Las últimas cifras del Eurobarómetro muestran con claridad lo que los resultados electorales revalidan una y otra vez: castigados por la crisis, los europeos ya no confían en la UE. Tras salvar al euro, ahora hay que salvar la propia legitimidad de la UE, y si es posible antes de las elecciones de 2014.
El euro necesitaba dos cosas para salvarse: una decisión política clara que pusiera fin a las especulaciones sobre su futuro y un instrumento financiero que hiciera creíble esa promesa.
En 2012, tras varios años de dudas, torpezas y errores, los líderes europeos hicieron las dos cosas. Estas dos decisiones sacaron al euro del precipicio en el que se encontraba y lo situaron en una senda de estabilidad desconocida durante los últimos años.