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Una de las posibles alternativas a los combustibles fósiles.

La revolución verde saldrá cara

La visión de la canciller Angela Merkel de llevar a cabo la conversión en Alemania a la energía renovable para 2050 es ambiciosa y audaz. Pero ha guardado silencio sobre los riesgos y los enormes costes que implicará la revolución ecológica, tanto para Alemania como para el resto de Europa.

Publicado en 24 septiembre 2010 a las 14:32
Una de las posibles alternativas a los combustibles fósiles.

El sueño alemán de la revolución energética ya se ha hecho realidad en la pequeña población de Morbach, enclavada entre montes de bosque en la región de Hunsrück, al suroeste del país. Morbach presume de contar con 14 aerogeneradores, 4.000 metros cuadrados de paneles solares y una planta de biogás, todo ello situado en el espacio que antes ocupaba una base militar y que se extiende en una colina sobre la ciudad. Juntos, producen tres veces más electricidad que las necesidades de esta comunidad integrada por unas 11.000 personas. Políticos y ejecutivos de empresas de todo el mundo han visitado el lugar. En Morbach ya se ha logrado lo que Merkel está planificando para toda Alemania.

Quiere que Alemania llegue a los niveles de Morbach en sólo cuatro décadas, después de las cuales, la mayor economía de Europa responderá a la mayoría de sus necesidades energéticas con la energía solar, eólica, hidráulica y de biomasa. Al aprovechar el suministro energético inagotable en la tierra y el mar, se contribuirá a luchar contra el calentamiento global. Y esto significaría el fin de la dependencia del petróleo árabe, del temor a los accidentes nucleares y de los cambios de humor de los proveedores de gas de Rusia.

El gobierno expuso esta visión ecológica y audaz en su anteproyecto del plan energéticoa comienzos de este mes. Su objetivo es aumentar el porcentaje de energía renovable del 16 por ciento actual al 80 por ciento en 2050.

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Silencio sobre el coste real del plan energético

El plan significará el fin de un sistema energético que durante los dos últimos siglos se ha basado casi en exclusiva en los combustibles fósiles: el carbón, el petróleo y el gas. Por ello Merkel sigue haciendo hincapié en la magnitud de la revolución a la que se enfrenta Alemania. Pero guarda silencio con respecto al gran coste que implicará.

Para empezar, deben crearse nuevas redes eléctricas para transportar las crecientes cantidades de energía eólica desde el norte de Europa y de energía solar desde el sur. La industria eléctrica estima que la creación de estas nuevas autopistas de la electricidad, con los cables, las estaciones de distribución y los transformadores, costará alrededor de 40.000 millones de euros (53.000 millones de dólares) en los próximos 10 años.

El fin de la era de la energía asequible

En un estudio interno, los estrategas de RWE, la mayor empresa de electricidad de Alemania, estiman que Europa necesitará la sorprendente inversión de 3 billones de euros (4 billones de dólares) para pasarse a la energía ecológica en la generación eléctrica. Y eso no incluye el gasto necesario para las redes y el almacenamiento. Según las estimaciones de RWE, el precio de la producción eléctrica aumentaría rápidamente en los próximos 25 años de los 6,5 céntimos actuales hasta 23,5 céntimos por kilovatio hora en el peor de los casos, si Alemania alcanza la autosuficiencia en producción energética.

No se pueden realizar previsiones precisas sobre el coste de la revolución ecológica en los próximos 40 años. Además, la mayoría de los supuestos no tienen en cuenta los problemas que podrían surgir en lo que respecta a los arduos procedimientos de aprobaciones, disputas legales y protestas públicas. Pero sí se pueden identificar seis factores clave que pueden ayudar a determinar si un sistema energético renovable puede funcionar con fiabilidad, así como los niveles de costes que pueden esperarse.

1. Subvenciones de la energía solar

Este joven sector goza de un increíble auge, pero a un alto precio. Los operarios de los paneles solares reciben una tarifa fija por cada kilovatio hora de energía que producen. Esta tarifa se encuentra muy por encima del precio de mercado estándar de la electricidad y está garantizado durante más de 20 años. El total de las subvenciones pagadas en los últimos 10 años ha sido de entre 60.000 y 80.000 millones de euros. La producción ha sido modesta en comparación con estas cifras. La energía solar cubre tan sólo un 1,1 por ciento de los requisitos de electricidad en Alemania.

2. 75.000 millones de euros para los parques eólicos en alta mar

La expansión de la energía eólica ha sido un gran éxito, pero está llegando a sus límites. Se van acabando las ubicaciones más favorables en la tierra. Existen numerosos problemas a la hora de obtener permisos de planificación para los nuevos aerogeneradores, que en muchos casos son el doble de altos que los antiguos.

Por consiguiente, las empresas están optando por lugares cercanos a la costa, donde el viento es más constante, pero en los que los costes de construcción son mucho mayores. El plan energético del gobierno estima que la expansión de los parques eólicos en alta mar costará 75.000 millones de euros (100.000 millones de dólares) hasta 2030, pero añade que los riesgos de la inversión son "difíciles de calcular".

