los empresarios especializados en alta tecnología de la región tienen la oportunidad de fundar empresas duraderas porque además de crear empresas, dominan la tecnología.
Visto desde Escandinavia
Orgullo y modestia del “mejor modelo social”
El especial de The Economist no ha pasado inadvertido para los “vikingos”, concretamente en el país nórdico más importante, Suecia. En Västeras, el Vestmanlands Läns Tidning considera que “la clave del éxito de nuestra sociedad reside en un Gobierno eficaz y fiable” y en que “los suecos confían en sus conciudadanos, una cualidad muy difícil de exportar”. “¡Viva Suecia!”, titula orgulloso su homólogo el Stockholm Expressen, que señala sin embargo que:
el contraste entre la percepción exterior de Suecia y la nuestra casi nunca ha estado tan marcado como hoy en día. Aquí todo se ve negro: se habla de desempleo masivo, de crisis de la educación, de aumento de las desigualdades, de declive de las infraestructuras y de gente expulsada sin piedad de un sistema de seguridad social. […] Sin embargo, Suecia ha recorrido un gran trecho desde los años setenta […]. Debería agradecerse al Gobierno y a la oposición el esfuerzo que han realizado.
“El modelo nórdico no es perfecto”, considera por su parte el Sydsvenskan de Malmo:
El gasto público en relación al PIB es aún demasiado elevado. La presión fiscal hace que los emprendedores emigren. Demasiada gente depende todavía de subsidios sociales.
En Noruega, Aftenposten habla de un “respeto en aumento en Europa hacia los países nórdicos” y toma como ejemplo el cambio de actitud de The Economist frente a su sistema social: en la década de los noventa, castigaba a la economía sueca; en 2003, citaba a Shakespeare al tildar de “sueño de una noche de verano” la mezcla de prosperidad y protección social. “Lo que resulta sorprendente”, concluye el diario, es que:
los países nórdicos están entre aquellos de la OCDE que gastan más en relación a su PIB. Al mismo tiempo, son los que tienen una deuda pública más baja que casi todo el resto de los países europeos. Dicho de otro modo, los demás países europeos, que tienen un Estado de bienestar menos desarrollado, deben reducir aún más sus gastos que los países nórdicos.