Oídos sordos entre vecinos

La adhesión de Croacia a la UE, prevista para el 1 de julio, está supeditada a la resolución de un litigio bancario y de una discrepancia fronteriza con su vecina Eslovenia. Una situación que demuestra hasta qué punto la cuestión de la soberanía sigue siendo una diferencia cultural entre la UE y los países más jóvenes del continente.

Publicado en 6 febrero 2013 a las 16:33

Hace algo más de veinte años, Eslovenia y Croacia se fundaron como Estados independientes sobre la idea de que la única solución a un conflicto sin salida era la creación de Estados separados, soberanos e independientes.

La Unión Europea nació en los años cincuenta del siglo pasado, con unos fundamentos totalmente opuestos. Ante la experiencia histórica, cuanto menos aterradora, y la determinación de no volver a vivir jamás los horrores de la guerra, la Unión se fundó sobre la idea de que el abandono de una parte de soberanía del Estado y la integración, y no la desintegración, eran la mejor forma de evitar nuevos conflictos. Por lo tanto, fue necesario despojar a los Estados europeos de la capacidad, del razonamiento y del poder de generar conflictos y crear los mecanismos para su resolución pacífica y consensuada.

¿Una falta de voluntad?

La diferencia entre la génesis del enfrentamiento croato-esloveno y la génesis de la construcción europea, es decir, entre dos filosofías políticas, puede resumirse en la diferencia entre la idea de una soberanía incondicional y el imperativo de que todas las diferencias deben solucionarse de forma racional y, si es necesario, con una limitación de la soberanía.

Esta oposición se encuentra en el origen del contencioso croato-esloveno y de la incapacidad (¿o más bien de la falta de voluntad?) de Zagreb y de Liubliana de resolverlo. Eslovenia y Croacia se pelean obstinadamente sobre un asunto (el trazado de la frontera y el litigio bancario) que impide la ampliación de la Unión y amenaza su capacidad de resolver conflictos. Paradójicamente, Croacia y Eslovenia se valen de su derecho soberano al conflicto, y lo demuestran en una comunidad política cuyo principio es el abandono de los conflictos a costa de una soberanía limitada de sus miembros.

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El sacrificio de la soberanía

La situación provoca risa, porque las élites políticas eslovenas y croatas perciben la Unión como la encarnación de la ilusión racista de la civilización europea y su superioridad cultural. La imaginan como el Concierto de Año Nuevo en Viena, con su espíritu burgués y su gusto por lo kitsch. Han accedido a la escena política moderna provistas de valores diametralmente opuestos. Consideran la soberanía de su Estado como algo sagrado y estarían dispuestas a sacrificar los derechos humanos e incluso las vidas humanas sobre su altar. De repente, se sienten un tanto desconcertadas. Porque Europa no es la Marcha Radetzky, sino más bien la Novena Sinfonía de Beethoven y un poco Imagine, de John Lennon.

Cualquier salida al conflicto croato-esloveno será positiva y beneficiosa para todas las partes implicadas. Es bastante probable que Bruselas obligue a Liubliana y a Zagreb a llegar a un acuerdo que desembocará en la ratificación por parte de Eslovenia del tratado de adhesión de Croacia. De este modo, la Unión demostrará que es capaz de cumplir su función básica, es decir, instar a sus miembros a actuar de forma constructiva y racional y a ser cooperantes. En cambio, si la Unión Europea no llega a domar la soberanía furiosa de sus miembros, traicionaría su ideal y ya no sería digna de que ningún país entrara a formar parte de ella.

Visto de Eslovenia

Los eslovenos, con más prisa que sus líderes

El 76% de los eslovenos se muestra a favor de que su país ratifique el Tratado de Adhesión de Croacia a la UE, y únicamente un 14% se muestra hostil, según una encuesta reciente que publica el diario esloveno Delo.
Pero el diario de Liubliana señala que el tiempo apremia, el tratado tienen que ratificarlo los Veintisiete antes del 1 de abril, para que la adhesión pueda tener lugar, tal y como estaba previsto, el 1 de julio. Y la crisis política y gubernamental en Eslovenia, así como el litigio bancario con Croacia no resultan de ayuda en una ratificación rápida. Sin embargo, según recoge su homólogo Dnevnik, los eslovenos fueron perfectamente capaces de aprobar el compromiso sobre su discrepancia fronteriza con Croacia en 2010. “Si los ciudadanos eslovenos pudiesen decidir la ratificación del Tratado de Adhesión, se hubiese ratificado muy rápidamente”, concluye Delo.

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