3. Autopistas de la electricidad por todo el continente

Pero no basta con construir parques eólicos. Se necesitan redes eléctricas para transportar hacia el sur la energía eólica desde el Mar del Norte. La ampliación de la red eléctrica, el tercer factor en los costes, desempeñará una función clave en el sistema energético del futuro. La Comisión Europea estima que las inversiones en la red eléctrica superarán los 500.000 millones de euros (668.000 millones de dólares). Deberán instalarse alrededor de 6.000 kilómetros de cables eléctricos submarinos en un proyecto denominado Seatec, cuyo coste estimado es de 30.000 millones de euros (40.000 millones de dólares). Será necesario invertir 50.000 millones de euros extra en el sur de Europa para conectar el continente al proyecto de energía solar Desertec. El objetivo es que Europa esté cubierta por una red eléctrica ingeniosa, capaz de distribuir la electricidad con inteligencia.

4. Noruega, ¿la batería ecológica de Europa?

Las empresas de electricidad ya tienen dificultades para reducir la producción de las estaciones nucleares y de combustión de carbón y evitar una sobrecarga del sistema. Los ingenieros se quejan de que estos problemas son cada vez más frecuentes.

Las centrales con almacenamiento por bombeo se consideran la mejor solución, por su alta eficacia de hasta el 80 por ciento. El principio es muy sencillo. Cuando hay un excedente de electricidad, se bombea agua a las reservas situadas a cientos de metros de altura. Cuando se necesita electricidad, se deja que el agua vuelva a fluir hacia los tubos, que impulsan las turbinas en el proceso.

Alemania tiene un espacio limitado para ampliar su capacidad de almacenamiento, por su topografía y por su densidad de población. Por ello, se han puesto grandes esperanzas en el norte de Europa y en Noruega en particular. Y lo que es peor, aún no existen líneas eléctricas que lleguen hasta Europa central. Deberán invertirse miles y miles de millones para convertir a Noruega en la batería ecológica de Europa.

5. El auge de la biomasa dispara los precios

Puesto que los clientes actuales demandan trigo o maíz tanto en forma de alimento como de combustible, 2 de los 12 millones de hectáreas totales destinadas a la agricultura en Alemania ya se están dedicando a los cultivos energéticos, para producir biogás del maíz, combustible del centeno y diesel de la semilla de colza. El gobierno planea un gigantesco aumento entre 13 y 17 veces mayor del uso de biomasa para 2050. En función de la tecnología actual, los agricultores necesitarían convertir muchos millones de hectáreas de terreno para la producción energética. El resultado sería monocultivos de maíz o colza. Tendría que importarse más biomasa de Asia o Latinoamérica, donde los cultivos para producir aceite de palma se plantan a menudo en selvas deforestadas y se venden a precios por debajo de su coste de producción. Y esto va totalmente en contra de la sostenibilidad ecológica.

6. El alto coste de ahorrar dinero

Si los alemanes quieren realmente olvidarse de la energía fósil y nuclear, tendrán que asumir los costes que implica. Y tendrán que superar la resistencia de las grandes empresas energéticas que están intentando detener la transición en secreto.

Las empresas industriales, en especial los grandes consumidores energéticos en los sectores de la industria pesada, como la producción de acero, cemento y aluminio, también intentan frenar la transición. La industria consume un cuarto de la electricidad y de los requisitos de gas de Alemania.

La industria pesada alemana constituye un poderoso grupo de presión, ya que emplea a unos 875.000 trabajadores. Jürgen Hambrecht, director ejecutivo del grupo químico BASF, teme una "desindustrialización progresiva en Alemania". Las empresas empiezan a amenazar con construir sus próximas plantas en el extranjero, donde los costes energéticos son inferiores y las normativas medioambientales menos estrictas.

Revolución de base

¿Quién dice que no tendría sentido sacrificar la tradicional industria pesada para que surjan empresas nuevas y modernas? Cada euro destinado a la energía solar, eólica y de biomasa es una inversión que no sólo beneficia a las grandes empresas como Siemens, sino también a las pequeñas empresas. Las autoridades locales quieren dejar de depender de los grandes proveedores de energía y están invirtiendo en energías renovables y en pequeñas centrales térmicas que suministran energía y calefacción a clientes cercanos, como centros educativos. Las empresas regionales despuntan silenciosamente con la revolución ecológica. El cambio energético no debe limitarse a las redes eléctricas transcontinentales, a las plantas de almacenamiento en las montañas y a los parques eólicos junto a las costas. El gobierno no ha tenido en cuenta lo suficiente este principio en su plan energético.

Está claro que los costes de la revolución ecológica serán enormes. El gobierno deberá asegurarse de que no se convierten en un gasto incontrolable. Pero si no se realizan las inversiones necesarias podrían incurrirse en muchos más gastos, ya que aumentaría la dependencia de Alemania de las importaciones de materias primas y empeoraría el cambio climático. No está claro si el plan maestro de Merkel podrá hacerse realidad con su fórmula actual, en particular porque la política energética actualmente se decide en el ámbito de la Unión Europea, en Bruselas. Günther Oettinger, comisario de Energía Europea, tiene pensado presentar un plan nuevo en febrero para demostrar cómo pueden crecer juntos los mercados energéticos de Europa. Incluirá propuestas sobre la ubicación de las redes eléctricas y cómo acabar con las principales diferencias en las subvenciones nacionales destinadas a la energía ecológica. Está más que claro que el plan energético de Berlín no será el último. Seguro que se esbozará uno nuevo y no lo hará necesariamente Merkel.

Por KIM BODE, FRANK DOHMEN, ALEXANDER JUNG, KIRSTEN KRUMREY Y CHRISTIAN SCHWÄGERL.

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