Elige un idioma
La Unión Europea, o más bien el proyecto europeo, se encuentra sumida en una profunda crisis. La respuesta inadecuada de las autoridades francesas al problema de los campamentos ilegales ha dado paso a un grave debate sobre los valores comunes cuando un ministro francés [Pierre Lellouche, secretario de Estado de Asuntos Europeos] rechazó la función de "vigilante de los tratados" de la Comisión Europea.
¿Acaso pueden los Estados miembros, en nombre de la soberanía nacional, desvincularse de los tratados europeos que han firmado y actuar a su antojo? Al parecer, pueden hacerlo. Pero en este caso, suena a broma seguir hablando del proyecto de paz y de prosperidad iniciado tras la Segunda Guerra Mundial y luego ampliado a Europa Central y Oriental después de la Guerra Fría.
Y así se abre la vía que lleva hasta el proteccionismo económico y a la afirmación de los distintos tipos de nacionalismos rivales. La historia nos ha demostrado dónde desemboca todo esto: en las imposiciones de los grandes sobre los pequeños, en la restricción de las libertades, en el hundimiento de las democracias y por último, en el conflicto.
Un proyecto común en términos de beneficios
Pero ¿por qué se comportan así algunos dirigentes políticos? Porque así lo exige el mercado. Tras la desaparición de la amenaza soviética, numerosos europeos del oeste comenzaron a contemplar el proyecto común no en términos de paz y solidaridad, sino en términos de beneficios y pérdidas a nivel individual. Pero en el mundo actual, existe una serie de valores que siguen enfrentándose: no tenemos nada en común con el capitalismo salvaje del Estado chino ni con el régimen autoritario y oligárquico ruso.
¡Debemos defender el territorio de nuestra Europa! Pero son muchos los que lo olvidan, con la ayuda de dirigentes ávidos de popularidad. Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi son en este aspecto auténticos campeones.
¿Proseguirán con sus acciones hasta hundir el proyecto europeo, con la mirada pegada en las próximas elecciones nacionales en lugar de inspirarse en la visión de Europa como potencia mundial? Para Rumanía, sería una catástrofe histórica. No contamos con ningún proyecto de modernización aparte del proyecto europeo y, en las condiciones actuales, es difícil imaginar cualquier otro proyecto.
La occidentalización de Rumanía, entre paréntesis
Sucederá lo inevitable y volveremos a encontrarnos, junto a varias de nuestras naciones vecinas, en el espacio del que nos costó tanto salir. Nuestro proyecto de occidentalización, iniciado hace un siglo y medio por unos jóvenes entusiastas formados en París, volvería a quedar entre paréntesis.
La amenaza es real. Por ello, es preferible mirar más allá de la crisis momentánea de los campamentos ilegales. Reflexionemos sobre nuestros valores y aportemos nuestra contribución al refuerzo del proyecto europeo. ¡No tenemos otra opción!
